Una mujer espera impaciente a que dos operarios abran su caja fuerte o lo que queda de ella, ya que se encuentra totalmente calcinada. Cuando consiguen abrirla, es imposible distinguir la mayoría de los objetos que había en su interior, ahora reducidos a cenizas. La ... señora comienza a llorar mientras depositan sus pertenencias en el suelo, con la esperanza de poder salvar algo de la catástrofe. Es una de las personas desalojadas del camping Lazy Days Pueblo Fiesta de Mollina, en el cuál se originó un aparatoso incendio el pasado domingo que se saldó con más de 40 casas totalmente calcinadas y unos 70 vecinos desalojados. Tras la evacuación de la zona, los residentes que no pudieron desplazarse a otras casas de familiares u otros campings fueron llevados al Centro Eurolatinoamericano de Juventud (Ceulaj), también ubicado en el municipio, donde ayer recibieron numerosas donaciones por parte de los mollinatos. «El trato de la gente está siendo fantástico, no hay palabras para describir lo que han hecho por nosotros», explican Jim y Diane Wilson, una pareja que acababa de comprar una casa en el camping incendiado. «Llegamos hace solo tres días, por suerte nuestra casa no se ha calcinado, pero no podemos volver a ella porque no hay agua ni electricidad».
Pese a todo, se sienten muy «afortunados» por poder contarlo. «Nadie ha muerto y no hay heridos graves. En el camping reside gente mayor, hay personas de 92 años que lo han perdido todo», explica esta pareja de británicos, a los que les han facilitado medicinas para ellos y para su perro. «Los españoles están siendo fantásticos con la comunidad británica».
Este camping, conocido en la localidad como 'Camping de los Ingleses', se compone de casas prefabricadas habitadas en su mayoría por ciudadanos británicos, por lo que muchos de ellos no hablan castellano con fluidez. «Muchos de nosotros hablamos inglés y estamos ayudando a los que no pueden comunicarse bien», indica una trabajadora del Ceulaj, donde también acudieron voluntarios para organizar la gran mesa de donaciones, compuesta por todo tipo de objetos. «Hemos traído varios productos de aseo, como esponjas o geles de baño», señala una de las vecinas.
La lista de productos y objetos disponibles para los afectados fue tan extensa que el Ayuntamiento pidió que no se donara más ropa. «La respuesta ha sido increíble, y ya hay tanta ropa que no es necesario traer más», explica una concejala, que además asegura que se ha puesto a disposición de los desalojados un minibus para poder acudir al pueblo y realizar las gestiones que consideren necesarias. Tras coger algunos productos de la mesa de donaciones, los afectados se sientan en un patio del Ceulaj para tomar el aire, aún en «shock» por lo ocurrido. «Es terrible, estamos devastados. No ha quedado nada», explican.
A unos minutos de este edificio se encuentra el camping, que continúa desprendiendo un intenso olor a ceniza. En él, voluntarios de Protección Civil inspeccionan el entorno de las casas calcinadas junto a algunos de los propietarios, que vuelven para fotografiar la zona de cara a la reclamación de los daños y con la esperanza de poder recuperar algo. «Lo hemos perdido todo, pero por suerte estamos vivos y no tenemos que lamentar ningún fallecido», señala Peter Thacker, que ha acudido junto a su mujer para hacer fotos de su coche y de su hogar, ahora totalmente calcinados. «Llevamos viviendo aquí un año. Hemos perdido dinero y cosas de valor, el fuego se originó en la casa de al lado, y no nos dio tiempo a coger nada», explica mientras busca sus gafas entre las cenizas junto a un efectivo de Protección Civil. Al encontrarlas, abre la funda y las revisa. «Nada, no se pueden recuperar», dice mientras las tira de nuevo a los escombros.
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