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El sector quesero en Málaga sigue siendo uno de los principales pilares donde se sustenta la agroeconomía de la provincia. Ante esta premisa, el Salón de Grados de la Facultad de Turismo de la Universidad de Málaga acogió el pasado viernes 21 de marzo las Jornadas Finales del Proyecto de Cooperación 'Quesos de Málaga: Innovación y Tradición', una iniciativa que tiene como objetivo principal darle un giro al sector en búsqueda de un distintivo de calidad que promueva la innovación y el valor añadido en sus productos. Pero más allá del intercambio de ideas y experiencias, el encuentro tuvo un propósito claro: avanzar en el camino hacia la Denominación de Origen Protegida (DOP) Quesos de Málaga. Un reconocimiento que, según los expertos, supondría un salto cualitativo para un sector que mezcla historia, cultura y potencial económico.
La jornada arrancó con la intervención del geógrafo e historiador Diego Javier Sánchez, que conectó el presente del queso malagueño con su pasado más remoto. Según explicó, las primeras huellas de la producción quesera en la provincia se remontan a entre 5.000 y 6.000 años antes de Cristo, con restos encontrados en la cueva de la Pileta, en la Serranía de Ronda. «La relación entre territorio, pastoreo y queso forma parte de nuestra identidad», destacó.
Ese vínculo con el entorno y las tradiciones es precisamente uno de los pilares que sustentan la solicitud de la DOP. El técnico agroalimentario Sergio Vera fue el encargado de explicar el estado actual del sector y los avances en la redacción del pliego de condiciones que acompañará la solicitud. También presentó un diagnóstico detallado sobre las razas ganaderas, las explotaciones activas, la leche transformada, la variedad de productos y su distribución geográfica. «Una DOP no es solo una etiqueta, es una herramienta para proteger lo que somos, generar empleo y fijar población en el medio rural», afirmó.
La importancia de definir bien el producto también fue subrayada por Antero Manuel Murillo, del Centro Tecnológico Agroalimentario (CICAP), quien explicó los criterios técnicos que se están utilizando para caracterizar los quesos malagueños. «Lograr que los productores puedan describir con precisión su propio queso es clave para construir una identidad reconocible y protegida», señaló.
El broche técnico lo puso una mesa redonda moderada por Leonor García-Agua, directora de Sabor a Málaga, donde representantes de otras DOP consolidadas compartieron su experiencia. Desde la Torta del Casar hasta el queso de Murcia o el Garrotxa, todos coincidieron en la necesidad de apostar por la calidad diferenciada desde dentro del propio sector. «Ver cómo lo habéis conseguido nos anima a seguir trabajando», expresó García-Agua durante el cierre.
La jornada finalizó con una cata dirigida por Murillo, donde los asistentes pudieron apreciar las diferencias entre variedades de queso malagueño según su maduración. Un último gesto para recordar que este producto no solo es un alimento, sino también un relato vivo del territorio. El proyecto, financiado por fondos FEADER y la Junta de Andalucía, forma parte de una estrategia más amplia para posicionar al queso de Málaga en el lugar que merece: con nombre propio, sello de calidad y reconocimiento internacional.
Con el respaldo institucional, el esfuerzo del sector y un producto con identidad propia, el queso malagueño se prepara para dar el salto que lo sitúe en el mapa de los grandes quesos con sello europeo. La Denominación de Origen Protegida ya no es solo una aspiración, sino un objetivo compartido que marca el rumbo hacia un futuro más sólido, justo y reconocido para quienes llevan generaciones transformando la leche en cultura.
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