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Adoquines y chapas metálicas recuerdan por todo Berlín el lugar donde estuvo el Muro. S. Sola
30 años de la caída del Muro de Berlín: la herida cicatriza

30 años de la caída del Muro de Berlín: la herida cicatriza

El trozo de Telón de Acero que partió Alemania en dos fue derribado en 1989, pero el 'muro mental' y la desigualdad económica se resisten a desaparecer

INÉS GALLASTEGUI

Miércoles, 6 de noviembre 2019, 01:04

De inmediato. Sin demora». Günter Schabowski no lo sabía entonces, pero con esas palabras cambió el rumbo de la historia de Alemania, Europa y el mundo. El portavoz del Partido Socialista Unificado anunció ante decenas de periodistas la decisión del Comité Central de permitir a los ciudadanos de la República Democrática Alemana salir del país con permiso de la Policía, pero sin necesidad de alegar ningún motivo en particular. No era lo acordado, pero ya era tarde para rectificar. Eran las 18.53 del 9 de noviembre de 1989 y en las horas siguientes decenas de miles de personas traspasaron la frontera sin papeles, jaleadas por sus vecinos del Oeste, en medio de una fiesta multitudinaria. Los soldados ni siquiera intentaron evitarlo. La emoción inundó la ciudad y nada volvió a ser como antes. En los meses siguientes los cambios se sucedieron a velocidad de vértigo: en octubre de 1990 las dos Alemanias ya eran una sola nación y en diciembre de 1991 el Telón de Acero caía para siempre. Hoy queda poco de aquellos 156 kilómetros de ignominia, pero Berlín enseña las cicatrices sin vergüenza y sus calles son una lección de historia. «Las heridas no pueden sanar sin la verdad», asegura a este periódico Anna Kaminsky, que dirige la Fundación para la Investigación de la Dictadura de la RDA. Sabe lo que dice: ella nació en el Este pocos meses después de la construcción del Muro y nunca conoció a su padre, que había quedado al otro lado.

Berlín enseña sus cicatrices en el 30º aniversario de la caída del Muro. La ciudad es una lección de historia y un ejemplo de memoria

Los sucesos de noviembre asombraron al mundo hace treinta años. «Fue una sorpresa. Nadie esperaba que ocurriera así», subraya Ricardo Martín de la Guardia, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Valladolid y autor del libro 'La caída del Muro de Berlín' (ed. Esfera de los Libros, 2019).

Era insólito ver a un montón de alemanes llorando de alegría, repartiendo besos y abrazos a conocidos y desconocidos. «Aquel día se reunieron familiares y amigos que llevaban años sin verse», justifica Juan Carlos Barrena, corresponsal de este periódico en Alemania. «La gente cree que los alemanes somos muy racionales, pero a lo largo de nuestra historia hay muchos ejemplos de cómo se ha abusado de las emociones de la gente con fines perversos», apostilla Kaminsky, rodeada de carteles con palabras como 'miedo', 'orgullo', 'frustración' y 'confianza', una de las muchas exposiciones que su fundación difunde por todo el país.

Una familia partida en dos por el Muro

Una familia partida en dos por el Muro

El padre de Anna Kaminsky (Gera, 1962) era sueco y no tenía permiso para viajar al país; su madre, alemana, no podía salir. «Mi familia quedó dividida. Nunca conocí a mi padre. Murió antes de que cayera el Muro», explica esta investigadora, que hoy dirige la Fundación para el Esclarecimiento de la Dictadura en la RDA. «Mi infancia fue feliz, pero viví las restricciones, la falta de derechos y de libertad».

Regalos para los niños del 'otro lado'

Regalos para los niños del 'otro lado'

Werner Bast (Kiel, 1950)no tenía familia o amigos en la RDA, pero recuerda que en clase preparaban paquetes de Navidad con chocolates y pequeños regalos para los niños del Este. Cuando lo visitó por primera vez, le pareció otro planeta: los chavales flipaban con el velcro de sus ropas y no había dónde gastar el dinero. «Los soldados de la frontera lo miraban todo. Iban armados y con perros. Teníamos miedo», recuerda.

