JUAN CARLOS BARRENA
BERLÍN.
Miércoles, 17 de octubre 2018, 00:05
El presidente de los socialcristianos bávaros (CSU) y ministro federal del Interior, Horst Seehofer, dio ayer largas a quienes en Múnich y Berlín exigen su dimisión como presunto responsable del desastre electoral de su formación en las elecciones del domingo en Baviera y de la ... pésima imagen entre los ciudadanos de la gran coalición que gobierna Alemania. Con independencia de la situación de su partido en el Estado federado del sur, la CSU «hará su trabajo como factor de estabilidad en la gran coalición», aseguró Seehofer en la capital alemana.
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Una declaración que fue tomada como un nuevo despropósito del dirigente bávaro en Berlín, donde es criticado por ser el causante de las irritaciones y las crisis en el seno de la alianza de gobierno que lidera la canciller federal y presidenta de los cristianodemócratas (CDU), Angela Merkel. En rueda de prensa en la capital alemana, el líder de la CSU dio la impresión de vivir en una realidad distinta, ajena a los problemas que él mismo causa, mientras aumentan las voces en su propia formación que exigen que abandone y deje de provocar catástrofes.
Con un día de retraso respecto al resto de líderes políticos, Seehofer comentó al analizar lo sucedido en Baviera que está «por supuesto» dispuesto a hablar sobre las consecuencias personales de los malos resultados de la CSU, que perdió su mayoría absoluta tras casi seis décadas de hegemonía, pero no ahora, sino más adelante y en un eventual congreso de su partido para dar ocasión a «las bases» de participar en el proceso. No habló ni de lugares ni de fechas.
Reconoció que la situación política en su región ha cambiado, subrayó que su partido sigue siendo el más votado, aunque necesitará de un socio para seguir gobernando, e insistió en que Baviera necesita estabilidad, justificación suficiente para no dimitir. Es más, preguntado con insistencia sobre la conveniencia de que ceda la presidencia de la CSU, que ejerce desde 2008, Seehofer afirmó que «no es el momento de comenzar debates sobre cargos» sino de atenerse «a la ruta acordada» por la dirección del partido.
Es decir, contactos con las restantes fuerzas, negociaciones de coalición con el socio elegido y nombramiento del nuevo Gobierno con su correligionario Markus Söder repitiendo como primer ministro. No será hasta después, en algún momento a mediados de noviembre, cuando se analizará profundamente el resultado de los comicios y se estudiarán posibles consecuencias, dijo Seehofer, que, de nuevo acorralado por los periodistas, se escurrió con un «puede que sí, puede que no» y finalmente con un «hoy no lo puedo decir» al ser cuestionado sobre si ese tardío análisis conducirá finalmente al fin de su carrera política. Poco antes, las formaciones de la CSU en las localidades de Kronach y Passau se convirtieron en las primeras grandes representaciones comarcales del partido que exigieron abiertamente un congreso urgente «con el objetivo de renovar la dirección del partido y relevar a Horst Seehofer».
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La misma noche electoral la presidenta del Parlamento de Baviera, la también socialcristiana Barbara Stamm, había exigido indirectamente la dimisión de Seehofer, al que acusó del fracaso de la CSU en los comicios por su campaña de acercamiento a la política ultraderechista de Alternativa para Alemania (AfD). «No se pueden ganar a la derecha tantos electores como los que se pierden en el centro», dijo Stamm.
Pero también desde la CDU piden su cabeza. El primer ministro del Estado de Schleswig Holstein, el cristianodemócrata Daniel Günther, demandó que la CSU «reflexione seriamente sobre su dirección», mientras desde la socialdemocracia (SPD), socios menores de la gran coalición en Berlín, se acusa a Seehofer de causar el bajón de popularidad del Ejecutivo germano. «Es un alborotador en el Ministerio del Interior», afirmó el vicepresidente socialdemócratra del Bundestag, Thomas Oppermann, quien acusó al líder bávaro de ser el causante de «la imagen miserable de la gran coalición».
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de los votos obtuvo la CSU de Seehofer el domingo, diez puntos menos que en 2013. Es el peor dato desde 1954 y supone perder una mayoría absoluta casi constante desde 1962.
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