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La historia ganadera de la familia Suárez Bautista comenzó hace más de 60 años y ahora Lorena continuará con el legado. Salvador Salas | Vídeo: S. Salas y Daniel Maldonado

El sueño de Lorena: hereda un negocio familiar de 500 cabras

A esta joven de 33 de años de Carratraca le entusiasma este duro oficio y además busca montar una quesería, su gran pasión

Alba Tenza

Domingo, 5 de noviembre 2023, 00:20

Sobre el hombro porta un fardo de paja y los balidos aumentan su frecuencia nada más verlo. Ha llegado el momento. Deja el rastrojo en el interior de uno de los cuatro comederos de grandes dimensiones que hay justo al entrar al corral y en menos de cinco segundos ya hay centenares de cabras que se unen al festín. El postre será el segundo ordeño del día. La jornada de la carratraqueña Lorena Suárez ha comenzado a las 7:00 horas de la mañana, como cada día de su vida. La ganadera tiene ahora 33 años, pero lleva desde que dejó los pañales dedicándose al rebaño caprino, lo que desde siempre le ha llevado a tener un sueño: montar su propia quesería. Es hija de Miguel Suárez y Juana Bautista, quienes se han dedicado a la ganadería durante toda su vida. «Yo he crecido entre cabras, con siete años ya echaba los días en el campo, las llevaba a pastar y luego las guardaba», explica mientras prepara la ordeñadora.

Vara en mano y golpes secos sobre el hierro para avisarlas, ese es el siguiente paso. Ellas saben lo que significa y no tardan en desplazarse al otro lado del corral. En el centro de la estancia cuelgan diferentes tubos azules que serán los encargados de sacar la leche, mientras detrás de la puerta esperan sus más de 300 cabras de raza florida para la segunda cita del día. A las 18.30 horas se abre la puerta, suben tres escalones y avanzan en fila hasta colocarse cada una en su comedero, tienen la lección bien aprendida. Con sus manos, la ganadera carratraqueña palpa las ubres para detectar la cantidad de leche que tienen en su interior. «Cada día del año hacemos dos ordeños al día, entran grupos de 24 cabras, le sacamos la leche, salen y siguen entrando las demás hasta terminar con todas», cuenta la ganadera.

La historia ganadera de la familia Suárez Bautista comenzó hace más de 60 años. «Yo viví mi infancia al igual que Lorena, entre cabras, y al igual que yo, tres de mis seis hermanos también se han dedicado a la crianza y el cuidado caprino», recuerda Bautista con su nieto pequeño en brazos. Cuando se casó, Suárez ya tenía unas 100 cabras, una quinta parte de las que tiene en la actualidad. «Este es nuestro día a día, los 30 días del mes, los 365 días del año», cuenta el padre de familia mientras descarga el camión de pienso que acaba de llegar a la nave y en su memoria aterrizan sus primeros momentos como ganadero con las vacas que tenía su padre.

«He crecido entre cabras, con siete años ya echaba los días en el campo, las llevaba a pastar y luego las guardaba», explica

Cada dos días, la familia Suárez obtiene alrededor de 600 litros de leche del ordeño que se mantienen en un tanque a una temperatura de 2 grados. La cantidad de leche que producen depende de la época del año y la forma en la que los ganaderos organizan los embarazos. «Establecemos tres lotes al año para echar las cabras a los machos, es la única manera de que no nos quedemos sin leche», explica Suárez. En el corral viven unas 300 cabras y chivas, mientras que otras 200 están en la Sierra de Alcaparaín, la que constituye las vistas frontales desde Carratraca. «Mi marido es el que se encarga de estar todo el día con las cabras que están embarazadas en la sierra, son un ganado vacío porque no dan leche durante esos cinco meses hasta que paren», relata la joven ganadera.

Una tradición

En una cántara de 40 litros vierte leche recién sacada para llevarla a casa de sus padres y hacer el queso, ya que al estar a menos de 100 metros de la ganadería puede transportarla ella misma. Abre la cántara y con una jeringa echa el cuajo, lo mueve con una caña y espera 45 minutos. Una vez cuajada la leche, el resultado es una masa que ella misma introduce en las pleitas que hay sobre la encimera. «Yo hago el queso de forma tradicional, lo meto en las pleitas de esparto como se hacía antiguamente, lo prenso, le añado sal y así coge el sabor», describe la maestra quesera mientras prepara el queso.

