![Javier y Francisco Trujillo durante la vendimia de sus uvas tintas en Mollina.](https://s1.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/2023/08/04/1469807017-RWax9RkcjfHVIu3S4vJVBaN-1200x840@Diario%20Sur.jpg)
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Alba Tenza
Sábado, 5 de agosto 2023, 00:20
Aún no ha salido el sol, pero las ruedas del tractor ya van acercándose a la parcela. Entre los caminos de estos 6.400 metros cuadrados, más de 1.100 cepas se preparan para dar la bienvenida al nuevo día. Así lo evidencian los primeros ... rayos de sol al posarse sobre el color azulado de las pequeñas uvas. El reloj sigue su curso y el remolque con capacidad para 4.000 kilos espera llenarse en esta mañana de agosto. Mollina podría presumir de los 16º que acechan al municipio, sin embargo, las altas temperaturas y la sequía han hecho que la vendimia adelante su cita. Ya ha llegado la hora de las tintas. Las ruedas frenan y el tractor verde John Deere ya ha parado en la primera calle de la viña. De él se baja Javier Trujillo, un viticultor que, a pesar de ser las siete de la mañana, muestra actividad en su semblanza. «Comencemos», pronuncia mientras dirige la mirada a su padre, Francisco, que un año más también está preparado con sus guantes puestos para empezar la recogida.
El único sonido que se escucha es el de los tirones que padre e hijo hacen a las cepas para conseguir arrancar los racimos. Mano a mano. «Anoche, sin embargo, las uvas tintas de otras parcelas se vendimiaron con cosechadoras, unas máquinas especializadas para ello, pero nosotros preferimos hacerlo manual, ya que así se daña menos a la cepa», cuenta el hijo.
El momento perfecto para recoger este tipo de uva suele ser en dos semanas, sin embargo, las escasas precipitaciones en los meses de primavera, que es el momento de mayor desarrollo de la uva, han hecho que se adelante a principios de agosto. ¿Qué ocurre si se dejan las uvas más tiempo en sus cepas? «La uva se secaría», aclara el padre de familia mientras prueba una de ellas. La decisión de empezar el primer viernes de agosto a las siete de la mañana ha sido de los técnicos de la Sociedad Cooperativa Andaluza Agrícola Virgen de la Oliva (Scavo), a la que este viticultor pertenece.
«Lo más importante para la calidad del vino es que la viña tenga la suficiente capacidad para meterle a la uva los grados de azúcar que esta necesita», explica el vástago, que no ha olvidado su gorra para cuando el sol le dé los verdaderos buenos días. La familia Trujillo dispone de dos parcelas arrendadas dedicadas a la vid. La primera de ellas ocupa una fanega –lo que significa 6.440 metros cuadrados en lenguaje viticultor– destinadas al cultivo de la uva tinta 'Syrah', las cuales se plantaron hace 15 años.
Al avanzar el camino que reposa a los pies de este terreno donde el sol ya calienta los sarmentajes de las vides y dejar a la izquierda una parcela de olivos se encuentra el segundo terreno alquilado por esta familia. En esta ocasión, hay 14 fanegas llenas de uvas Pedro Ximénez, cuya plantación data de 1986, las cuales aún tienen que esperar alrededor de dos semanas para ser recogidas.
Al hombro. Así transporta el progenitor la cubeta negra llena de los racimos de tintas que acaba de recoger, en apenas 20 minutos. Padre e hijo están perfectamente sincronizados. En una misma calle, cada uno se dedica a una de las filas y van arrancando los racimos a la misma velocidad. Cada vez que vuelcan un cubo en el remolque mueven el tractor para seguir con la siguiente y así, sucesivamente. «Yo empecé a recoger uvas con 16 años cuando salí del colegio, aquí siempre ha habido muchas uvas», cuenta Trujillo hijo mientras observa la viña espaldera ante la que se encuentra.
Sobre las nueve de la mañana, las temperaturas ya recuerdan que es verano en Málaga. Y así lo proclaman los últimos descendientes de esta generación, Javier y Carmen. Su mañana de verano tiene un cometido: Sostener la tradición familiar, a pesar de que no es a lo que se quieren dedicar. «Lo hacemos por voluntad propia», reconoce el mayor de ellos, al que tampoco se le ha olvidado traer su gorra. La pequeña, por su parte, no duda en buscar a su padre para que le preste sus tijeras «corta-racimos» que aceleren su proceso de recogida. Desde dos calles hacia el norte su padre los observa: «Prefiero que mis hijos no sigan mi camino, el campo está cada vez más complicado, sobre todo por la climatología, porque el abono se puede regular, pero el tiempo no», reconoce al ver cómo vendimian los dos jóvenes de 15 y 13 años.
El declive en la producción de la uva en Mollina es algo mencionado en reiteradas ocasiones por parte de la familia, a pesar de que la viticultura ha generado mucha economía en el municipio. «Hace 15 años se recogían 7 millones de kilos en el arranque y ahora solo se llega a un millón, la viña es un cultivo que necesita mucha mano de obra, si los precios no son competitivos, la gente opta por arrancarlos y poner otro cultivo», argumenta el vástago. Padre e hijo explican que la uva tinta, en concreto, produce alrededor de 4.000 kilos por hectárea, a diferencia de otras uvas autóctonas de Málaga como la Doradilla, que produce alrededor de 15.000 kilos por hectárea.
El precio de la uva no lo saben hasta el año siguiente cuando cierra la campaña, aunque estiman 40 céntimos por kilo. Este año, en concreto, prevén recoger 3.000 kilos de tinta y 60.000 de Pedro Ximénez. «Es importante que el fruto pase el menor tiempo posible desde que lo arrancamos de la cepa hasta que llega a la bodega», indica el hijo al volcar otra cubeta en el remolque, en el cual no falta un toldo azul para que las uvas no se oxiden en el camino. Un proceso que se repite hasta la una de la tarde, hora que establecen para pausar la recogida hasta la mañana siguiente y llevar las uvas a fermentar a la cooperativa para que comience la transformación de todas estas en vino.
Las previsiones por parte de La Sociedad Cooperativa Andaluza Agrícola Virgen de la Oliva (Scaavo) de Mollina en cuanto al embotellamiento del tipo Syrah es de 20.000 botellas. Esta sociedad, que cuenta con más de 1.200 socios y se dedica a cinco secciones (Vitivinícola, Aderezo, Almazara, Suministros y Crédito) embotelló en 2022 un total de 70 mil botellas. «Esta madrugada hemos recepcionado alrededor de 4.000 uvas tintas y hace una semana comenzamos la vendimia de la uva moscatel morisca, que a día de hoy ya reposa en los bidones», cuenta a SUR el gerente de Scaavo, Germán Luna.
Desde principios de julio se dedican a los muestreos para determinar cuándo se vendimia cada tipo de uva, que una vez se fermenta y se embotellan deben estar seis meses en ellas, después de estar medio año en las barricas. En la nave donde reposan esas grandes botas de madera llenas de vino, Luna no puede evitar recalcar la presencia de una en concreto, la más antigua que data de 1807, cuyo aroma evidencia su larga vida.
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