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COLPISA/EFE
Jueves, 21 de mayo 2015, 11:09
El futuro de la antigua ciudad de Palmira, una de las joyas arqueológicas de Oriente Próximo, es preocupante después de que el grupo terrorista Estado Islámico (EI) tomara ayer el control de este lugar de la provincia central siria de Homs.
Situada a 210 km al noreste de Damasco, la 'novia del desierto', inscrita por la Unesco en el patrimonio mundial de la humanidad, es un oasis cuyo nombre apareció por primera vez en una tableta hace 4.000 años, y que fue lugar de tránsito de las caravanas entre el Golfo y el Mediterráneo, así como una etapa en la Ruta de la Seda.
El edificio más grande de Palmira es el templo de Bel, dedicado a la deidad suprema babilonia, y cuyo techo, ya desaparecido, estaba originalmente recubierto de oro. Otros lugares emblemáticos son su plaza principal o "ágora", donde se comerciaba con todo tipo de productos, sus baños públicos, su teatro romano, su cementerio o el campamento de Diocleciano. Pero si hay algo distintivo de Palmira es su vía principal con su gran columnata: este camino, que daba la bienvenida a los comerciantes de las caravanas que entraban en la urbe, se extiende a lo largo de 1,3 kilómetros con 750 columnas alineadas a ambos lados. Fue en el siglo I y II d.C. cuando el arte y la arquitectura de Palmira alcanzaron su máximo esplendor.
Inicio de la guerra
Antes del inicio del conflicto en Siria, en marzo de 2011, sus ruinas eran uno de los principales centros turísticos del país árabe y de la región. A lo largo de estos años de contienda, el lugar ha sufrido el saqueo de sus antigüedades, ahora en riesgo con el ataque del EI, que ya ha destruido importantes sitios arqueológicos en Irak.
Antes de que los yihadistas irrumpieran ayer en su interior, las autoridades sirias lograron sacar un centenar de estatuas y trasladarlas a lugares seguros.
El devenir de Palmira pende de un hilo y su pérdida podría suponer la desaparición de "un tesoro irremplazable para Siria y el resto del mundo", como la ha descrito la directora general de la Unesco, Irina Bokova.
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