Recelos en el mercado de Alhaurín de la Torre tras el anuncio de convertirlo en un nuevo centro de salud

¿Qué ocurre? La lonja, un inmueble que va camino de los cuarenta años, abrió sus puertas con una serie de establecimientos que pagaron un canon de explotación que expiraba a los 25 años; desde hace una década, estas licencias están caducadas, los puestos han ido cerrando, por jubilación o traslado, sin que se autoricen nuevas aperturas. Los vendedores que allí permanecen no pagan nada, pero tampoco pueden optar a la renovación. Así lo reconoce el propio Ayuntamiento, que justifica que no se sacan a concurso las cuarteladas clausuradas por no haber apenas demanda para ello.

«Estamos en un limbo, nos han dejado de cobrar, pero tampoco podemos optar a continuar y, si viene alguien que quiere instalarse, no puede», explica Ángel Caro Fajardo, empleado de una pescadería familiar que funciona desde hace 30 años, cuando su padre, Francisco Caro, la echó a andar. «Se está dejando morir el mercado, cada vez somos menos», explica el pescadero de segunda generación que hace las cuentas: de 39 puestos, solo quedamos 9 y el bar. El hombre que atiende la barra, lo ratifica: «Yo me voy a otro sitio, ya tengo alternativa, lo peor es para los que venden producto fresco».

«Es todo muy raro», reflexionan comerciantes, ya que ni se concreta el proyecto de construcción de un nuevo mercado, anunciado en varias ocasiones por la Administración local, ni se procede al cierre definitivo y, en medio, se lanzan propuestas, como la de reconvertir el espacio en unas instalaciones sanitarias.

José Manuel Nieto, otro pescadero, aunque deja claro que él está a las puertas de la jubilación, considera un sin sentido no apostar por una lonja tradicional, cuando esta podría funcionar, tanto en su ubicación actual como en otra nueva. «Gracias a esto comemos tres familias y hay jóvenes que quieren continuar, pero, si no podemos estar en el puesto, ¡claro!, al final, se verán obligados a buscar otro local y la plaza de abastos cerrará», lamenta un vendedor que prefiere no dar su nombre. Isabel Robles, que es costurera, es de la misma opinión. Su puesto es de los «históricos», todavía lo mantiene, pero ve claro el porvenir: la plaza de abastos cerrará por hechos consumados, a fuerza de no abrir nuevos puestos. «Aunque quieras aguantar, al final, te tienes que ir», dice. El alcalde, Joaquín Villanova, no cree que el problema del mercado sea una falta de atención municipal. Todo lo contrario, sostiene. Se ha invertido, detalla, en cuestiones como la mejora de la accesibilidad y la climatización, además de en imagen corporativa, pero está convencido de que, pese a ello, el modelo de negocio no tiene éxito. «Los hábitos han cambiado, muchos comerciantes que había en el mercado han buscado otro sitio y venden más, además, no paran de instalarse grandes supermercados y, allí, justo al lado de la plaza, hay una», apunta. «Mientras no haya una necesidad de darle otro uso a este espacio municipal, podrán continuar allí los puestos que queden, sin pagar nada, eso está garantizado, pero el Ayuntamiento tiene que mirar por dar una verdadera utilidad pública a este espacio, bien sea como centro de salud, bien como vivero de empresas, para la llegada nuevas actividades. Tenemos una necesidad de ampliar tanto un servicio como el otro y, si hay un proyecto que pueda aprovechar el edificio del mercado, se ejecutará», anuncia Villanova.

«No quiere decir que no vayamos a atender a los vendedores y escuchar sus demandas, pero tenemos que velar por la rentabilidad social del inmueble», zanja el máximo responsable municipal de Alhaurín de la Torre.