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M. Ángeles González
Lunes, 7 de julio 2014, 18:03
En una ciudad en la que el cemento y el asfalto dominan el paisaje, son las calles más cotizadas en verano. Cuando el sol pega de lleno y el mercurio empieza a subir, adentrarse en ellas es como llegar al paraíso, como encontrar un oasis en medio del desierto. De hecho, hay quien las ha bautizado como 'oasis urbanos'. Son vías, avenidas y paseos que ofrecen las mejores sombras de Málaga, ya sea por sus dimensiones, situación u orientación -como ocurre en la céntrica calle Fresca, cuyo nombre ya lo dice todo- o bien por su frondosa vegetación, compuesta por árboles que forman auténticas bóvedas naturales bajo las que uno puede resguardarse del 'Lorenzo' y sentarse o caminar evitando los efectos del intenso calor de estos días.
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Los paseos de Limonar y Miramar, Paseo de Reding, Paseo del Parque, calle Esperanto, Ingeniero de la Torre Acosta, Tomás Echevarría de Huelin o la calle Carlos Rein, junto a la Tabacalera, son algunas de las vías de la capital en las que los grados bajan cuando el sol se encuentra en su máximo apogeo. Las frondosas copas de sus árboles hacen de sombrillas o de impresionantes toldos vegetales cuando se entrelazan de extremo a extremo.
Es lo que ocurre en la calle Ingeniero de la Torre Acosta, frente a la mezquita y la sede provincial de la Seguridad Social. Trescientos metros de sombra proporcionada por ficus que cada día recorren diez veces por sentido Juan Fernández y su mujer. «Andar es saludable y nos gusta pasear, espero que no nos quiten nunca este privilegio», señala este malagueño de 75 años, que recuerda cuándo plantaron los árboles, «hace 40 años». A pocos metros de este matrimonio, Araceli Luque pasea con su cuidadora. Con 96 años cumplidos, esta mujer se niega a sentarse en la silla de ruedas, que prefiere empujar. «Esto es una maravilla y un lujo, si no fuera por esta avenida no podría salir de casa en verano a dar un paseo», apunta.
En la calle Esperanto Francisco Arias habla con orgullo de los árboles de la especie Tipuana tipú que él y otros vecinos plantaron en los años 80 «para poder tener sombra». Algunos han desaparecido y otros se han repuesto. Conviven con varios ficus que permiten refugiarse de las altas temperaturas al tiempo que se disfruta de una brisa perenne en esta vía. «Aquí siempre hace fresquito», dice este malagueño, que afirma que la resina de las flores que caen a la acera ha generado críticas por parte de algunos vecinos debido a la suciedad.
Expertos en esquivar el sol
En busca de la sombra en pleno centro, tras recorrer la Alameda por su parte central, en el lateral del Parque junto al Paseo de los Curas se dan cita cada día unos jubilados expertos en esquivar los rayos de sol. «Vivo en Eugenio Gross y me pilla más cerca la calle Ingeniero de la Torre Acosta, que también está muy bien, pero vengo hasta aquí para pasar un rato con mis amigos», cuenta José Pérez, de 79 años. «Esto es magnífico, quedan pocos lugares como este», añade otro pensionista.
Un poco más adelante un grupo de jóvenes desayunan en los bancos mientras observan la frondosa vegetación, a los ciclistas que recorren el paseo, turistas y alguna que otra madre con un carrito de bebé. «Estamos de paso, hemos visto que aquí se está fresquito y hemos parado para tomar un tentempié», explica uno de los monitores de la asociación Los Girasoles de Ara, que atiende a personas con discapacidad.
Se acercan las horas de mayor radiación solar, pero en el Paseo de Reding apenas se nota. Los ficus crean una bóveda natural hasta el comienzo de la Avenida de Príes, todo un refugio para los malagueños que huyen del calor. «Menos mal que el metro no pasa por aquí, porque entonces los hubieran quitado», dice aliviado Juan Carlos Naranjo, propietario de un quiosco.
Ya en la zona Este, las calles más frescas son el Paseo del Limonar y el de Miramar. «A mí me vienen estupendamente, ojalá hubiera más como estas», señala una empleada de Correos que trabaja en ese área desde hace 11 años.
En la parte Oeste de la capital dos de las calles con mejores sombras se encuentran en el barrio de Huelin. La más conocida por los vecinos es Tomás Echevarría. «Esto es gloria, es vida. Disfrutar de una calle con árboles, flores y bancos es un lujo», señala Mariano, a quien unos problemas de salud no le permiten andar más de cien metros seguidos pero aún así no perdona su paseo diario.
Más escondida, junto a la Tabacalera, está la calle Carlos Rein, en la que sus ficus proporcionan una buena sombra en un primer tramo hasta llegar al paseo marítimo, la playa, y de nuevo el sol.
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