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«Llegué para restaurar cosas, pero la parte social de la escuela taller me acabó enganchando»

«Llegué para restaurar cosas, pero la parte social de la escuela taller me acabó enganchando»

El parejador de la Catedral y director de la Escuela Taller, Fernando Ramos, ha formado ya a más de 400 artesanos

José Vicente Astorga

Lunes, 7 de julio 2014, 01:37

«La Catedral no está enferma, sólo necesita un buen mantenimiento», dictamina el hombre que se siente el geriatra del edificio más formidable de la ciudad. Desde principios de los ochenta es su aparejador de fábrica, un puesto que llevaba vacante dos siglos. Conoce cada rincón de sus piedras y su historia y eso fue clave en su fichaje también como director de la Escuela Taller, un proyecto de 1997 tan sólido que ha sobrevivido, como él mismo, a cuatro obispos, dos alcaldes, y a una legión de ministros y consejeros. A finales de julio concluye la quinta promoción y serán ya más de 400 alumnos los que además de aprender oficios orfebrería, cantería, ebanistería, diseño han podido en estos años restaurar un curriculum escolar con demasiadas goteras para salir a flote en el mercado laboral. A ellos, la Escuela Taller les cambio la vida y también a él mismo, que se confiesa feliz y alérgico a la jubilación a sus 73 años.

¿Es usted la persona que mejor conoce la Catedral?

No lo sé. Hay muchas personas que la conocen muy bien, pero seguro que soy la que más la ha vivido. Cuando me preguntan cuál es mi trabajo, les digo: yo soy el geriatra de la Catedral, que para mí es una obra paralizada, no inacabada.

¿Cuál es la gran singularidad arquitectónica del edificio?

Sus pilares, que están en el límite de la esbeltez, ese compromiso entre altura y sección media. Y no tiene tres naves, como se dice, yo digo que tiene cinco: las tres internas a la misma altura y luego una cuarta, perimetral, destinada a las capillas.

¿En qué trabajó antes?

Yo soy aparejador, pero hice de todo. De joven, entre los 16 y 22 trabajé como orfebre en Sevilla, también fui tornero. Ya en Málaga, como perito, trabajé en la empresa Genco año y medio. Y luego estuve 18 años en Rumasa, en todo tipo de obras: en Barcelona, Sevilla, Canarias, Baleares promociones y hoteles por todos lados. En Málaga, terminé como delegado de la inmobiliaria de Rumasa hasta la hecatombe de la expropiación, que me despidieron.

¿Imagino que invertiría dinero en el fiasco de la Nueva Rumasa?

No, aunque conozco gente cercana a Ruiz-Mateos que sí. Con todo el respeto, tengo que decir que todos los que trabajamos a su lado aprendimos a cómo actuar y trabajar en una gran empresa. Era un hombre trabajador y generoso con los empleados. Creo que lo que ha pasado en esta última fase ha sido más cosa de los hijos, pero no sé. No lo entiendo. A veces he pensado que como el Estado le debe tanto dinero le ha dejado hacer lo que ha querido. Menos tres o cuatro juicios, los jueces le dan la razón. Hace unos años, en Madrid, tomé un café con él y le dije: José María: con ésta van a ser tres las veces que tenga que pagarte. Primero, me costó aceptar la oferta para trabajar contigo, luego me harté de trabajar para poner Rumasa grande y luego con mis impuestos se pagarán en el futuro las indemnizaciones por expropiaciones mal valoradas.

¿Es verdad que las escuelas taller fueron una idea de Peridis, el humorista gráfico y también arquitecto?

Así es. Lo conozco personalmente y vino aquí a dar charlas incluso. Seguí todo aquel proceso que empezó en Aguilar de Campoo, en Palencia, donde se pusieron a clasificar elementos de construcciones casi derruidas. La reconstrucción y mantenimiento de monumentos fue más tarde y nosotros nos apuntamos a esa idea.

¿Usted trabaja en esta Escuela desde el principio?

