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Miguel Pérez
Domingo, 13 de abril 2025
La ofensiva rusa continúa sobre Ucrania como si no hubieran existido la masacre cometida este domingo en Sumy, con al menos 34 muertos (siete de ... ellos, niños), y el espanto de la comunidad internacional, que exige más presión sobre Moscú para propiciar el fin de la guerra. El ejército no ha usado esta madrugada los temibles misiles Iskander que han devastado la ciudad fronteriza y ha retornado a la guerra de drones. Decenas de ellos han caído en Odesa y Járkov, donde han causado una decena de heridos, incendios y destrozos en instalaciones y una gasolinera. El Kremlin afirma que Ucrania ha lanzado sobre su territorio medio centenar de aviones no tripulados.
Más de cincuenta muertos en dos bombardeos de alta intensidad contra Sumy y Krivói Rog en el plazo de una semana ponen a prueba la relación de Rusia con Estados Unidos. Crece el número de gobiernos europeos, cuyos ministros de Exteriores se reúnen este lunes en Luxemburgo para analizar la crisis, que opinan que el presidente ruso, Vladímir Putin, sólo está ganando tiempo. En esta tesis coinciden los servicios de Inteligencia ucranianos, según los cuales, Moscú se está dedicando a destrozar sistemáticamente la frontera.
Mientras la postura europea se vuelve cada vez más severa, el presidente estadounidense, Donald Trump, calificó esta noche el ataque ruso como un «error». «Una equivocación. Y me dijeron que ellos cometieron un error. Sin embargo creo que es algo horribl Creo que toda la guerra es algo terrible», comentó a los periodistas que le acompañaban en el Air Force One desde su casa en Florida a Washington. Preguntado sobre quién le había comunicado que Moscú había disparado los dos misiles por equivocación, Trump repitió: «Cometieron un error»
Sus palabras ocupan este lunes los titulares de varios medios internacionales. Al igual que las del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, quien intenta comprometer la hoja de ruta de la Casa Blanca tras emplazar públicamente a Trump a visitar su país antes de continuar con las negociaciones con Rusia. Visiblemente dolido por la muerte de 34 civiles, entre ellos siete niños, durante el bombardeo del Domingo de Ramos, Zelenski ha manifestado en CBS News que se sentiría satisfecho de recibir al mandatario estadounidense en su país para que «entienda qué está pasando aquí».
«Respetamos su posición. Pero, por favor, antes de tomar cualquier decisión, cualquier plan de negociación, venga a ver a la gente, a los civiles, a los soldados, a los hospitales, a las iglesias, a los niños, que han sido destruidos o asesinados», le ha pedido el líder ucraniano, convencido de que tras contemplar el horror con sus propios ojos «entenderá con quién está tratando. Entenderá lo que ha hecho Putin».
La presión llega al Despacho Oval, en cuyo entorno se comenta que Trump siente un profundo malestar con su homólogo ruso por su nula predisposición a avanzar en una tregua duradera. El ministro de Exteriores, Seguéi Lavrov, ha echado más sal en la herida al realizar unas declaraciones en las que ha asegurado que las negociaciones serán muy «largas» porque antes deberán recomponerse relaciones y tender puentes «casi desde cero».
Dos misiles disparados por baterías Iskander-M rusas acabaron este domingo con la vida de al menos 34 personas en la castigada ciudad ucraniana de Sumy, donde esta madrugada continuaba en marcha una formidable operación de búsqueda de supervivientes o de cadáveres dada la envergadura de la devastación. Los efectos de las explosiones se extendieron varias calles a la redonda y una veintena de edificios se desplomaron o quedaron seriamente dañados.
La urgencia en los hospitales era buscar quirofanos libres y bolsas de sangre. La mañana dominical se convirtió en un trasiego constante de ambulancias y otros vehículos que trasladaban a personas quemadas, conmocionadas o mutiladas; con graves lesiones por efecto de la onda expansiva, la metralla y el impacto de los escombros. El bombardeo causó 119 heridos, según ha informado este lunes el Gobierno de Kiev. Todos eran civiles que habían salido a festejar un Domingo de Ramos que se llenó de dolor. «Hay muchos muertos. El enemigo ha vuelto a atacar a la población», se lamentó Artem Kobzar, el alcalde interino.
El Domingo de Ramos es una fiesta muy popular en el país. En el momento del bombardeo las calles se encontraban abarrotadas. Entre las víctimas figuran decenas de ciudadanos que iban a misa. Las autoridades consideran que la prioridad del Kremlin era causar una masacre civil, aunque han señalado que también estaba prevista un ceremonia en la ciudad para condecorar a los miembros de la 117 Brigada TEO. El homenaje pudo haber sido tomado como un objetivo secundario de los atacantes. El ejército ha abierto una investigación para conocer por qué se organizó una parada militar a solo una treintena de kilómetros de los cañones rusos.