Un historiador español a pie de calle

Un historiador español a pie de calle

El madrileño Daniel Punzón se graduó en Historia y Filosofía y lleva cinco años enseñando a los turistas Berlín y el campo de concentración de Sachsenhousen, tanto en 'free tours' –en los que los visitantes pagan la voluntad– como en rutas pagadas. «Hay mucho más interés en el mundo anglosajón, donde la gente de la generación de mis padres vivió de cerca la Guerra Fría y fue educada en el miedo a Rusia y a China», explica.

Excursión al pasado con el instituto

Excursión al pasado con el instituto

A sus 18 años, Vanessa está impresionada al conocer las historias del Palacio de las Lágrimas, un pabellón usado como aduana de la vía férrea junto a la estación de Friedrichstrasse. Aquí se despedían padres e hijos, hermanos o amantes divididos por la fuerza, de ahí el nombre. «La separación era horrible. Espero que algo parecido nunca vuelva a ocurrir», recuerda la joven, que viene de un pueblo cerca de Heidelberg.

Tres décadas cruzando fronteras

Tres décadas cruzando fronteras

Juan Carlos Barrena (Bilbao, 1959) estudió un curso en casa de sus tíos en Berlín con 13 años e hizo amigos en Potsdam. Una década después se instaló allí como periodista de la Agencia Efe y en 1984 pasó escondido un ejemplar de '1984' de Orwell a sus colegas del Este. Se subió a la Puerta de Brandemburgo para celebrar la caída del Muro. Cuando se desintegró la RDA, descubrió que la Stasi lo tenía fichado por sus idas y venidas.

Camisetas y trozos de Muro de recuerdo

Camisetas y trozos de Muro de recuerdo

La berlinesa Elke Janaschek es dependienta de una tienda de souvenirs en el céntrico distrito de Friedrichstadt. «Lo que más piden los turistas son camisetas de Berlín y lo segundo, trozos del Muro», explica. Asegura que esos fragmentos, a 4,99 euros con imán, son auténticos, aunque han sido pintados de diferentes colores después para hacerlos más bonitos. Más de 13 millones de turistas visitaron la ciudad en 2018.

Pero también es cierto que en los meses anteriores a la caída del Muro muchas cosas estaban cambiando. Ante el impulso reformista de la Perestroika de Gorbachov a partir de 1985, el régimen de la RDA dirigido con mano de hierro por Erich Honecker reaccionó con más ortodoxia marxista-leninista y más represión de la Stasi, lo que empeoró la economía, generó más descontento y aceleró el éxodo de la población más joven y preparada.

Las primeras brechas en el Telón de Acero en Polonia, Checoslovaquia y Hungría facilitaron la huida de decenas de miles de alemanes orientales a través de las embajadas de la RFA en esos países de un bloque que empezaba a resquebrajarse. Después de que Budapest iniciase el desmantelamiento de su verja en mayo, aquel verano quedaron abandonados junto a la frontera austrohúngara cientos de 'trabis', los cochecitos comunistas que tantos años de lista de espera les había costado conseguir a sus dueños.

En la propia RDA surgieron organizaciones opositoras que celebraron multitudinarias manifestaciones, especialmente tras la conmemoración del 40º aniversario de la república el 7 de octubre, una ceremonia triunfalista en la que, sin embargo, fue evidente la falta de sintonía entre Moscú y Berlín.