Sí. Yo me incorporo a principios de 80 por mi relación con el deán García Mota. Ya venía trabajado desde hacía años con la diócesis en reformas de iglesias y me nombran aparejador de fábrica. Más tarde, en el 97, llegaría el tema de la Escuela primero en colaboración con el INEM, luego con el SAE y de ahí recientemente hemos pasado a Educación. La Escuela ha puesto la mano en todo, pero la cosa se ha puesto ahora cuesta arriba.

¿Le preocupa el futuro ?

Fíjese con La Cónsula. Ahora todo este tema está en tela de juicio porque quieren hacer lo que en Alemania, la formación profesional dual, pero sería una pena, y además, hay oficios como estos para los que no hay tantas empresas donde aprender. Esto es un taller de verdad. Aquí, el que llega tarde no cobra ese día, es un lugar donde los chavales están los primeros seis meses con una beca de asistencia y luego con un contrato y cobran más de 500 euros.

¿Qué es lo que más le gusta de su labor aquí?

Reconozco que la Escuela ha terminado cambiándome. Es algo que te engancha. Yo empecé con el objetivo de terminar obras, de restaurar cosas... pero la parte social me acabó enganchando, ver que unos chavales casi en riesgo de exclusión social, muchos con problemas para tener una formación escolar, evolucionan personalmente, en capacidad y en todo. Algunos llegan apenas sabiendo escribir y aquí han sacado la ESO y se han convertido en auténticos trabajadores. Me conformo con eso, con que sepan que nadie irá a su casa a decirles que el lunes vayan a tal sitio que fulanito les dará trabajo. Eso es algo que uno cada día debe construir día a día. La Escuela Taller era una tabla de salvación para quien se quedaba atrás cuando la construcción estaba boyante. En esa época buena había hasta un 108 por ciento de inserción, como yo le comentaba al delegado de la Junta. ¿Pero cómo vas a colocar a más del cien por cien?, me decía. Pues muy sencillo: algunos alumnos se iban a mitad y esas plazas las ocupan otros nuevos. Ha habido gente que trabaja en puestos en grandes empresas y otros que montaron su propia empresa. Este año, pese a lo mal que está todo, ya llevamos cinco colocados.

¿Ha cambiado mucho el perfil del alumnado?

Muchísimo. Ahora, al no haber trabajo, hay quienes se meten para aprender un oficio mientras les sale algo y acaban enganchados.

¿Imagina todo lo que se podría haber hecho en este terreno con el dinero que en Andalucía se ha despilfarrado en formación?

Se podría haber hecho muchísimo. Recuerdo que en la época del ministro Manuel Pimentel, en la segunda Escuela se firmó un acuerdo entre el Ministerio, el Ayuntamiento y el Obispado para hacer un centro permanente, pero aquello se quedó sólo en el papel.

¿Tienen ahora problemas económicos?

En realidad la escuela que termina ahora en julio corresponde a un presupuesto de 2011. Empezó a funcionar en 2013 después de un año, 2012, en que no hubo actividad. Hasta ahora ha habido siete escuelas: las cinco Obispo Molina Lario y dos Antonio Ramos, que fue el último aestro mayor de la Catedral en el siglo XVIII.

¿Algo así como el jefe de mantenimiento?

En cierta forma. Es un puesto que se había perdido cuando siempre ha existido un consejo de fábrica para los periodos de inactividad de obras. El primer periodo de obras fue de los años 1528 y 1588. El segundo empezó en 1721 y continuó hasta 1782. Ahora seguiremos en él aunque ahí está la labor de 17 años de la Escuela Taller.

Unos 120 años en total de obras.

