Ignacio Lillo
Lunes, 7 de julio 2014, 01:35
Durante las últimas pruebas del metro en superficie, un periodista se acercó a una conductora que esperaba en el nuevo semáforo del cruce del Clínico para preguntarle qué le parecía. Su respuesta, lejos de la presumible queja por tener que aguardar parada al paso del tranvía, fue: «Está bien, porque así hará menos falta el coche». En una respuesta tan sencilla, la ciudadana anónima acababa de condensar casi 14 años entre proyectos y obras, y ocho desde que arrancó la construcción de los túneles, un 26 de enero de 2006, en los alrededores del palacio de los deportes. Esta era entonces, y sigue siendo ahora, la razón principal para ejecutar unas obras que ya van por 600 millones de euros, y que aún no han terminado.
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Ese es el reto, tan sencillo y a la vez tan complejo, y así lo recordó el delegado de Fomento, Manuel García Peláez, el viernes pasado, durante la presentación de las tarifas y los horarios comerciales: reducir al mínimo posible el uso del vehículo privado (y por consiguiente, las emisiones contaminantes) en los desplazamientos interiores por la ciudad, con un sistema de transporte que conecta los barrios más densamente poblados; con trenes que circulan bajo tierra en su mayor parte para que sean más rápidos y sin las incidencias propias de la superficie. Y, lo que es más importante, con la certeza absoluta en cuanto a horarios y tiempos de trayecto; tal y como ya ocurre en todas las grandes capitales españolas y europeas.
¿Para qué sirve?
Cuando por fin arranque, algo que, en principio, está previsto para el próximo sábado, 12 de julio (si la burocracia lo permite), lo hará de manera parcial, y todavía no llegará hasta el Centro Histórico, que es el destino que demandan la mayoría de los ciudadanos. De hecho, habrá que esperar hasta 2016 para verlo en la zona de El Corte Inglés; y hasta finales de 2017 para que alcance la Alameda Principal y al hospital Civil. Pero ya esta primera fase tiene algunos puntos fuertes. El primero, que comunica los dos distritos más densamente poblados. Carretera de Cádiz y Cruz del Humilladero, junto al tercer barrio donde llega, Teatinos, suman casi 240.000 habitantes, que es la población total de algunas capitales españolas. A partir de ahora, y hasta que se culmine la entrada en el casco histórico, estarán unidas entre sí y con la Universidad; el hospital Clínico; el centro de especialidades médicas de Barbarela; Carlos Haya; la Ciudad de la Justicia y el Palacio de los Deportes. Además de facilitar el acceso hasta la zona de El Perchel, con gran densidad de centros comerciales (Vialia y Larios) y con la opción de seguir viaje en tren o en autobús. Esto es lo más cerca que estará del Centro, de momento.
Lo hará con unos tiempos de viaje claramente mejores que en el vehículo privado, sobre todo cuando se le añade el necesario para encontrar aparcamiento. Por poner solo algunos ejemplos, un universitario que viva en la zona de Huelin tardará 14 minutos en llegar hasta la Facultad de Medicina (donde se encuentra la estación Universidad). Y apenas tres minutos más hasta el hospital Clínico. Desde el Perchel al citado centro médico son 12 minutos. Y desde Portada Alta hasta el palacio de los deportes, un cuarto de hora.
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Son tiempos reales y fiables, de punto a punto, al no estar marcados por los problemas de la circulación. En días y horas laborables pasará un tren cada siete minutos y medio; y lo hará cada diez por las tardes y los fines de semana. Los viernes, sábados y vísperas de festivos abrirá siempre hasta la una y media de la madrugada. Además, se crearán turnos especiales en fechas señaladas, como la Semana Santa, la feria, la Navidad e incluso eventos deportivos y culturales destacados.
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Sin intercambio con la EMT
Con estos mimbres, sus 17 estaciones aspiran a captar a unos tres millones de pasajeros en los cinco meses y medio que restan hasta el final de 2014. No es fácil, máxime cuando el servicio y sus posibilidades son desconocidas para la gran mayoría de los ciudadanos. Salen aproximadamente a medio millón de viajeros al mes, casi 17.000 al día (sin tener en cuenta la diferencia de uso entre semana y los sábados y domingos). Otra forma de decirlo: más de 8.000 personas tendrán que hacer a diario el viaje de ida y vuelta para ir a trabajar, a estudiar, al médico...
El objetivo es alcanzar entre cinco y seis millones cuando cumpla el primer año completo. Una previsión conservadora, revisada a la baja y lastrada por factores tales como que en los primeros momentos no se podrán hacer transbordos con los autobuses de la EMT, aunque sí con los del Consorcio de Transportes metropolitanos. A pesar de las discrepancias, ambos medios están llamados, tarde o temprano, a ir de la mano y no hacerse la competencia mutuamente, sino a trabajar juntos para arrebatarle protagonismo al vehículo privado, que es su verdadera razón de ser.
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Rápido y barato
Algunos se preguntan por qué se inaugura en estas fechas del inicio del verano, y también tiene su razón. De una parte, se pretende que los estudiantes universitarios, que son uno de sus principales públicos potenciales, puedan hacerse con los servicios y buscar piso, en caso necesario, cerca de una estación. También se prefiere un periodo vacacional, para que se puedan resolver los posibles ajustes necesarios con una menor incidencia para el público y al tráfico, en la zona en superficie).
Otro factor que hay que tener en cuenta es que todas las nuevas infraestructuras (y más en un salto tan grande como este) necesitan un periodo de adaptación de los potenciales viajeros, que algunos expertos en movilidad cifran entre seis meses y un año (véase lo que ocurrió con la hiperronda de circunvalación, que estuvo casi vacía durante varias semanas). De ahí la oportunidad de comenzar a rodar en el trazado en V, con vistas a que a mediados de 2016 ya llegue hasta El Corte Inglés, lo que situará al metro en una poición privilegiada ante grandes eventos como la Semana Santa, la feria y la Navidad.
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Con este objetivo, el precio se ha tomado como un arma clara de competitividad, especialmente para quienes se decidan a dejar el coche aparcado en casa y subirse al metro. Las tarifas son, junto con las de Sevilla, las más bajas para un transporte metropolitano en España. Costará 1,35 euros el billete sencillo y 0,82 euros si se utiliza el bonometro. Los transbordos desde autobuses interurbanos se cobrarán a 0,66 euros. Como comparativa, el de Madrid (siempre salvando las distancias, porque existen bonos mensuales y otras modalidades) cuesta 1,22 euros si se adquiere el tique de diez viajes. Y en Barcelona, con las mismas condiciones, es de 1,03 por trayecto.
La primera fase está lista para arrancar. A partir de ahora, serán los malagueños que tengan acceso al nuevo medio de transporte los que decidan si les compensa subirse al metro.
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