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Los memes de sí mismo que a Elon Musk le gusta retuitear le presentan como un héroe de acción a lo Tom Cruise y, ciertamente, el presidente electo Donald Trump va a necesitar uno para librarle de las conspiraciones de asesinato que lo acechan. Hasta ... ahora ha contado con un inesperado aliado: el actual inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, que el mes pasado exigió a Irán garantías por escrito de que no intentaría matar al magnate, al menos durante su mandato.
Las fuentes diplomáticas del diario 'Wall Street Journal', que dio a conocer la noticia en exclusiva, no revelaron si la respuesta de Irán fue transmitida al empresario neoyorquino ni si se produjeron a través de la embajada suiza u otros canales. Estados Unidos no cuenta con sede diplomática propia en el país de los ayatolás desde la toma de su legación en 1979.
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Trump inició su mandato en 2017 con mal pie frente a Irán al cancelar el acuerdo antinuclear que con tanto esfuerzo habían negociado las potencias mundiales, lo que avivó las tensiones con la república islámica. Sin embargo, lo que definitivamente lo puso en la lista negra de los ayatolás fue el asesinato con un dron en el aeropuerto de Bagdad del general mayor Qassem Soleimani, de la Guardia revolucionaria, que prometieron vengar. Por eso entre los objetivos del régimen iraní figuran también otros altos cargos de aquel Ejecutivo involucrados en la operación: el exsecretario de Estado Mike Pompeo y el antiguo asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, este último cada vez más paranoico sobre el riesgo que corre, por buenas razones.
En 2022, un iraní fue arrestado en Nueva York por tratar de orquestar el asesinato de Bolton, lo que subraya la seriedad de las amenazas. El exasesor ha hecho público su temor, reforzando su seguridad privada y admitiendo que vive bajo vigilancia constante. Ambos siguen bajo protección especial del Gobierno. El intento de matar al escritor Salman Rushdie en 2022, 33 años después de la fatua contra él por su libro 'Versos satánicos', deja constancia de que la venganza de Irán no tiene fecha de caducidad.
El republicano pidió el cierre del espacio aéreo sobre sus residencias y un avión militar en campaña
La Guardia Revolucionaria habría contactado con un afgano deportado de EE UU para planear el crimen
El exsecretario de Estado Mike Pompeo y el exasesor de Seguridad John Bolton son otros de los objetivos
Pompeo, por su parte, apunta públicamente a la república islámica como una amenaza directa a EE UU pero, al haber sido excluido también del próximo Ejecutivo de Trump por razones que el presidente electo no ha explicado, dispondrá de menos protección que este. «No se puede ignorar la persistente sed de venganza del régimen iraní», declaró el antiguo secretario de Estado en una reciente entrevista. El Gobierno de Biden ha mantenido la seguridad a estos exfuncionarios, consciente de que cualquier atentado tendría repercusiones devastadoras para la política interna y las relaciones internacionales.
Lo más devastador para la estabilidad política de EE UU sería que el largo brazo de los ayatolás completase la venganza sobre Trump, que ya ha sido víctima de al menos dos intentos de asesinatos este verano. Teherán había encargado el asesinato del expresidente a unos matones a sueldo, pero decidió posponerlo hasta después de las elecciones porque «sería más fácil» una vez que perdiese la protección especial que se le había proporcionado. La información sobre el plan iraní para matarlo se conoció tras la imputación de dos delincuentes comunes que los persas habían reclutado a través de un afgano deportado de EE UU que se estableció en Irán.
Farhad Shakeri, de 51 años, emigró a EE UU de pequeño y acabó en una prisión de Woodbourne (Nueva York) por robo a mano armada. Tras 14 años entre rejas salió en libertad provisional y fue deportado en 2008. Sus correrías internacionales incluyeron su detención en Sri Lanka con 92 kilos de heroína. Finalmente terminó ubicándose como empleado de instalaciones petrolíferas en Teherán, donde conoció a miembros de la Guardia Revolucionaria interesados en explotar los contactos con el hampa que había hecho en la cárcel.
Según el testimonio que dio al FBI, el 7 de octubre los funcionarios iraníes le dieron una semana para que presentara su estrategia para liquidar al líder republicano, y si no lo hacía «la Guardia Revolucionaria pausaría su plan para asesinar a la Víctima-4 (Trump) hasta después de las elecciones presidenciales». Shakeri aseguró que no les dio ninguna idea porque nunca tuvo intención de llevar a cabo ese crimen, que les costaría «una enorme cantidad de dinero». «El dinero no es problema», le respondieron. «Ya hemos gastado mucho». Por la muerte de la periodista disidente para la que le habían contactado inicialmente estaban dispuestos a pagar 1,5 millones de dólares y tenían también dos hombres de negocios israelíes en la lista.
El Ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araghchi, niega esas acusaciones y las califica de «comedia de tercera». Trump se tomó la amenaza contra su vida tan en serio que este verano llegó a pedir a la Casa Blanca un avión militar para su traslado durante la campaña, además de otras medidas de seguridad como el cierre del espacio aéreo en torno a sus residencias y un cristal antibalas para sus mítines, según revelaron el mes pasado fuentes del diario 'Washington Post' confirmadas por otros medios. Biden accedió a estas y otras demandas, «mientras no sea un F-15», contestó molesto por su exigencia de ser tratado «como un presidente en funciones». Tras su segundo intento de asesinato, el demócrata ordenó darle la misma protección que a los mandatarios en ejercicio.
El lunes Musk se reunió en un lugar secreto con el embajador iraní ante la ONU, Amir Saeid Iravani, para discutir formas de reducir las tensiones, según desveló 'The New York Times'. La reunión fue solicitada por el multimillonario, quien ha emergido como un cercano asesor de Trump a pesar de no tener autoridad para manejar asuntos diplomáticos. Miembros del gabinete del presidente persa, Masoud Pezeshkian, consideran que negociar con el futuro inquilino de la Casa Blanca podría ser una oportunidad para aliviar sanciones, argumentando que al republicano le gusta hacer tratos. La alternativa es una vuelta a la estrategia de «máxima presión», que provocó una profunda crisis económica en la república islámica durante su primer mandato.
El fundador de Tesla y propietario de X concertó la reunión bajo el pretexto de discutir sus negocios tecnológicos. Sin embargo, su involucramiento en un asunto tan delicado refleja su creciente influencia en la política y diplomacia, al punto de que Trump llegó a pasarle el teléfono durante una llamada con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, demostrando su papel como intermediario en este teatro geopolítico.
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