Cada dos semanas, un camión llega a la nave con 'unifeed', un complemento alimenticio para la ganadería caprina que incluye en un solo alimento toda la fibra concentrada que necesitan estos tipos de animales. «Cada mes pagamos unos 4.000 euros solo en pienso para alimentar al ganado», relata la joven. A esta cifra se suman los 23 paquetes de 14 alpacas de paja que compran para añadir al alimento diario de los animales. «Las cabras comen mucho, y unos 10.000 euros al mes se van en el mantenimiento y bienestar del ganado», destaca la ganadera.

Duro oficio. Cada día del año se hacen dos ordeños, en grupos de 24 cabras. Salvador Salas

El margen de beneficio permite a los ganaderos vivir de ello, aunque las ganancias dependen de la temporada y la producción del ganado. En estos momentos, la situación es complicada por una razón concreta: la falta de agua. «La sequía ha hecho que los precios de todo aumente, no sabemos qué pasará si esta situación continúa así, hace unos años una alpaca de paja blanca costaba 1,20 euros y ahora cuesta 4 euros; el heno estaba a 4 euros y ahora al doble», detalla Bautista mientras prepara un tradicional chivo a lo pastoril.

Después de una vida entera dedicada a las tareas del ganado y el conocimiento basado en muchos años de cría y cuidado de las cabras, los padres de Suárez han decidido ceder el negocio a su hija, lo que supone un nuevo camino. Este mismo año obtuvo el certificado como ganadera tras realizar unos cursos en los que ha podido formarse sobre bienestar animal, cómo llevar la ganadería, y otros aspectos como la contabilidad o cómo se forma una empresa agraria. «Ahora que vamos a quedarnos con el negocio, nos encantaría que mi marido se encargara del ganado, siempre con mi ayuda, y yo me dedicara a mis quesos», señala. Su sueño siempre ha sido montar su propia quesería, pero eso supone una gran inversión.

Una quesería

«Yo siempre he tenido pasión por los quesos, cuando era pequeña mi madre me enseñó a hacerlos y es algo que me ha acompañado siempre», cuenta la carratraqueña. La joven decidió empezar su propio proyecto animada también por su padre, quien le sugirió que sería una buena idea montar su propio negocio para vender sus productos con su propia leche. Sin embargo, lo que era la redacción de un proyecto se quedó solo en eso por la falta de recursos para sacarlo adelante. «Mis padres han trabajado mucho para sacar esta casa adelante, su actividad ganadera empezó en un cortijo donde no tenían ni casa propia y la única forma de invertir para montar mi quesería era sobrehipotecando la casa de mis padres, no podía permitir eso», relata Suárez acurrucada en la mesa camilla del salón del hogar que la vio crecer.

Lorena Suárez confiesa que siempre tuvo pasión por los quesos, «desde que mi madre me enseñó». Salvador Salas

La maestra quesera obtuvo el título de este oficio en 2012 tras una formación en Hinojosa del Duque (Córdoba). «Yo estaba trabajando en un hotel como administrativa y utilizaba los únicos días del mes de descanso para ir a Córdoba a hacer los 13 módulos de formación como quesera, cada uno duraba una semana», recuerda Suárez mientras uno de sus hijos le pide a su abuela probar el queso recién hecho. «Yo ya tengo mi propia cabra, es negra y es mía», confiesa con ilusión la mayor de sus hijas, con solo 7 años, sentada sobre su madre, mientras esta hace un viaje temporal por la historia de su vida. «Una vez obtuve el certificado, calculé cuánto me costaría crear mi propia quesería de un tamaño reducido y ascendía a 30.000 euros», añade.

Para conseguir tener su propia quesería tiene que tener, en primer lugar, el espacio donde hacerlo, la aprobación de calificación ambiental por el Ayuntamiento y Sanidad, y la maquinaria. «El queso no se puede hacer a lo tradicional en tu quesería porque hay que pasteurizarla para quitarle los gérmenes, el pasteurizador industrial va por litro y me costaba unos 12.000 euros, eso sin sumarle los moldes, y una nevera industrial para enfriarlo», detalla la ganadera. Ahora que va a tomar los mandos del negocio familiar, tiene claro que es una oportunidad para volver a encauzar el camino hacia su gran sueño. «Podría montar mi propia quesería en la parte de arriba de la nave donde tenemos los corrales, de esta forma tendríamos el negocio completo en un mismo espacio, aunque todos los principios son duros, para mí es una ilusión trabajar por este proyecto», aclara. La pasión por la ganadería y los quesos llegó a su vida cuando apenas sabía andar, y si hay algo que tiene claro a día de hoy es que el legado de la familia Suárez Bautista continuará.

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