Un escaparate en la tele

«En las elecciones municipales de primavera, con un 99% de apoyo al Frente Nacional, la población fue más consciente que nunca del fraude», recuerda Barrena, que se instaló en Berlín en 1982 como redactor de la Agencia Efe. El 'maquillaje' del régimen a la brutal represión en la plaza china de Tiananmen también causó indignación. «Los alemanes del Este veían la tele de la RFA: los informativos, los programas, los anuncios... Soñaban con eso, porque su oferta de consumo era una vigésima parte. Y eso que eran el escaparate del bloque socialista», subraya el corresponsal, que también trabaja en Deutsche Welle, el servicio de radiodifusión internacional de Alemania.

«Abrir el muro fue una decisión táctica, no humanitaria, que tenía como finalidad acabar con la presión popular y mantener con vida al régimen», aseguraría después Günter Schabowski, uno de los pocos dirigentes del régimen que hizo autocrítica. El Gobierno intentaba evitar la sangría de población y, para ello, había aprobado un procedimiento que debía iniciarse a la mañana siguiente para que los ciudadanos con pasaporte –solo 4 de los 16 millones– pudieran solicitar la salida del país, temporal o definitiva. Solo pretendía ganar tiempo, pero Shabowsky no había estado en la reunión y el entonces presidente, Egon Krentz, le entregó la documentación sin explicaciones. Cuando un periodista le preguntó cuándo entraba en vigor la medida, el portavoz ojeó los documentos, despistado, y pronunció aquella frase que le haría famoso: «Sofort, unverzüglich!».

Arriba, muchos jóvenes desconocen el significado del Muro de Berlín y lo consideran un bonito fondo en las fotos y vídeos de las redes sociales. Abajo, a la izquierda, Un grupo de jóvenes visita el Memorial del Muro. A la derecha, Treptower Park rinde homenaje a los soldados soviéticos. S. Sola
Imagen principal - Arriba, muchos jóvenes desconocen el significado del Muro de Berlín y lo consideran un bonito fondo en las fotos y vídeos de las redes sociales. Abajo, a la izquierda, Un grupo de jóvenes visita el Memorial del Muro. A la derecha, Treptower Park rinde homenaje a los soldados soviéticos.
Imagen secundaria 1 - Arriba, muchos jóvenes desconocen el significado del Muro de Berlín y lo consideran un bonito fondo en las fotos y vídeos de las redes sociales. Abajo, a la izquierda, Un grupo de jóvenes visita el Memorial del Muro. A la derecha, Treptower Park rinde homenaje a los soldados soviéticos.
Imagen secundaria 2 - Arriba, muchos jóvenes desconocen el significado del Muro de Berlín y lo consideran un bonito fondo en las fotos y vídeos de las redes sociales. Abajo, a la izquierda, Un grupo de jóvenes visita el Memorial del Muro. A la derecha, Treptower Park rinde homenaje a los soldados soviéticos.

En los meses siguientes aquel trozo del Telón de Acero fue pisoteado, derribado, machacado y triturado con la rabia acumulada durante sus 28 años de existencia. El deseo de cambio se expresó en las primeras elecciones democráticas, el 18 de marzo de 1990, en las que la Alianza por Alemania –versión oriental de la conservadora CDU/CSU– obtuvo el 48% de los votos, los socialdemócratas el 22% y el PDS, heredero de los comunistas, el 16%. «Somos un pueblo», dijeron los alemanes. La reunificación del 3 de octubre de aquel año, liderada por el canciller Helmut Kohl y bendecida por George W. Bush y Mijail Gorbachov, supuso de hecho la absorción de la RDAy su entrada automática en la Comunidad Económica Europea.

Aunque en un primer momento la gente atacó el Muro con picos, martillos, mazas y barras de hierro con intención de derribarlo, los trozos enseguida se convirtieron en objetos preciados. «El 10 de noviembre ya había una oferta para comprar piezas», recuerda Anna Kaminsky, coautora del libro 'El Muro de Berlín en el mundo'. A finales de año el Gobierno de la RDA vio una oportunidad para enjugar sus maltrechas finanzas y decidió vender aquella construcción políticamente obsoleta pero económicamente valiosa. Unos 600 segmentos fueron enviados a otros países como parte de monumentos y memoriales.

