El taxista pone el móvil en español para explicarme que son demasiados más de veinte años con Recep Tayyip Erdogan en el poder. Hasta la pasada década, las elecciones turcas se movían entre los ejes de laicismo o islamismo, militarismo o civilismo. En las del ... domingo lo que está en juego es la democracia, a la cual el Reis, como es llamado el presidente, ha dado ya demasiados recortes, en especial desde que en 2016 fuera vencido un golpe de Estado que muchos califican de autogolpe. Como en otras caídas similares hacia el infierno de la autocracia, la perpetuación de un caudillo en el poder, el control total de los medios oficiales, el fin de la división de poderes y la persecución de opositores dibujan un futuro sin otra esperanza que la derrota del Reis, algo que también todos los demócratas saben que no va a aceptar (si no la impide antes con los resortes a su disposición).
Publicidad
Los indicadores de situación son bien claros. Más de 200 periodistas fueron encarcelados después del golpe de 2016, y la misma cifra sufrieron proceso en 2022. Más de cincuenta alcaldes del HDP, partido kurdo, entre ellos el de Diyarbakir, han sido depuestos. Los profesores y funcionarios expulsados después del golpe, así siguen. Al hoy alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, le costó repetir victoria en las urnas para ocupar el puesto y una pena de casi tres años de cárcel calificar de «estúpidos» a los componentes de la Junta Electoral que le invalidaron. En una palabra, la democracia está siendo vaciada por el sultanismo de un político que abiertamente se ve como heredero de los sultanes, en especial de Mehmed II, el conquistador de Constantinopla en 1453, y de Abdulhamid II, quien a fines del siglo XIX instauró un sistema de extrema represión política para preservar el carácter islámico del imperio.
Frente al patriotismo laico y modernizador de Mustafá Kemal Atatürk, el enemigo a quien no puede aún atacar frontalmente pero a quien intenta suplantar en octubre, centenario de la República, Recep Tayyip Erdogan funde su objetivo hasta ahora bien cumplido de reislamización del país con un nacionalismo excluyente inspirado en Ziya Gökalp, el Sabino Arana turco, que culminó simbólicamente con la conversión de Santa Sofía en mezquita (y la ocultación general de mosaicos en ella y otras iglesias bizantinas). Las minorías -Erdogan dixit- vuelven al papel de 'dhimmies' (protegidas), esto es, subordinadas al imperio de la nación turca.
Sólo que no es esta vertiente la que ha inspirado el frente unido de la Mesa de los Seis que se ha formado en torno al candidato a presidente Kemal Kiliçdaroglu, del CHP, Partido Republicano fundado por Atatürk, al calor de la crisis económica y del terremoto. En torno suyo se encuentran formaciones menores como el Partido del Bien, venido de extrema derecha, el de la Felicidad, del islamismo radical y dos encabezados por exministros de Erdogan. El denominador común es el fin de una cuasidictadura y el retorno a la democracia representativa, aun a costa de que los refugiados sirios lo paguen. Las encuestas son favorables. El obstáculo, enorme.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.