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G. E.
Sábado, 13 de julio 2024, 18:00
Los microcréditos, como su fundador, están en el ojo del huracán. Su efectividad ha concitado opiniones contrapuestas. «Casi 2.700 millones de personas en el mundo no tienen acceso al crédito y a los servicios financieros imprescindibles para mejorar su nivel de vida», advierte Rosa ... Serrano, responsable de relaciones con inversores de la banca solidaria Oikocredit en España, para quien este instrumento financiero es una «pequeña inversión que puede suponer para estas personas la salida de la pobreza».
La entidad ha dado servicios a 42,2 millones de personas, de las cuales un 87% fueron mujeres emprendedoras y un 67%, clientes del mundo rural. Su representante apela a la opinión del Banco Mundial cuando afirma que «la inclusión financiera es un elemento facilitador clave para la reducir la pobreza y promover la prosperidad».
A su juicio, esta herramienta supera en resultados a otras fórmulas de apoyo como la donación o la aportación de dinero para su subsistencia a corto plazo. Su impacto en el colectivo femenino es rentable porque el 42% de las mujeres en el mundo no tiene acceso a una cuenta corriente «lo que las excluye de cualquier posibilidad de acceder a crédito» y esa brecha de género se amplía en zonas rurales, carentes de banca convencional. «Al tener una fuente de ingresos independiente, las mujeres ganan autonomía y mayor capacidad de decisión».
Ningún estudio ha demostrado empíricamente que los microcréditos hayan reducido significativamente la pobreza en las comunidades donde se han aplicado, más al bien al contrario, según Carlos Gómez Gil, profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Alicante. «Constituyen uno de los mayores fracasos en las políticas de cooperación al desarrollo», sentencia.
Su diseño incorrecto, apunta, agrava la situación de pobreza en las mujeres, destruye las economías locales y, además, se destina a un consumo básico y subsistencia, acumulando tasas de morosidad muy altas. Lo que se pretende es cambiar la pobreza por deuda, alega. «Es la manera neoliberal de hacer a los pobres culpables de su supervivencia, anulando el papel de las políticas de solidaridad e impulsando las desigualdades mundiales. Endeudar a las personas más desdichadas que carecen de lo más básico es un auténtico disparate».
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