Al verano siguiente se adjudicó la demolición oficial. Empresas privadas se quedaron con los escombros de hormigón y acero que, una vez procesados, sirvieron como materia prima en la industria de la construcción. «Una de las autopistas que unen el Este y el Oeste fue construida con ese material –recuerda Kaminsky–. El Muro levantado para separar a familias y amigos sirvió para unir el país. Mucha gente que pasa por esa carretera no lo sabe».

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1961 el Muro 1989

  • El Berlín de Yalta Los aliados se repartieron la Alemania derrotada en la Segunda Guerra Mundial en la Conferencia de Yalta, en noviembre de 1945. Berlín, rodeada del territorio asignado a Moscú, quedó partida en cuatro sectores controlados por Estados Unidos, Reino Unido, Francia y la URSS, pero pronto empezaron las tensiones entre el bloque capitalista y el comunista.

  • Al borde de la tercera guerra El 25 de octubre de 1961 un diplomático norteamericano fue interceptado en el Check Point Charlie cuando iba al teatro en Berlín Este. Comenzó una escalada de tensión y los mandos de EEUUy la URSSenviaron sus tanques a la frontera. El mundo estuvo 18 horas al borde de la guerra nuclear, hasta que Kennedy y Kruschev ordenaron la retirada de sus fuerzas.

  • 3,5 millones de ciudadanos del Este, la mayoría jóvenes, escaparon al Oeste entre 1945 y 1961, según el historiador Hans-Hermann Hertle. Unas 76.000 personas vivían en el lado comunista pero trabajaban en el capitalista. La RDA, modelo para el bloque soviético, estaba al borde del colapso económico.Una operación secreta

  • Una operación secreta El domingo 13 de agosto de 1961, de madrugada, 40.000 soldados rodearon Berlín Oeste con alambradas y en un par de días un ejército de obreros ya había levantado una tapia de ladrillos coronada de púas de 156 km: 43 km partiendo en dos la ciudad y 113 km separando los sectores capitalistas de la RDA. Para evitar fugas –la primera fue la del soldado Conrad Schumann saltando la concertina el día 15–, el 'muro de protección antifascista' fue creciendo en complejidad. En 1989 era una franja de entre 10 y 500 metros de anchura formada por dos tapias (interior y exterior) de 3,6 metros de alto, 300 torres de vigilancia con soldados y perros, alambradas, fosas y defensas antitanque, focos y un área de seguridad a la que nadie podía acercarse sin ser tiroteado.

  • 138 personas murieron tratando de cruzar el Muro. El más famoso es Peter Fechter, un peón de 18 años al que en 1962 los soldados dispararon y dejaron agonizar. Su amigo sí lo logró. Un monolito en el lugar exacto donde cayó le recuerda: «Solo quería la libertad». La última muerte ocurrió en 1989.

  • 5.075 personas lograron escapar a través del Muro, incluidos 500 soldados desertores. Algunas personas saltaron desde sus ventanas al otro lado, hasta que las aberturas fueron tapiadas o las casas demolidas. Un maquinista robó un tren para atravesar la frontera con su familia y 32 despistados pasajeros. Hubo fugas por túneles –el más exitoso, de 145 metros, permitió escapar a 57 individuos– y boquetes en la pared abiertos con explosivos o vehículos pesados. Los hermanos Bethke escaparon en años distintos: Ingo en colchoneta, por el río, en 1978; Holger con una tirolina, en 1983;y ambos regresaron en 1989 para recoger a Egbert volando en un ultraligero.

  • Revolución pacífica A la primera 'manifestación de los lunes' en Leipzig, el 4 de septiembre, acudieron mil personas, apoyadas por la Iglesia luterana, en demanda de derechos y libertades democráticos. El 16 de octubre ya eran 120.000. Dos días después, Erich Honecker, reacio a las reformas, renunció y fue sustituido por Egon Krentz.

