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La vista romántica de imaginar a una doncella en un sepulcro mirando al cielo en la Peña de los Enamorados. a.j.g.
Peña de los Enamorados: origen de una leyenda

Peña de los Enamorados: origen de una leyenda

Antequera.Los primeros agricultores bajaron de El Torcal tras un gran terremoto y crearon los dólmenes. La Literatura difundió el romance de un cristiano y una musulmana, origen de una leyenda de amor imposible

ANTONIO J. GUERRERO

Domingo, 14 de febrero 2021, 00:37

Todo comenzó con un terremoto hace 7.000 años. Los primeros pobladores de las tierras de Antequera vivían en El Torcal desde donde divisaban en el horizonte un gran valle lleno de árboles y lagunas de agua. Entre tanta abundancia, emergía una gran roca misteriosa: la que hoy conocemos como Peña de los Enamorados. «En el Neolítico, los primeros agricultores, ganaderos y artesanos buscaban grutas naturales como las que hubo en El Torcal, donde estuvieron hasta que bajaron a la zona de la Peña tras un gran movimiento sísmico que hubo que hundió las bóvedas de sus cuevas», destaca Bartolomé Ruiz, director del conjunto arqueológico de los Dólmenes.

Antes del temblor de tierra, «ellos tenían su propio santuario que era 'El Tornillo', esa figura de sobra conocida por todos, que lo representaron en la escultura denominada como 'Venus del Torcal', una pequeña diosa que apareció en la Cueva del Toro», una de las grutas de la ciudad de piedra. «Hasta entonces, enterraban a sus antepasados en las propias cuevas hasta que empezaron con la arquitectura megalítica, hace 6.000 años».

Ruiz destaca que «mil años antes de la construcción de los dólmenes, ellos contemplaban la Peña desde El Torcal, donde las pinturas rupestres exponen que ya estuvieron allí antes de empezar con el megalitismo funerario de la zona». Varios terremotos fechados hace más de 6.000 años en las hoy provincias de Málaga y Granada provocaron «el hundimiento de bóvedas de cuevas como las del Torcal y por eso decidieron trasladarse a la vega y buscar un lugar más amplio donde empiezan a construir poblados sin refugiarse en cuevas».

De ellos hay poca información, algunos cimientos, fragmentos de madera y paja que formaron parte de sus débiles estructuras, pero de lo que sí hay son de «las grandes construcciones megalíticas funerarias con la gran tumba de Viera y el gran templo de Menga, orientado a la Peña, realizado mirando a ese fenómeno que surge de la tierra». Ellos lo entendieron como un santuario neolítico «como un personaje que emerge de la tierra y mira al cielo».

La primera representación iconográfica de Antequera es de la propia Peña de los Enamorados «como muestra el grabado de Hoefnagel sobre 1575». Aunque hubo que esperar cinco siglos después para valorar este peñón. Fue el astrofísico Michael Hoskin quien «destaca que el objetivo de la orientación de Menga es el perfil humano que tiene en frente, él lo llama el gigante durmiente» y reluce el valor extraordinario que la UNESCO lleva a declararlo como Patrimonio Mundial en 2016.

Al valor inicial dolménico, tenemos que sumarle el de las leyendas del desamor de un cristiano y una musulmana que decidieron sacrificar sus vidas antes de ser separados al tener diferentes creencias. El catedrático de Literatura Juan Benítez destaca que la Peña de los Enamorados «no solo es influyente en lo que supone para los Dólmenes de Antequera, sino en una de las leyendas más importantes que se introdujo en la Historia General de España, la Historia del padre Mariana».

Así, desde Lorenzo Valla (humanista del siglo XV) a Juan de Vilches (referente de la escuela antequerano-granadina de literatura), se nombra y difunde la leyenda de los jóvenes enamorados. Tello y Tagzona son los nombres más comunes, aunque Benítez apuesta Hamete antes que Tello como «así lo mencionó Juan de Vilches» en su versión. Volviendo a nuestros enamorados, era Antequera límite fronterizo de la zona cristiana con la musulmana. Un joven cristiano, cae prisionero en una localidad próxima. La hija del mandatario musulmán se enamora de él y deciden marcharse. Se percatan y salen en su captura; llegan a un peñón en las cercanías de Antequera, decidiendo subir a él. Ya en todo lo alto, los arqueros apuntan a los jóvenes: ambos se miran, se cogen de la mano, y se colocan al filo de la cima. No tenían escapatoria: rendirse, ser capturados y separados. Pero no; Tello y Tagzona, unidos por sus manos, vuelven a mirarse y se despeñan, saltando al vacío.

Este romance les sonará porque en el fondo es similar al Romeo y Julieta de William Shakespeare, pero de mucho antes, ya que el descubridor Cristóbal Colón, en su diario de a bordo en su viaje a América de 1492, cita que encontró un peñón «similar al de los Enamorados de Antequera». Seis mil años hace pues, que los primeros pobladores de estas tierras, se enamoraron de su Peña y de su vega, lugar donde construyeron los míticos dólmenes que son hoy referente del Patrimonio Mundial. La literatura medieval difundió el desamor y un astrofísico, Michael Hoskin, enamoró a la UNESCO para reconocer el trabajo de los hombres y mujeres que construyeron Menga; ese monumento orientado hacia esa Peña de nombre de los Enamorados.

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