La guerra sentencia a las ciudades. Y esta masacre era una cuestión de tiempo que se produjera. Desde hace meses el Kremlin ha convertido Sumy en una diana y ahora en una localidad mártir. Otra más. Muchos afirman que se trata de una venganza porque sirvió de base logística al ejército ucraniano cuando invadió el agosto la región rusa de Kursk. Los ataques de artillería han sido frecuentes. Pero de todas las habidas, esta última ofensiva dominical ha sido «la más cruel de todas».
Sin embargo, hay otra hipótesis. En el extremo noreste de Ucrania, Sumy se levanta a 29 kilómetros de la frontera rusa y forma parte de un tramo del frente que sus enemigos consideran susceptible de vulnerar después de haber expulsado a los ucranianos de la vecina Kursk. Es una línea de 360 kilómetros de longitud totalmente atrincherada que el Kremlin quiere romper para penetrar en la propia región de Sumy y en el óblast colindante de Járkov. Son los dos primeros territorios que los rusos se encuentran en su camino.
El Iskander-M es un arma formidable. Los misiles pueden alcanzar velocidades Match-6, son muy difíciles de interceptar e incorporan 480 kilos de explosivo. Moscú se ha acostumbrado en los últimos meses a utilizar este armamento imparable. El cohete, que pesa casi cuatro toneladas, resulta en sí mismo un asesino en serie cuando cae a velocidades supersónicas. Uno de los dos disparados este domingo reventó a más de cien metros de un autobús repleto de viajeros. Arrancó casi literalmente la parte delantera. «Nunca he visto tantos cuerpos mutilados», dijo un pasajero que iba en la zona posterior del vehículo y sobrevivió al desastre.
El hecho de que el Kremlin hubiera lanzado dos misiles de estas caracteristicas sobre un centro urbano concurrido, consciente de su poder destructor, alarma a los expertos militares de la exrepública invadida. Las deflagraciones se llevaron por delante bloques de apartamentos, cuatro edificios de la Universidad Estatal, comercios y cafeterías. Una docena de coches y varios tranvías saltaron por los aires.
Una investigación militar conocida anoche reveló que los artilleros dispararon con un breve intervalo de tiempo. El primer proyectil impactó en tierra mientras el segundo explotó poco después en el aire. Liberó una carga de fragmentación incorporada que lanzó metralla en todas direcciones. Alcanzó a los civiles que huían o salían de sus casas y de las cafeterías en busca de refugio, así como a quienes se quedaron paralizados tras la primera explosión. «La mayoría de los civiles murieron precisamente a causa de estos elementos dañinos», señaló un mando militar.
Europa ha decidido presionar sobre Moscú, lo que indirectamente ejerce también una carga en Washington. Los pronósticos sobre un alto el fuego empeoran a medida que suceden las muertes civiles y los ataques a las infraestructuras enegéticas, de los cuales los dos países se acusan casi a diario. Los mediadores temen que la sangría destruya cualquier clima mínimamente favorable al diálogo y la distensión entre Kiev y Moscú.
Resulta significativo que, desde marzo, cuando comenzaron las conversaciones entre EE UU y Rusia, el asesinato de civiles no ha dejado de crecer. El més pasado la ONU contabilizó 164 muertes, un 50% más respecto a febrero y casi el 70% en relación a hace un año. El pasado día 6, el ejército invasor golpeó la población de Krivói Rog y en esa ocasión utilizó al menos una bomba de racimo, según Kiev. Como consecuencia, una veintena de personas perdieron la vida, entre ellas ocho niños que se encontraban en un parque infantil y otro que viajaba con sus padres en un coche de regreso a casa. En Sumy siete menores han fallecido.
La jefa de la diplomacia de la UE, Kaja Kallas, hizo referencia a las «desgarradoras imágenes» posteriores a la devastación: «Son un ejemplo horrible de cómo Rusia intensifica sus ataques mientras Ucrania ha aceptado un alto el fuego incondicional». El presidente del Consejo Europeo, António Costa, se declaró «indignado por el criminal ataque» mientras el líder francés Emmanuel Macron denunció «este flagrante desprecio por las vidas humanas». El primer ministro británico, Keir Starmer, instó a Putin a «aceptar un alto al fuego total e inmediato sin condiciones». También países como Polonia y Suecia reclamaron que se aumente la presión sobre el jefe del Kremlin.
La masacre en Sumy se produce apenas 36 horas después de que el enviado especial estadounidense Steve Witkoff se detuviera en San Petersburgo el viernes para intercambiar impresiones con Vladímir Putin, en medio de la frustración del presidente Donald Trump por los escasos avances hacia una tregua. Otro emisario de Washington, Keith Kellogg, dijo este domingo que el bombardeo «rebasa todos los límites de la decencia». El secretario de Estado, Marco Rubio, lo calificó de «horripilante»
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