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En casa de Valentín y Pepe, dos hermanos de 3 y 9 años, respectivamente, el despertador suena cada mañana en torno a las siete y entonces comienza la rutina que siguen de lunes a viernes para ir al colegio. Viven en Puerto Saúco, una pedanía que depende de Ronda y que se sitúa a casi 20 kilómetros de la ciudad del Tajo, donde se ubica el centro educativo al que acuden. Su padre, José Amaya, los lleva en su coche hasta el Colegio de Educación Infantil y Primaria (CEIP) Juan Carrillo, por una carretera de montaña, que intenta salvar el terreno en el que se asienta, pero que no lo consigue sin renunciar a más de una y de dos curvas y a irregularidades en el firme. La contrapartida, un entorno natural casi inigualable.
La situación de Pepe y Valentín no es única. En la Serranía de Ronda, como uno de los referentes de la España vacía, de las zonas que se están despoblando desde hace años, son muchos los estudiantes que tienen que meter en su mochila también el mundo rural, el coste de vivir en este medio que, en el caso de la educación obligatoria, se traduce en desplazamientos por una red viaria con deficiencias, en la existencia de aulas con alumnos de diferentes niveles, en la ausencia o la oferta reducida de actividades extraescolares, en la falta de referentes profesionales y en menores oportunidades de socialización, entre otras. En la balanza pesan los aspectos negativos, pero equilibran, para las familias que apuestan por esta forma de vida, también los positivos.
«Una cosa por la otra. Mis niños tienen que levantarse un poco antes que si viviesen en Ronda, no los puedo apuntar a tantas actividades extraescolares... pero disfrutan de este entorno natural, pueden salir a la calle a jugar, estamos más tranquilos... creo que su calidad de vida es mayor», explican Montse Chacón, la madre de estos hermanos, y su marido. «Ahora voy a apuntar al mayor a inglés, pero porque hemos tenido la suerte de que un matrimonio ha comprado una casa en Puerto Saúco y él es inglés», comenta Chacón, natural de esta pedanía rondeña que en la actualidad cuenta con menos de diez niños en lo que respecta a Educación Infantil (EI), Educación Primaria (EP) y Educación Secundaria Obligatoria (ESO). «Hay un autobús que va a Ronda», dice, pero especifica que en su caso solo compete al centro de referencia que es el colegio Virgen de la Cabeza.
Melancólica, recuerda cómo ella acudía al colegio en su pedanía: «Éramos por lo menos 40 niños e íbamos a la escuela rural de El Chantre... entonces esta calle estaba llena, ahora hay solo cuatro niños... (el resto vive en cortijos) Ojalá el colegio estuviese abierto aún», expresa.
Con la excepción de algunas pedanías, en la Serranía de Ronda todos los municipios cuentan con su propio colegio en el que es posible cursar EI y EP. Dependiendo del número de habitantes, los centros ofertan además primero y segundo de ESO y para completar este nivel y continuar con algunas de las modalidades de Bachillerato y ciclos de Formación Profesional (FP), es necesario el desplazamiento, mayormente, mediante líneas de autobús implantadas a tal efecto, a poblaciones como Algatocín, Cortes de la Frontera o Ronda, que albergan institutos.
Como ejemplo, desde Pujerra a la ciudad del Tajo es necesario recorrer casi 30 kilómetros (solo ida); o de Genalguacil a Algatocín, casi 14. De nuevo, estas distancias parecen aumentar ante la difícil orografía del terreno. Se puede decir que estos estudiantes empiezan más temprano y acaban más tarde su jornada lectiva, lo que repercute de alguna forma, en la dedicación que tienen que aplicar en casa a sus estudios.
En Bachillerato y FP suele ser habitual el alquiler de viviendas, sobre todo en Ronda, para sortear los desplazamientos diarios. Para continuar formándose, en la universidad u otros, estos jóvenes se instalan en ciudades como Málaga, Sevilla, Cádiz o Granada, principalmente.
Antes de lo que supone prácticamente su emancipación, una parte de estos alumnos, sobre todo de la comarca, pasan por colegios rurales, como es el caso del Colegio Público Rural (CPR) Alto Genal, que atiende a seis pueblos: Parauta, Alpandeire, Cartajima, Faraján, Júzcar y Pujerra. En Parauta se ubica la sede y en cada una de estas localidades, un centro educativo. Entre todos suman 51 alumnos este curso, según explica su director, José Antonio Sánchez. «Solo hay dos pueblos, Parauta y Pujerra, que tienen dos unidades de Infantil y Primaria. En el resto, todos los niños que hay, de 3 a 12 años, están juntos, solo hay una clase. Aquí en Parauta, tenemos ocho de Infantil a los que sumamos, por proximidad de edad, dos de Primaria; y seis de Primaria», comenta este docente, que enseña Matemáticas a tercero, cuarto y quinto de Primaria, a la vez (a un total de seis alumnos este curso). «Se intenta homogeneizar los contenidos y atender a las peculiaridades de cada niño, a sus diferentes ritmos de aprendizaje... Son como clases particulares, individualizadas, no por ello menos enriquecedoras», expresa tras confesar que este curso hay tres alumnos menos que el anterior. «En Faraján, por ejemplo, solo hay cuatro... siempre está el temor a que estos colegios puedan desaparecer en el futuro», declaró.
En la Serranía de Ronda existen en 60 centros docentes, de los que la mayoría, 52, son de carácter público y el resto, privados. De éstos, operan en la comarca, que sufre desde hace años la despoblación de sus municipios, cinco rurales (con sedes en varios pueblos) y siete institutos, según los datos ofrecidos por la delegación territorial de Educación de la Junta de Andalucía. Este curso hay en torno a 3.000 alumnos en Educación Primaria y sobre 2.400 en Secundaria a los que enseñan 1.050 docentes.
Ana Álvarez, profesora de Sociales, argumenta, en la misma línea: «Hay que fomentar más la autonomía. Intento hacer actividades grupales, que trabajen el mismo contenido aunque con distintos niveles... es un trabajo de planificación», afirma. Ambos maestros subrayan que, en su opinión, estos alumnos tienen «las mismas oportunidades que un niño que vive en una ciudad». Como ventajas, señalan una ratio más baja en el aula, mayor tiempo de atención a cada alumno, «tener el colegio a tres minutos de casa» y el entorno natural. Por el contrario, consideran que las desventajas están a nivel de socialización, dentro y fuera del aula: «Hay niños que incluso no tienen compañeros de su edad o del mismo sexo, y fuera del colegio se relacionan con menos gente», constatan.
Para Antonio Manuel Mora, profesor de Inglés en este colegio itinerante, ya que se desplaza a los distintos pueblos, este modelo supone más trabajo: «En una clase normal puedes ponerte en la pizarra y dar la misma explicación, aquí no, es más complicado», apunta. Añade además que en este tipo de colegios no suele haber problemas importantes de disciplina, que incluso la dotación de recursos puede ser mayor y que la relación familia-colegio es más fluida: «Aquí tenemos pizarras digitales en todas las aulas y en muchos colegios de Ronda faltan», pone como ejemplo.
Lucy Stewart es una de esas madres con las que estos profesores tratan a diario. La relación es tan estrecha que esta inglesa afincada en Parauta, con tres niñas de cinco, seis y ocho años en este centro educativo, colabora con una nueva asignatura que promueve la adquisición de hábitos saludables. Es profesora de yoga y lleva esta disciplina dentro del aula. «Esto es un lujo. Los niños están en un entorno más saludable, tienen toda la vida para ir a las ciudades, esto da un gran empuje en el inicio de sus vidas», opina.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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