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Félix Herce, con camisa blanca, en plena euforia con otros agraciados en 2002. JAVIER LOSANTOS
Una ilusión loca, cuando toca

Una ilusión loca, cuando toca

Un panadero riojano y un lotero alavés cuentan qué les pasó después de ser bendecidos por el bomb0. Una pista: algunos premios vienen con resaca

icíar ochoa de olano

Madrid

Lunes, 18 de diciembre 2017

Lo más probable, de largo, es que ni usted ni yo sepamos nunca qué tipo de erupción se desata, epidermis adentro, cuando los niños cantores de San Ildefonso hilan con sus voces el número de cinco cifras que tiene impreso su décimo; qué cara se ... les queda a los amigos y los conocidos cuando la buena nueva corre como el cava y se enteran del brusco arreón financiero; qué ocurre cuando, al fin, uno se queda a solas con su fortuna y con las fantasías de reencarnarse en Aristóteles –Onassis, por supuesto– y cabalgar la vida a toda vela; o qué queda del botín dos y tres lustros después de que el bombo mágico rodara... No es fácil encontrar quien lo cuente. Mientras que la versión anglosajona de Loterías y Apuestas del Estado llena páginas con los nuevos suertudos británicos, sus sonrisas exultantes y los pormayores de sus historias personales, sus homólogos en España se resisten. Prefieren hundir su privilegiado estatus de millonarios en la discreción, quizá en un intento de ahuyentar el tan cacareado pecado nacional de la envidia. El riojano Félix Herce y el alavés Carlos Resa –860.000 euros de la década pasada entre pecho y espalda– dan la cara. No hay yates, ni felicidad maciza, pero tampoco agujeros. La suerte casi nunca viaja sola.

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