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En la convulsa sociedad de 1936, con la Guerra Civil española a punto de estallar, el rechazo hacia los símbolos religiosos era cada vez más creciente. Una de las imágenes más veneradas de la comarca del Valle del Guadalhorce consiguió salvarse de la quema que ... estaría por llegar, en una hazaña que quedó para la posteridad. La Virgen de los Remedios, patrona de Cártama, comenzó un periplo por América que duró más de un año, con visitas a 16 repúblicas del continente. Esta historia es obra del rapsoda cartameño José González Marín, que comenzó a gestar el plan en 1935, durante su gira por España. «Es una imagen con más de cinco siglos de tradición, muy venerada. Cuando González Marín se percató de que las cosas iban a acabar mal, habló con el párroco de la ermita y encargó una réplica exacta de la Virgen al escultor Francisco Palma», explica Francisco Baquero, autor de 'Cártama Histórica: El juglar y la Virgen peregrina', donde relata todo lo vivido por el rapsoda en su gira por América acompañado de la patrona de Cártama.
El cambio se produjo en abril del 36, antes de la festividad de Nuestra Señora de los Remedios. González Marín tomó la imagen original y la guardó «en una caja de zapatos», entregando al cura párroco la réplica elaborada por Palma, según cuenta Barquero. Semanas después, el Frente Popular comunicó al cura que la Virgen no podía seguir en la iglesia. «El sacerdote guardó en su casa la Virgen creada por Palma, que acabaría siendo quemada por los milicianos».
La verdadera Virgen de los Remedios ya estaba en manos de González Marín, que embarcó rumbo a América en junio de 1936, llevándola consigo. «Fue un viaje intranquilo, no sabía si había hecho bien o mal, porque se llevaba una virgen de devoción en Málaga», relata Barquero, que conoció a González Marín cuando era un niño.
En mitad del Atlántico, el barco en el que viajaba el rapsoda cartameño junto a la Virgen recibió un cable del Gobierno de la República en el que se ordenaba la detención del artista y su vuelta a España. «González Marín pudo tomar tierra en Brasil, y el barco continuó hasta Buenos Aires, donde el rapsoda llegaría por tierra, vía Uruguay», cuenta el escritor.
Su debut americano fue en el Teatro San Martín de Buenos Aires, donde el artista anunció que llevaba la Virgen consigo y contó su historia. «Causó sensación en todo el continente, le regalaron numerosas ofrendas de todo tipo», explica Fernando Bravo, cronista de Cártama, que asegura que todos los gobernadores y presidentes de los estados en los que estuvo le obsequiaron con una bandera del país como símbolo de fraternidad.
El 23 de abril de 1937, la patrona de Cártama celebró su día en La Habana, como relata Barquero. «Paseó en multitud por las calles, todos le rezaban». Después de meses de viajes por Argentina, Chile, Perú, Venezuela, Bolivia o Costa Rica, la última parada del rapsoda y la Virgen fue Nueva York, donde embarcaron rumbo a Gibraltar en diciembre de ese mismo año. «Cuando llegaron a Málaga desde Gibraltar, la ermita había sido destruida. Todas las mujeres vestían de luto, y González Marín dio un discurso estremecedor. Preguntó que si había algún niño de la guerra y ahí estaba yo, que tenía ocho años. En ese momento nació una amistad que se mantuvo hasta que él murió», recuerda el escritor.
Tras su vuelta a España, el rapsoda cartameño continuó su carrera durante las décadas de 1940 y 1950. González Marín falleció en 1956, dejando un gran legado cultural y patrimonial, recogido en su casa natal en Cártama, ahora convertida en museo.
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