  • 250.000 alemanes orientales escaparon en el verano de 1989 por la frontera húngara. Decenas de miles más pidieron asilo en las embajadas de la RFA en Checoslovaquia y Varsovia, que habían iniciado su transición a la democracia los meses previos.

  • Día de la Unidad alemana Después de diez meses de negociaciones lideradas por Helmut Kohl y una rapidísima transición democrática en la RDA, el tratado Dos más Cuatro entre las dos Alemanias y las cuatro potencias de la ocupación aliada allanó el camino hacia la reunificación, que tuvo lugar el 3 de octubre de 1990. Berlín volvió a ser la capital de la república federal.

  • 2 billones de euros ha costado la reunificación entre la RFA(63,25 millones de habitantes en 1990) y la RDA (16,11 millones) a lo largo de tres décadas, según un informe del investigador Klaus Schröder. Esa cantidad se ha calculado incluyendo los programas de incentivos económicos y las ayudas en prestaciones sociales, los fondos de cohesión y las subvenciones europeas. Los contribuyentes del Oeste pagan desde 1991 un recargo del 5,5% en la declaración de la renta en concepto de 'Impuesto de Solidaridad', lo que representa 20.000 millones de euros al año. Angela Merkel ha anunciado que a partir de 2020 solo lo pagarán las rentas más altas.

  • Un país a dos velocidades Pese a los 30 años transcurridos desde la reunificación, desde el punto de vista económico sigue habiendo dos Alemanias: el PIB per cápita de los cinco 'länder' orientales (Brandemburgo, Mecklemburgo-Antepomerania, Turingia, Sajonia y Sajonia-Anhalt) representaba en 1990 el 43% respecto a los 16 del Oeste y actualmente asciende al 75%.

  • Más desempleo El desempleo, que se disparó en la transición de la economía planificada al libre mercado, se ha reducido en el Este, pero es superior a la media del país:7% frente al 4,9%. El salario medio es un 17% más bajo. Las zonas rurales son las más afectadas por la gran pérdida de población joven y preparada. 

  • 25% de los ciudadanos de la antigua RDAvotaron a Alternativa para Alemania en las últimas elecciones regionales. El partido de ultraderecha es la segunda fuerza en los cinco parlamentos. Ningún partido pacta con ellos para gobernar.

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El hueco dejado por el Muro fue durante aquellos años una fea cicatriz en la piel de la capital de una nación de 82 millones de ciudadanos. Pero una vez abordadas las reformas más urgentes de equipamientos e infraestructuras en los empobrecidos territorios orientales, esos terrenos se han convertido en un preciado objeto de deseo. Berlín, cultural y socialmente muy atractiva y con un nivel de vida asequible en comparación con otras metrópolis europeas, padece una acuciante falta de vivienda para satisfacer la demanda de las 40.000 personas que cada año se suman a sus 3,7 millones de habitrantes. En su intento de pinchar la burbuja inmobiliaria, el Ayuntamiento decidió el pasado junio congelar durante cinco años los alquileres, régimen en el que vive el 85% del censo. La Potsdammer Platz, reducida a escombros por los bombardeos aliados durante la guerra y tierra de nadie durante los años de división, es uno de los principales ejemplos de la modernización urbanística de Berlín, con sus rascacielos firmados por arquitectos como Renzo Piano o Helmut Jahn. Los gigantescos edificios de apartamentos de la Karl Marx Allée, por su parte, son un estandarte de la mejor construcción de estilo soviético.

Treinta años más tarde, la ciudad-estado apenas conserva algunos pedazos de aquel monumento de la vergüenza, pero se ha convertido en un museo al aire libre. Entre los visitantes hay extranjeros, pero también jóvenes y adultos alemanes interesados por el pasado, en un país donde la memoria histórica es asignatura obligatoria y todos los niños han visitado un campo de concentración nazi y un par de museos de historia contemporánea antes de acabar la secundaria.

