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Marihuana sí... pero con límites. Eso es lo que han dicho las urnas en la conservadora Oklahoma, donde viven cerca de cuatro millones de personas, que el pasado martes preguntó a sus habitantes sobre la legalización de esta droga con fines recreativos entre los mayores ... de 21 años. Más del 60% respondió 'no' a esta propuesta en un estado donde el cannabis está permitido desde 2018 para su uso medicinal y los dispensarios atienden a la clientela al lado de supermercados, bares o pastelerías. De hecho, sólo en la ciudad homónima funcionan alrededor de 400 en sus calles.
Los vecinos de Oklahoma creen que con este uso de la marihuana para el tratamiento de ciertas afecciones -el 10% de su población cuenta con una tarjeta para ese consumo medicinal- tienen suficiente y que extenderla al ocio sería demasiado. Una veintena de estados, sin embargo, ha dado ese paso en los últimos años -como Missouri con la aprobación de una enmienda constitucional, por poner un ejemplo- y, en unos cuantos más, el asunto, conocido como 'pregunta 820', se encuentra sobre la mesa. En Oklahoma se encontró con la oposición de asociaciones policiales, agrícolas... y del propio gobernador, el republicano Kevin Stitt, quien defendió que «la gente necesita entender los efectos secundarios» de esta droga. Una sustancia, dijo, que es «mala» para los jóvenes.
Los defensores de la marihuana sin 'receta' médica confiaban, precisamente, en los votantes más jóvenes -incluidos los republicanos, cuyo rechazo al consumo de este tipo se ha suavizado con el paso del tiempo- para que la iniciativa saliera adelante. Pero se equivocaron. Entre quienes han hecho fuerza para que la droga siguiera limitada como recurso medicinal aparece el sector agrícola, que considera que la zona rural está ya sobrecargada con este cultivo. Unas 7.000 u 8.000 personas se dedican a ello en Oklahoma. En el estado hay quien ahora había visto otra oportunidad de hacer negocio con esta sustancia como ocio y se había lanzado a abrir nuevos locales para su venta incluso antes de que se sometiera a referéndum. Más de uno esperaba también que un 'sí' en las urnas atrajera turismo de otros puntos de Estados Unidos.
De hecho, los posibles ingresos fiscales por el cambio legal -un 15% de gravamen sobre la marihuana cuando no fuera destinada a tratar alguna afección- era uno de los argumentos de quienes apoyaban extender su uso. En cuatro años, según sus cálculos, se recaudarían más de 800 millones de dólares. Pero Oklahoma no es el único estado que se ha negado a abrir la mano a la marihuana con fines recreativos pese al impacto económico que podría tener en sus arcas. Dakota del Norte y del Sur o Arkansas lo hicieron antes. Ohio será el siguiente, a finales del próximo noviembre, en lanzar la pregunta estatal 820: ¿marihuana sólo como tratamiento médico o también como ocio?
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