Dos periodos prácticamente iguales. La Catedral es una obra inacabada, pero no solo por la torre. Esa historia de la guerra americana... La Catedral se costea derivando el arbitrio por mercancías que salían por el puerto. Lo del dinero para la aquella guerra como causa es una gran mentira o verdad a medias. Los viñeros se quejaban de que se gastaba el dinero del arbitrio en la Catedral mientras el puerto seguía parado. Con la Guerra de la Independencia el Cabildo presta dinero a la guerra, y esa misma cantidad la regala el obispo Molina Lario de su bolsillo, pero cuando el marqués de Floridablanca le hace la liquidación al Cabildo les dice que se han gastado más dinero del previsto y no devuelve nada.

Siempre Hacienda detrás.

Más o menos. Luego viene todo ese abandono. Se deterioró mucho en la guerra civil, en que se ocupó. En el archivo Temboury se ven fotos de capillas convertidas en cuadras, retablos que se destrozan para cocinar o calentarse. No se hace nada después. Fíjese que cuando aparezco aquí, a finales de los 70, había 24 contratos de luz: cada capilla tenía el suyo. A principios del siglo XX la Catedral estaba a oscuras y las vidrieras llenas de mierda. Ahora es luminosa, además de iluminada.

Cómo recuerda ahora la polémica por el tejado ante los problemas de goteras.

Se dijeron muchas mentiras y tonterías. Llegó a haber arquitectos insignes que decían que la Catedral nunca tuvo proyecto de tejado. Y mire, aquí tengo copia del proyecto de Ventura Rodríguez, de hace ahora 350 años. En el año 2000, el arquitecto Álvaro Mendiola y yo cogemos este proyecto y lo llevamos a estructura de hoy. Así se iban a emplear aquellos 110 millones de pesetas que se recaudaron en la ciudad.

En la célebre campaña de las monedas con Villalobos de alcaldesa.

Cierto. Queríamos una estructura más liviana y un tejado de teja curva. Con ese dinero se hubiera hecho sobradamente.

Pero la Junta dijo no.

Fue así. Incluso la Academia de San Telmo nos preparó el tema con mucha alegría, pero luego todo el mundo se echó atrás, que si se perdía la visión de las bóvedas, de la quinta fachada, que si los aleros se iban a ver, algo que no era verdad. Ahí está el tejado de la Aduana, por ejemplo. ¿Desde dónde no se ve? O súbase usted a la Catedral y fíjese en que ya no existen los tejados de Málaga, sobre todo los del entorno. Había que haberlos conservado. Hoy lo que hay son moles de aire acondicionado. Tengo escrito, pero aún sin publicar, un pequeño trabajo Réquiem por los tejados de Málaga, denunciando todo esto.

¿Es una chapuza la solución para impermeabilizar la cubierta?

Sí y no. No es una chapuza, pero no es el proyecto válido para un edificio isostático, que se mantiene a sí mismo en razón de su peso y de una estereotomía magnífica de la piedra. Es como esos juegos de arquitectura de colorines que teníamos de niños, donde todo se caía a poco que se moviera la mesa. Y a la Catedral, si le ponemos una carcasa rígida y frágil, se raja. Toda la cerámica del recubrimiento esta craquelada como una granada. Hubiera preferido una actuación más ligera para las visitas a la cubierta, por que después de gastar 1,8 millones si al final se retoma el tejado resultará un dinero mal gastado. Yo defendí una solución menos costosa.

Pero permitirá más visitas turísticas y más ingresos

Eso creo. Bueno, a mí poco menos que me echan con un látigo cuando dije al Cabildo que había que cobrar las visita a la Catedral. Y eso que había meses que no había dinero para pagar la luz. En Málaga se cobra menos por entrada que en ninguna.

¿Qué le parece que la Junta obligara a la Iglesia a días de entrada gratuita?

Bien. Se determinaron unos días de acceso libre y son días de visita gratuita, pero aquí terminamos un debate y empezamos otro, como con la mezquita de Córdoba, con la polémica de si la titularidad deber ser civil o de la Iglesia. Pero, vamos a ver, si se hizo sobre el derribo de la iglesia de San Vicente y antes había una paleocristiana. De hecho, cerca del capitel de muchas columnas de la Mezquita hay una cruz casi borrada del primitivo templo visigodo.

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