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De Pizarra a Santiago de Compostela a 45 km/h
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Tres amigos pizarreños se embarcan en un viaje de más de 3.200 kilómetros de aventura por España en una Derbi VariantNacho Ramos, David Rioboo y David Cantarero comparten muchas cosas en común. Tienen la misma edad, son amigos desde la infancia y viven en Pizarra. ... Ahora, también les une una experiencia muy peculiar: una ruta por España a 45 kilómetros por hora, en una Derbi Variant de más de 20 años de antigüedad. Esta aventura les ha llevado a recorrer más de 3.200 kilómetros de sur a norte y vuelta a lo largo de 15 días. «Es un viaje muy especial y único, podremos volver pero nunca será de esta manera», aseguran.
Todo comenzó en el confinamiento, cuando los tres pizarreños, de 33 años, decidieron que era hora de hacer un viaje juntos. La primera idea fue realizar el Camino de Santiago en bicicleta, pero a Ramos se le ocurrió un reto aún mayor: un viaje en Derbi Variant, una moto pensada para trayectos cortos y urbanos. «Al principio parecía una locura, pero al final acabamos aceptando», cuentan Rioboo y Cantarero, que comenzaron a buscar una moto igual, ya que Ramos era el único que tenía este modelo. Tras una intensa búsqueda, consiguieron encontrar dos Derbi Variant similares a la de su amigo. “Fue complicado encontrarlas, había muchas en venta pero pocas con los papeles en regla”.
Una vez que las tuvieron en su poder, llegó el momento de arreglarlas para el viaje. Durante nueve meses, todos los lunes se reunían para poner a punto sus motos. La de Ramos es la más antigua, de 1986, la de Rioboo es de 1992 y la de Cantarero es de 2001. El día de salida estaba previsto desde que comenzaron a fraguar la idea. A las 08.30 horas del 21 de mayo los tres amigos pizarreños arrancaron sus motos y comenzaron su aventura. Se iniciaba un viaje totalmente atípico y sin un ápice de planificación. «Queríamos hacer lo que nos apeteciera en cada momento».
Las premisas del viaje estaban claras: no había reservas en ningún punto de la ruta ni límite diario. Con un promedio de 150/200 kilómetros al día, la jornada finalizaba al caer la tarde, momento en el que comenzaban a buscar alojamiento por la zona en la que se encontraran. «Nos hemos hospedado en todo tipo de sitios: hoteles, hostales y casas de aldeas. Hemos conocido a mucha gente buena».
Su aventura se hizo conocida en las redes sociales gracias a María José, una chica de Lora del Río a la que conocieron en una de sus primeras paradas. "Publicó algo sobre nosotros, y a partir de ahí fue cuando nuestra aventura se hizo más popular. Al principio, los moteros no nos saludaban, luego se paraban a echarse fotos con nosotros".
Su único equipaje era una mochila, y no todas llegaron a Santiago. «Pasé un bache, pero no me percaté de nada raro. Al rato me di cuenta de que había perdido mi maleta, pero no volvimos, podría estar a 15 kilómetros o más», explica Rioboo, que perdió toda su ropa. «Se puede decir que llegué a Santiago con lo puesto».
El 26 de mayo, tras cinco días de viaje y más de 1.000 kilómetros recorridos, llegaron a Santiago de Compostela. La Plaza del Obradoiro no permite la entrada de vehículos, por lo que los tres amigos se las ingeniaron para poder acceder con sus motos. Con la Derbi en modo bicicleta, fueron pedaleando hasta llegar al centro de la plaza. «Un policía vino a decirnos que no podíamos estar allí. Cuando le dijimos que veníamos desde Málaga en esa moto no se lo podía creer». Tuvieron que salir de la plaza, aunque el agente les dio cinco minutos de rigor para que pudieran hacer su foto de recuerdo.
Ya habían cumplido su objetivo: llegar a Santiago. A partir de ese momento, el viaje no estaba escrito. Su idea inicial era alquilar una furgoneta para poder volver a Pizarra y trasladar sus motos en ella. «Ya habíamos cumplido, y las motos también. Como el viaje había ido tan bien y llegamos a Santiago tan rápido, decidimos seguir».
Ahí comenzaba la segunda parte de la aventura, que los llevó a visitar parte de la cornisa cantábrica y pueblos de provincias como Burgos, Cuenca y Guadalajara. “Cada día era un reto, nos levantábamos sin saber donde íbamos a acabar y si las motos iban a aguantar”.
Aunque sufrieron varias averías durante su largo trayecto, pudieron repararlas con la ayuda de los vecinos de la zona para seguir su camino. "Cuando la gente venía las motos, era inevitable acercarse a preguntar, tanto personas mayores como jóvenes. La ayuda y el ánimo que nos transmitían nos daba empujoncitos para seguir, era muy enriquecedor", recuerdan.
Tras recorrer la cornisa cantábrica y otros pueblos del interior de España, el 4 de junio llegaron a Pizarra, donde familia y amigos los esperaban con ilusión, confeti y botella de champán en mano. "Estamos felices de volver y a la vez con pena, porque sabíamos que este viaje es único".
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