Fémures y cráneos dan forma a un recorrido tétrico que sigue fascinando. P. Antoine

París saca brillo a sus huesos

Catacumbas ·

Más de dos siglos después de su apertura al público, la capital gala acomete la restauración del mayor osario subterráneo del mundo

Beatriz Juez

París

Sábado, 3 de febrero 2024, 20:20

'Detente ahí, que aquí comienza el Imperio de la Muerte', advierte al visitante el dintel de la puerta de entrada al osario de las Catacumbas de París, un lugar macabro y fascinante a la vez que cada año atrae a 600.000 visitantes. Situadas ... a 20 metros bajo el nivel de la calle, contienen la mayor huesera subterránea del mundo. Y ahora, más de 200 años después de su apertura al público, la capital gala acomete su restauración, una operación que comenzó en otoño de 2023 y durará hasta 2026.

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Este yacimiento geológico y arqueológico acogió en otros tiempos una cantera para extraer la llamada 'piedra de París', material de buena calidad, fácil de extraer y muy resistente que se utilizó para construir muchos edificios parisinos. Pero el yacimiento, explotado desde el siglo XV, se cerró por decreto en 1776 tras el hundimiento de varios inmuebles que habían sido construidos encima. Fue en aquella misma época cuando se decidió alejar los cementerios de la ciudad, por temor a que fueran un foco de enfermedades.

El detonador fue el derrumbe en 1780 de una fosa común del Cementerio de los Inocentes, situado cerca del antiguo mercado de Les Halles y que era el más grande de la ciudad. «Este cementerio comenzó literalmente a rebosar. Los muros de las fosas comunes explotaron. Había cadáveres por todas partes y gases de putrefacción», cuenta Isabelle Knafou, administradora de las Catacumbas de París.

Tras las quejas de los vecinos por los graves problemas de salubridad, el Parlamento ordenó la clausura del Cementerio de los Inocentes y el traslado de los restos a las antiguas canteras, que entonces estaban situadas a las afueras de la ciudad. Le siguieron otros camposantos intramuros. Se vaciaron las sepulturas, las fosas comunes y los osarios. Los huesos se transportaron de noche para no escandalizar a los parisinos y evitar las protestas de la Iglesia.

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Se descargaron a través de dos pozos de servicio para su posterior distribución y fueron apilados en las galerías por los canteros, en función del cementerio del que procedieran. Los traslados más masivos se realizaron entre 1785 y 1814, y entre 1859 y 1860 con motivo de las obras de urbanismo del barón Haussmann (1809-1891) que modernizaron la ciudad.

Revolución francesa

Desde finales de siglo XVIII, las Catacumbas de París -nombre propio atribuido a la parte de la cantera transformada en osario en el siglo XVIII y en referencia a las catacumbas de Roma- contienen los restos de millones de hombres, mujeres y niños fallecidos entre los siglos X y XVIII. «Se cree que hay entre 5 y 6 millones de muertos», calcula Knafou. El 7 de abril de 1786 fue declarado Osario municipal de París y consagrado ese mismo año por el arzobispo de la capital. También acabaron allí las víctimas de la Revolución Francesa (1789-1799) y los restos de los guillotinados.

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Los pasadizos subterráneos albergan los huesos de millones de parisinos anónimos, entremezclados y con pocas posibilidades de ser identificados. Pero los archivos de los cementerios de la época permiten determinar que ahí yacen escritores como Jean de La Fontaine (1621-1695) y François Rabelais (1493-1559). También están los restos de los instigadores de la Revolución Francesa, como Georges-Jacques Danton (1759-1794) y Maximilien de Robespierre (1758-1794), así como los de sus mártires.

6 millones

de parisinos han dado con sus huesos en las catacumbas.

Tras el levantamiento, el lugar quedó abandonado, y los restos óseos desperdigados por las galerías. A principios del siglo XIX, Louis-Etienne Héricart de Thury (1776-1854), nuevo director de la Inspección General de Canteras (IGC), limpió las galerías del osario para dar una sepultura digna a los restos de millones de parisinos. Ordenó los huesos y mandó grabar placas de piedra para identificar el cementerio de origen y la fecha de su traslado a las canteras. Y hasta colocó los fémures y cráneos de manera decorativa en las paredes creando un tétrico recorrido que aún hoy sigue fascinando y horrorizando a los visitantes.

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«Yuxtapone huesos hasta el techo, escondiendo los rotos detrás y crea este decorado, que considera más respetuoso de los difuntos», explica Knafou. Este curioso modo de presentación de los huesos al público cumple, además, una función de 'memento mori', al recordar al espectador su condición mortal. La decoración y la arquitectura se inspiraron en la antigüedad romana. El recorrido, de 1,5 kilómetros en un sentido único, está lleno de citas en latín y francés de filósofos antiguos, textos bíblicos y de poetas contemporáneos sobre la fugacidad de la existencia y la fatalidad de la muerte.

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Las Catacumbas de París, que no son ni un cementerio ni un museo, abrieron sus puertas al público el 1 de julio de 1809 con cita previa. El lugar fascinó a los parisinos, que acudieron a presentar sus respetos a sus seres queridos y luego lo visitaron por curiosidad. Ahora, sin embargo, se han convertido en un imán para los turistas. Los locales van poco. «Para los parisinos es como la torre Eiffel, un lugar para turistas. Pero es un sitio increíble, fascinante. Forma parte de la historia de París y de la historia de Francia. Es apasionante», explica la administradora del recinto, gestionado por el Museo Carnavalet de Historia de París.

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Tres años de obras

Dos siglos después de su apertura, en otoño de 2023 arrancó un programa de restauración que durará tres años con el fin de proteger las catacumbas, dada su extrema fragilidad arqueológica y geológica. La operación, que persigue reforzar la conservación de los huesos y ofrecer al visitante una experiencia mejorada, ha comenzado con la reforma de la 'hague' (muro de huesos) de los Mártires de Septiembre, que se había hundido. «Vamos a reconstruir entre uno y dos muros al año, en función de la talla», adelanta Knafou.

Un equipo pluridisciplinar compuesto por una restauradora en arqueología, un albañil experto en muros de piedra seca, un ingeniero civil y operarios experimentados han trabajado en la obra, que se ejecuta con la técnica constructiva tradicional de la piedra de seca, es decir, mediante apilamiento sin usar otros materiales de construcción.

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La restauración del muro de los Mártires de Septiembre se ha realizado a la vista del público que ha podido observar cómo los operarios sacaban los huesos y volvían a colocarlos minuciosamente para reconstruir la pared, compuesta por tibias y fémures alternados con cráneos. «Reutilizamos los huesos que tenemos ahí, pero a veces necesitamos buscar otros en reservas que no son visibles al público», detalla Knafou.

600.000 personas

visitan cada año las instalaciones, la mayoría extranjeros.

Según explica la responsable de las catacumbas, que cerrarán el próximo invierno durante cinco meses, «los huesos, cuando no son tocados por el agua o por las bacterias, son muy resistentes y la degradación es muy lenta. Por eso, y si prestamos atención, aún podremos conservarlos decenas de años». Las filtraciones de agua en la roca y los turistas, que traen bacterias en sus abrigos y calzado, dañan los huesos. Por eso las catacumbas ya no reciben a cualquiera.

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