Zelenski, presidente de Ucrania. Afp

Zelenski en el alambre

El presidente ucraniano afronta tres problemas: su ejército no avanza, crece el peligro de una división en su sociedad y carga con la destitución del popular jefe de sus tropas

José M. de Areilza

Sábado, 17 de febrero 2024, 20:34

Volodímir Zelenski es uno de los pocos ejemplos de liderazgo transformador conectado con valores cívicos. No abundan en la política actual historias de éxito como la suya. Pero la principal característica del poder es que es siempre cambiante y empiezan a aparecer señales de que ... el presidente ucraniano puede tener los días contados. Hace cinco años Zelenski irrumpió en las elecciones de su país como un candidato anti-sistema. Enarboló la bandera de la lucha contra la corrupción y las oligarquías que dominaban la economía. Aprovechó el tirón de su popularidad como cómico televisivo y llegó al poder con la promesa de luchar contra la corrupción galopante, unir al país e incluso entenderse con Rusia. Una vez que Putin rompió cualquier posibilidad de negociación e invadió Ucrania -aunque realmente esta guerra había empezado en 2014-, Zelenski fue capaz de poner en pie de guerra a todo su pueblo y, vestido de soldado raso, encarnar ante el mundo occidental la esperanza de que Ucrania prevalecería frente al agresor ruso en nombre de la libertad y la democracia.

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Dos años después, el presidente más admirado por Estados Unidos y sus aliados tiene tres problemas. El más evidente es que Ucrania apenas consigue recuperar territorio invadido y solo es capaz de defenderse. El país está al límite de sus capacidades militares y financieras y al gobierno le resulta muy complicado reclutar mensualmente quince mil nuevos reclutas para enviarlos al frente. Tanto en Washington como en las capitales europeas hay cada vez más voces que reclaman terminar con el conflicto recompensando la invasión rusa y no quieren mantener un apoyo imprescindible para inclinar la balanza a favor de los ucranianos y frenar el expansionismo ruso en otras fronteras europeas. Putin sabe que una guerra larga le favorece y espera poder negociar con Donald Trump en 2025 algo más que una salida airosa.

El segundo problema de Zelenksi es que la unidad de su sociedad puede empezar a cuartearse en cualquier momento. Los oligarcas están deseando recuperar poder y las facciones y la corrupción, embridadas en estos años de conflicto, volverán a medida que cunda una sensación de desesperanza. El tercer problema lo ha creado el propio presidente, al cesar con poco acierto al comandante en jefe de las fuerzas armadas, Valerio Zaluzhnyi. Se trata de la única persona más popular que el propio Zelenski. Al relevarlo, lo ha convertido en un líder político que puede desbancarlo en las siguientes elecciones si decide presentarse. Estos tres problemas sumados pueden acabar con la fulgurante carrera de un hombre que ha sido providencial para Ucrania, y también para Occidente.

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