«Los miles de nuevos berlineses no saben en qué lado caminan»

Jens Bisky. Escritor

«Las heridas no pueden sanar sin la verdad. Luchamos contra el olvido»

Anna Kaminsky. Investigadora

«En el Este veían la tele de la RFA y soñaban con los productos del Oeste»

Juan Carlos Barrena. Corresponsal

«Con la reunificación hubo reconciliación, pero también un choque»

Ricardo Martín de la Guardia. Historiador

La mayor galería al aire libre

La East Side Gallery es un tramo de 1,3 kilómetros de Muro que un centenar de artistas de todo el mundo decoraron con sus grafitis. Las obras más conocidas son el beso entre Leonidas Breznev y Erich Honecker y el pequeño Trabant atravesando la pared, que tienen permanentemente colas de gente esperando para hacerse una foto.

El Memorial y Centro de Interpretación del Muro en Bernauerstrasse conserva íntegra una franja de terreno con sus tapias y su torre de vigilancia, permite hacerse una idea precisa de cómo era vivir en la frontera y relata los hitos más importantes de aquellos siniestros años.

En otros casos, la división no quedó trazada por paredes de hormigón, sino por accidentes naturales como el río Spree; monumentos como la Puerta de Brandemburgo; o vías de comunicación, como el famoso 'Puente de los Espías', las 'estaciones fantasma' del metro, tapiadas para evitar fugas, o el puesto fronterizo de la estación de Friedrichstrasse, llamado Palacio de las Lágrimas por la tristeza de las despedidas.

Arriba, la memoria histórica es una asignatura obligada para los escolares. Abajo, a la izquierda, un niño 'charla' con las caras pintadas por Mary Mackey. A la derecha, el Memorial de Bernauerstrasse recuerda dónde estaba el Muro. S. Sola
Imagen principal - Arriba, la memoria histórica es una asignatura obligada para los escolares. Abajo, a la izquierda, un niño 'charla' con las caras pintadas por Mary Mackey. A la derecha, el Memorial de Bernauerstrasse recuerda dónde estaba el Muro.
Imagen secundaria 1 - Arriba, la memoria histórica es una asignatura obligada para los escolares. Abajo, a la izquierda, un niño 'charla' con las caras pintadas por Mary Mackey. A la derecha, el Memorial de Bernauerstrasse recuerda dónde estaba el Muro.
Imagen secundaria 2 - Arriba, la memoria histórica es una asignatura obligada para los escolares. Abajo, a la izquierda, un niño 'charla' con las caras pintadas por Mary Mackey. A la derecha, el Memorial de Bernauerstrasse recuerda dónde estaba el Muro.

Algunos sectores creen que convertir aquella tragedia en un gancho para turistas –la antigua capital prusiana recibió a 13,5 millones en 2018– es poco ético. «La mayoría de la gente quiere hacerse la foto delante del mural del beso. Es un poco superficial, pero es la superficialidad que tiene todo el turismo hoy en día», reflexiona el guía español Daniel Punzón.

Kaminsky critica a los actores con uniformes de la URSSo la RDAque se dejan fotografiar por dinero en el Check Point Charlie, el enclave más masificado de Berlín. «Es una banalización del sufrimiento. El Muro es el símbolo de un sistema represivo», lamenta la directora de la Fundación para el Esclarecimiento de la Dictadura de la RDA, creada hace 20 años por el Bundestag. «Trabajamos contra el olvido», explica.

Un muro mental

Todos los expertos coinciden en que, tras la desaparición de aquella frontera física, persistió un «muro mental» entre los alemanes de ambos lados. «Durante los 40 años de división, la forma de entender el mundo creó mentalidades diferentes. Con la reunificación hubo una reconciliación, pero también un choque», señala el historiador.

