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Juan Cano y jon a. sedano
Málaga
Miércoles, 23 de agosto 2017, 00:44
La alarma empezó a sonar a las 5.02 de la madrugada del 27 de julio. Lo sabe porque miró el reloj despertador de su mesita de noche. María –es nombre ficticio, prefiere preservar el anonimato– y su marido dormían ajenos a la búsqueda ... de la pequeña Lucía, que había desaparecido esa noche en la estación de Pizarra. «Era la primera vez en 16 años que saltaba la alarma de nuestro coche», confiesa ella, que vive a 300 metros del lugar donde, apenas dos horas después, fue hallada muerta la niña.
Su parcela está a apenas 15 metros de las vías del tren, aunque hay que bajar un desnivel, y está rodeada por una alambrada que solo podría saltar, no sin dificultad, un adulto. Los dos perros que vigilan su propiedad comenzaron a ladrar, asustados por el sonido estridente del sensor de movimiento del vehículo (un Seat Toledo), que despertó al matrimonio pese a que dormían con las ventanas cerradas y el aire acondicionado encendido. «Mi marido bajó para ver qué ocurría», recuerda la mujer, cuyo testimonio ha sido incorporado al atestado que la Guardia Civil ha elaborado sobre el caso de Lucía.
La alarma despertó también a los padres de María, que dormían en una casita de campo anexa, dentro de la misma parcela. «Mi padre se asomó y le preguntó a mi marido qué sucedía, pero él no vio nada raro. Cambió el coche de sitio y volvió a casa, explica ella, que aprovechó para abrir los balcones de la vivienda.
A los cinco minutos, mientras trataban de conciliar otra vez el sueño, escucharon desde la cama otro sonido extraño que procedía de la calle. «Niña, ¿has oído eso?», preguntó el marido. «Sí que lo había escuchado. A los dos nos pareció el ruido que se hace al pisar una botella de plástico», añade la mujer. (Este periódico pudo comprobar que, justo enfrente de su casa, junto a las vías, había una botella de agua doblada como si alguien la hubiese pisado). Un tanto inquietos, cerraron de nuevo las ventanas, encendieron el aire acondicionado y trataron de dormirse.
Su padre, que es «muy futbolero», se quedó despierto para ver el partido que enfrentaba al Real Madrid y al Manchester City, «y él síduerme con las ventanas abiertas», apunta María, que está convencida de que «si la niña o alguien hubiese pasado por allí después de las cinco, mi padre o yo deberíamos haberla visto u oído».
Pero de ahí al final del encuentro sólo lo distrajo una cosa: que el cercanías se parara en medio de la vía. «Cuando mi marido se levantó para ir a trabajar, mi padre se asomó y me dijo: ‘¿Has visto el tren ahí parado? Igual alguien ha intentado cruzar...’». El maquinista acababa de detener el ferrocarril tras comprobar que Lucía yacía muerta entre los raíles.
María no ha dejado de darle vueltas desde entonces. «Nos acostamos cerca de la una y no oímos nada. Si pasó por allí, tuvo que ser entre la una y las cinco, porque de lo contrario la habríamos escuchado. Todavía no me imagino a una niña de tres años caminando por allí sola, a oscuras. Ojalá nos hubiéramos asomado. Si llegamos a saber que había una menor perdida, habríamos mirado las vías...», se lamenta la vecina.
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