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Exterior del Centro Cultural Kirchner, símbolo del legado de la presidenta argentina, Cristina Fernández, que acaba este año mandato.
El homenaje de Cristina Fernández Kirchner a su marido fallecido: un edificio de Correos

El homenaje de Cristina Fernández Kirchner a su marido fallecido: un edificio de Correos

Buenos Aires inaugura en su antiguo edificio de Correos el CCK, el mayor centro cultural de América, un recuerdo póstumo al mandatario fallecido

MARCELA VALENTE

Domingo, 31 de mayo 2015, 00:15

Buenos aires acaba de estrenar el mayor centro cultural del continente americano, un monumento inaugurado por Cristina Fernández a la mayor gloria de su marido, el fallecido Néstor Kirchner, que ha prestado su nombre al colosal complejo. A falta de solo siete meses para que finalice el segundo mandato de la presidenta argentina, la viuda de Néstor quiere que el Centro Cultural Kirchner (CCK) simbolice como ninguna otra obra, el legado del kirchnerismo. El edificio de estilo neoclásico, que ocupa el antiguo Palacio de Correos y Telégrafos del país, había sido imaginado en 1889 por el arquitecto francés Norbert Maillart, pero no fue construido hasta 1928, a unos metros de la Casa Rosada. En 1997, coincidiendo con la privatización del servicio de correos, el sitio fue declarado Monumento Histórico Nacional, pero siguió albergando las oficinas postales hasta que Kirchner, hijo de un cartero, lo volvió a nacionalizar en 2003 y ordenó transformarlo en un centro cultural, que ahora Cristina ha hecho realidad.

El nuevo espacio, de 116.000 metros cuadrados, alberga 50 salas destinadas a conciertos, obras de teatro, espectáculos de danza y exposiciones. Un jurado, en el que participó el arquitecto catalán Ramón Sanabria Boix, analizó hasta medio centenar de proyectos que se presentaron al concurso de ideas. Ganaron los arquitectos de un estudio de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, que se pusieron manos a la obra hace ya seis años. El mayor atractivo del CCK es la llamada Ballena Azul, un espacio con forma de huevo con espacio para 1.750 asientos. La sala, de impactante acústica, alberga un monumental órgano Klais de 3.500 tubos, hecho a mano por artesanos alemanes, y será sede de la Orquesta Sinfónica Nacional.

La forma de cetáceo permitió montar el nuevo espacio sobre tres pilares sin contacto con el exterior. Al estar como suspendido está aislado de cualquier vibración. Para los músicos de la Sinfónica, el lugar es un sueño. Nunca habían tenido sede propia y ahora cuentan con la mejor de América Latina. Cuando este periódico recorrió la Ballena Azul, los músicos ensayaban una pieza de Piazzolla. La sonoridad sencillamente impacta.

Otro de los enclaves más llamativos del CCK es su cúpula, que antes era de tejas de pizarra y ahora luce vidriada. La idea fue respetar el diseño original, pero con nuevos materiales. Los vidrios son iluminados con unas led que cambian a los colores de la bandera de distintos países. A cada lado de la cúpula hay dos terrazas con vistas al Río de la Plata que permiten apreciar otros edificios singulares de Buenos Aires, sus parques y avenidas. El acceso se realiza por medio de los ascensores originales, que han sido restaurados y disponen de un sistema hidráulico que permite un viaje rápido y silencioso.

Otro espacio nuevo es La Lámpara, una estructura vidriada colgante dedicada a salas de exposición. No está plenamente terminada, pero ya tiene solicitudes de artistas locales y extranjeros que quieren montar ahí sus creaciones. También falta por finalizar la sala Argentina, en el subsuelo, para música de cámara, con 690 butacas. En cambio sí se puede recorrer el despacho de Eva Perón, cuyos balcones miran hacia la Casa Rosada. Allí, en lo que era la majestuosa oficina del director del servicio postal, se instaló la esposa de Juan Perón para trabajar en su obra de asistencia social. El vasto escritorio fue restaurado y luce como en los años 50, con los muebles, las paredes enteladas, la carpintería y las luminarias de la época. Se exhiben cartas y juguetes antiguos que representan el trajín diario de la mujer, que respondía las misivas y enviaba regalos a los niños pobres.

En recuerdo del suegro

Sin duda el sesgo más personalista del emblemático centro es la sala Néstor Kirchner, un homenaje al expresidente fallecido en 2010. El padre de Kirchner trabajaba en el correo de su provincia, Santa Cruz, y el pequeño Néstor, según Cristina Fernández, recordaba siempre que de niño acompañaba a su padre a Buenos Aires y visitaban el majestuoso palacio.

La presidenta argentina confesó que se emocionó cuando inauguró el CCK hace unos días. Pese a lo cual, expresó claramente su deseo de que el inmueble «sea un símbolo del nuevo auge económico» del país, que cerró 2014 con una inflación de casi el 24%, según el Gobierno argentino (otros consultores privados la elevan al 38%).

Basta saber el desembolso en la faraónica infraestructura cultural para evidenciar que la viuda de Kirchner no ha ahorrado en gastos: 250 millones de euros. Un ejemplo, el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer de Avilés costó 44 millones, cinco veces menos.

El ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, encargado de supervisar el proyecto, confió en que el palacio sea ahora disfrutado «por todos, pero especialmente por los más humildes, para que accedan a la cultura». Y la ministra de Cultura, la cantante popular Teresa Parodi, anunció que los «buenos artistas excluidos por el mercado» tendrán prioridad en la selección para dar vida al CCK.

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