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Madrid
Lunes, 26 de julio 2021, 23:30
Europa es desde hace doce días rehén de una catástrofe climática que se resiste a dar tregua. Las lluvias torrenciales que a mediados de mes sembraron la devastación en el noroeste del continente y costaron la vida a más de 200 personas, la mayoría en ... Alemania, han vuelto a hacerse sentir. El diluvio, especialmente dramático en Londres y Bélgica este fin de semana, dejó paso al caos en cuestión de minutos, con calles anegadas, autobuses bloqueados, coches arrastrados, casas cubiertas de lodo y hospitales, como el Whipps Cross y Newham de la capital británica, que tuvieron que derivar a sus pacientes a otros centros al ver cómo el torrente de agua se apoderaba de sus salas de urgencias. Afortunadamente, en esta ocasión no se han contabilizado víctimas mortales.
«Aún estamos aquí si nos necesitas, pero para ayudarnos mientras arreglamos las cosas, si es posible, acuda a otro hospital vecino», pedían el domingo en redes sociales los responsables del Newham mientras en el de Whipps Cross admitían «problemas operativos debido a las fuertes lluvias» que les impedían funcionar con normalidad. La situación no era mejor en casas, carreteras y estaciones desde donde la población intentaba contactar con los Bomberos londinenses, que recibieron en pocos minutos cerca de 300 llamadas, según detalló la BBC.
La típica escena que ofrecen a diario a los visitantes los característicos autobuses rojos de dos pisos de la capital británica también se vio de golpe sustituida por otra en las que quedaban bloqueados por las aguas. En el sur de la ciudad, la Policía tuvo que cerrar al tráfico una calle completamente inundada, así como varias estaciones. Entretanto, en áreas como Hackney, Stratford o Newham decenas de coches eran arrastrados, como pudo verse en imágenes que los atónitos viandantes compartían en Internet.
En Bélgica, donde las inundaciones del pasado 14 y 15 de julio causaron 36 muertos, siete desaparecidos y cuantiosos daños, en especial en las localidades de Lieja y Verviers, el drama se repitió la noche del sábado. Aunque las tormentas volvieron a golpear la región sureña de Valonia, la peor parte se la llevaron esta vez Namur y, sobre todo, Dinant. «En menos de 20 minutos, el agua cayó. Se convirtió en un torrente y se llevó todos los coches», contaba a medios locales Pierre Coleau, uno de sus residentes. «El agua entró en mi salón y en mi sótano. Arrasó con todo, todo fue barrido», añadía Andy Martínez, otro vecino.
En Dinant, donde todavía el domingo permanecían varias calles cerradas al tráfico, sus habitantes se afanaban ayer en limpiar los destrozos, al igual que en Namur, donde el río se desbordó al registrarse precipitaciones de entre 36 y 54 litros por metro cuadrado. Una vez más las imágenes de familias belgas achicando agua de sus casas, retirando barro y lodo y deshaciéndose de gran parte de sus pertenencias al quedar inutilizables se sucedía por segunda vez en menos dos semanas. Desplegado por el Gobierno, el Ejército colaboraba en estas tareas para evitar la desatención que suscitó críticas días atrás.
Aunque en menor grado, en el cantón suizo de Lucerna también se registraron daños el fin de semana por lluvias que vinieron acompañadas de granizo y más de 35.000 rayos. La amenaza de nuevas inundaciones, como advierten los servicios meteorológicos, no ha desaparecido. Se prevén precipitaciones en los próximos días. De hecho, Valonia está en alerta amarilla ante la posibilidad de que se registren otra vez fuertes tormentas.
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