En alemán existe una palabra, 'Ostalgie' –de 'Ost', Este, y 'Nostalgie', nostalgia– que define la añoranza de los productos, la estética e incluso la forma de vida de los 'ossies'. «Hay nostálgicos en los dos lados. En el Este hay gente que echa de menos tener trabajo garantizado, pisos y coches baratos... No había grandes lujos, pero sí una seguridad que no existe en el mercado libre. Y en el Oeste algunos creen que se les ha subvencionado demasiado», apostilla Barrena.

El artista Dimitri Vrubel inmortalizó el beso que se dieron Breznev y Honecker en 1978. Es uno de los lugares más fotografiados de Berlín. S. Sola

El escritor Jens Bisky, que nació en Leipzig (este), precisamente un 13 de agosto, aporta un matiz: «Quizá entre Alemania del Este y del Oeste aún haya una frontera mental, pero entre Berlín Este y Berlín Oeste, ya no. Con la caída del Muro, la ciudad tuvo que reinventarse a sí misma desde cero; hoy vive un nuevo capítulo. Miles de personas de todas partes de mundo se están instalando aquí y cuando van por la calle ni siquiera saben de qué lado están», asegura el periodista, que acaba de presentar su libro 'Biografía de una gran ciudad'.

Durante la celebración del 29º aniversario de la reunificación, el pasado 3 de octubre, la canciller Angela Merkel admitía que aún queda «mucho por hacer» para equiparar a los cinco 'länder' que pertenecieron a la RDA a los 16 que constituyeron la RFA. Según una reciente encuesta, el 57% de los alemanes orientales se sienten ciudadanos de segunda y solo el 38% considera que la reunificación ha sido un éxito. El descontento, la sensación de haber sido desenganchados de la locomotora económica de Europa, se refleja en la política: el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) se convirtió en las elecciones federales de septiembre de 2017 en la tercera fuerza del país con un 12,6% de los votos y 94 escaños, pero su apoyo se duplica en los parlamentos regionales de los territorios orientales, donde se sitúa como segunda formación más votada: el 29,8% en Turingia; el 27,8% en Sajonia; el 24,3% en Sajonia-Amhalt; el 23,8% en Brandemburgo; y el 20% en Mekleburgo-Antepomerania. El espectacular crecimiento de una derecha xenófoba y antieuropea preocupa a una sociedad que no olvida su pasado nazi: hasta el momento, todos los partidos están dispuestos a pactar entre sí para gobernar con tal de aislar a la ultraderecha.

Reivindicar la unidad en tiempos del Brexit

«Europa jugó un papel trascendental en la reunificación alemana –recuerda el historiador Ricardo Martín de la Guardia–. Aun cuando gobiernos como el británico y el francés mostraron al principio sus reticencias, las instituciones comunitarias fueron firmes partidarias de aquel proceso. Y la Alemania unida fue fundamental en el proceso de ampliación comunitaria al Este de Europa; su apoyo político y económico propició un acercamiento constante y desde un primer momento a los procesos de transición a la democracia en los antiguos países sovietizados». 

Por eso estos días, las celebraciones con motivo del 30º aniversario de la caída del Muro no se circunscribirán a las fronteras germanas, sino que se difundirán por todo el continente. El Parlamento Europeo acogerá el 13 de noviembre en su sede de Bruselas una ceremonia solemne a la que está invitado el presidente del Bundestag, Wolfgang Schäuble. La conmemoración se abordará con toda probabilidad en el pleno del 26 y el 27 en Estrasburgo. En cuanto a las actividades divulgativas, la Casa de la Historia del Parlamento Europeo exhibirá durante un mes una exposición producida por el Museo de la Stasi. En España, la oficina de la Eurocámara en Madrid ha organizado un encuentro en el Parque de Berlín de Madrid, donde se exponen tres segmento del Muro.

«Queremos transmitir los valores de unidad, solidaridad y democracia que representó la caída del Muro para Alemania y para Europa, en estos tiempos de Brexit y de dificultades para la UE», explica Jesús Carmona, director de Medios del Parlamento comunitario.

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