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Domingo, 25 de abril 2021, 00:04
El África Occidental Francesa abarcaba los países situados entre Mauritania y Níger, y la Ecuatorial, desde Chad hasta Gabón. La colonización gala no dio lugar a Estados modernos, sino a países de identidad artificial que han permanecido bajo su tutela. La metrópoli había favorecido a unos colectivos sobre otros en función de sus intereses de gestión y depredación, no formó cuadros para una Administración autónoma y, tras la independencia, estos problemas se convirtieron en yesca para las sucesivas crisis. La democracia fue una ilusión pronto desmantelada por regímenes autoritarios creados y derrocados por golpes de Estado.
Francia nunca se ha ido del continente. Sus intereses económicos y geoestratégicos, y la debilidad de los gobiernos locales, propiciaron un neocolonialismo sustentado en el acuartelamiento de tropas y la instalación de empresas como Elf Aquitaine o Areva. Los tiranos se sucedían, la emigración al norte se incrementaba, pero el Elíseo seguía allí.
El yihadismo llegó a un escenario de ancestrales problemas, muy afectado por el cambio climático, ingentes deudas públicas y escaso peso en el mercado global. El salafismo se ha valido de esta postración para ganar para su causa diferencias étnicas y amilanar a poblaciones y fuerzas armadas.
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