Los elogios a los agentes que cubrieron con sus cuerpos a Donald Trump de las balas de un fanático pistolero siguen vigentes, pero las sombras oscurecen el resto del operativo de protección organizado por el Servicio Secreto en el mitin de Butler (Pensilvania). El secretario ... de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, fue este lunes el más contundente al explicar que su departamento investiga lo que considera un «fallo» de extraordinarias proporciones: la «línea de visión directa» entre el tirador y el candidato republicano que nadie se encargó de sellar, explicó a la cadena ABC News. Por ahí avanzaron a 975 metros por segundo las balas que estuvieron a punto de segar su vida..
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El Servicio Secreto ha pasado de héroe a sospechoso de dejadez en cuestión de horas. Su trabajo será evaluado por una comisión de la Cámara de Representantes. Afronta una inédita oleada de críticas, especialmente del Partido Republicano, que se siente estupefacto por la manera en que un veinteañero logró burlar el cordón policial y acomodarse en un tejadillo para disparar a solo 135 metros del escenario donde hablaba el expresidente. Y, además, a la vista de decenas de testigos entre los que cundió la alarma cuando le vieron arrastrarse con el inconfudible perfil del fusil de asalto a su espalda.
Thomas Matthew Crooks, que fue abatido tras hacer ocho disparos, carecía de formación militar, aunque poseía un notorio amor a las armas. Los investigadores ni siquiera habían podido determinar anoche dónde aprendió a disparar. En elcolegio intentó integrarse en el equipo de tiro, pero le rechazaron por su mala puntería. Crooks se colocó casi a la distancia de 150 metros que el ejército estadounidense impone a sus reclutas en las pruebas de tiro para acertar en una silueta humana. El FBI cree que actuó por su cuenta, aunque tampoco descarta que un «co-conspirador» le hubiera ayudado o influenciado. No se ha hallaco un móvil de sus actos.
Unas horas antes de acercarse a Butler había comprado cincuenta rondas de munición en una armería local. Lo suficiente para provocar una carnicería en un sitio abarrotado de público. A Trump le salvó un leve giro de cabeza. El movimiento hizo que una bala le rozase la oreja derecha y no se inscrustara en su cráneo. El asesino mató a un espectador y dejo heridos a otros dos.
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Unos días antes del mitin, expertos del propio Servicio Secreto constararon en una revisión del lugar que el tejado constituía una «vulnerabilidad de seguridad» y ordenaron a la Policía que lo clausurase y apostase allí a dos francotiradores. Por lo que fuera, el techo del inmueble, de una sola planta, quedó desprotegido y decenas de espectadores pudieron contemplar cómo el joven lo escalaba con la ayuda de una escalerilla y reptaba hasta el borde situado de cara al escenario. Cuando se produjo la reacción de la Policía y el Servicio Secreto ya había apretado el gatillo.
Al parecer, Crooks deambuló previamente de forma errática por el recinto exterior al Butler Farm Show antes de que Trump hiciera su aparición. Se aproximó incluso a los detectores de metal de la entrada, pero se dio media vuelta antes de llegar a su altura. Esta actitud inspiró sospechas a varios espectadores, que se lo comentaron a los agentes de vigilancia y comenzó una búsqueda veloz. Lo más cerca que se estuvo de frenar al tirador fue cuando un policía corrió hasta la caseta, se asió al alero y logró alzarse asomando la cabeza sobre el borde. Crooks le miró. El agente pensó que le iba a pegar un tiro. Imposibilitado de sacar su arma con las manos aferradas al alero, se dejó caer. Entonces, el joven comenzó a abrir fuego sobre Trump.
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Una de las líneas de investigación consiste en saber cómo, si las cosas sucedieron tal y como las cuentan agentes y testigos, nadie en la escolta sacó al líder republicano del escenario ante la amenaza. «Cuando digo que algo así no puede pasar, estamos hablando de un fracaso», insistió Mayorkas, en este caso en la CNN donde anunció su intención de analizar el tiroteo «a través de una revisión independiente». Desmintió, como acusa el Partido Republicano, que Trump contase con un cordón de seguridad insuficiente y reveló que fue reforzado en junio.
El secretario aseguró que la investigación permitirá adoptar probablemente mejoras para futuras escoltas de presidentes o altos cargos estadounidenses. Desde el asesinato de John F. Kennedy en 1963, el Servicio Secreto vigila y sitúa agentes en todos los edificios y lugares elevados en el entorno de los actos políticos o de las caravanas presidenciales. Este lunes, la llegada de Trump a Milwaukee se tradujo en una exhibición del mejor dispositivo de seguridad. Los francotiradores controlaron el paseíllo desde el avión del magnate hasta los furgones, apostados incluso encima de los fuselajes de las aeronaves cercanas. Luego, más de una docena de vehículos formaron parte de su escolta.
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El servicio se ve abocado a la mayor crisis desde el intento de asesinato en 1981 de Ronald Reagan. Su directora, Kimberly Cheatle, ha informado en un comunicado que sus hombres trabajan con el FBI y la Policía «para entender qué sucedió y cómo podemos evitar que un incidente como este vuelva a ocurrir». Cheatle deberá comparecer en una audiencia del Congreso. El mismo sábado, realizó cambios inmediatos en el equipo de protección de Trump y ha reforzado el de la convención republicana, vigilada por cuarenta agencias.
«En los próximos días, el Servicio Secreto se enfrentará a elogios y críticas. No se dejen distraer por quienes no estuvieron allí y aun así siguen juzgando», aconsejó este lunes a sus subordinados la directora del departamento, Kimberly Cheatle, a medida que arreciaban las críticas por los aparentes errores en la protección de Donald Trump. La responsable añadió que se siente «orgullosa» de sus agentes mientras le comienzan a llover las peticiones de dimisión. La analista de seguridad Juliette Kayyem, asesora de la CNN, consideró que Biden debería «licenciarla» porque «tenía un trabajo que hacer y fracasó». Un alto cargo de Seguridad Nacional del Gobierno de Obama reprochó que los escoltas no hubieran evacuado de inmediato a Trump del escenario y le dejaron que se calzara los zapatos y levantara desafiante el puño. Esta escena ha sido analizada por varios expertos, en cuya opinión hubiera sido un blanco posible de haber existido un segundo pistolero.
La polémica añade presión al Servicio Secreto, bajo la lupa desde la llegada de Cheatle en 2022 de la mano de Biden. La directora fue agente de este departamento y de la CIA durante 27 años, antes de convertirse en jefa de seguridad de una compañía de refrescos.
Los conservadores la critican por poner en marcha un programa de «diversidad» cuyo objetivo es que el 30% de los miembros del Servicio Secreto sean mujeres en 2030. La oposición cree que existe un problema de personal y que la escasez de candidatas ha obligado a contratar a profesionales valiosas pero que no cumplen los requisitos. Y en el mitin de Butler, todos estos críticos obtuvieron su propia munición. Los republicanos aducen que, en caso de necesidad, ninguna agente asignada a Trump se acercaba a la estatura necesaria para cubrir de las balas a un indidivuo de 1,90 metros.
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