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Clase de meditación en el templo, a cargo de la maestra Guen Kelsang Chokga. SALVADOR SALAS
Meditación budista: un día en el templo Kadampa

Meditación budista: un día en el templo Kadampa

Alhaurín el Grande se ha convertido en un punto de referencia mundial para esta rama de la religión

Domingo, 26 de febrero 2023, 11:02

Amanece en Alhaurín el Grande. En Camino de la Fuente del Perro, una zona rural a menos de 10 minutos del casco urbano, sobre las 07.30 horas comienzan las oraciones del día en uno de los rincones más singulares de la urbanización: un templo budista que resalta por su altura entre las casas bajas y los olivos. En él, los residentes practican las enseñanzas de Buda antes de iniciar la jornada a las 09.00 horas, en la que cada uno de ellos realiza una actividad para la comunidad. Allí los recibe Guen Kelsang Chokga, monja budista Kadampa y maestra residente del templo, además de directora espiritual nacional de la Nueva Tradición Kadampa para España y Portugal. Esta rama, que adapta las enseñanzas de Buda a la sociedad contemporánea, comenzó hace 25 años en España. Ahora, Málaga se ha convertido en un punto de referencia mundial para esta rama del budismo moderno: Alhaurín el Grande ha estrenado el templo más grande de esta corriente en Europa. Más allá de la religión, busca ser un espacio abierto a todo el público que quiera profundizar en la meditación y en su mente para liberarse del estrés del día a día. Puedes ser visitante, voluntario, residente habitual o alumno de un curso de fin de semana. «Hacemos énfasis en la meditación, en escuchar las enseñanzas y ponerlas en práctica, con un carácter abierto al público. No tienes que creerlo, simplemente probarlo, y si te funciona úsalo», explica la maestra, que comenzó a estudiar las enseñanzas de Buda en 1998 bajo la guía del fundador de la tradición, Gueshe Kelsang Gyatso Rimpoché.

Guen Kelsang Chokga, monja budista Kadampa y maestra residente del templo, junto a la imagen del fundador de la tradición, Gueshe Kelsang Gyatso Rimpoché. SALVADOR SALAS

Junto al amplio templo, muy luminoso por cúpula hecha a base de ventanales de cristal, se ubican tres pequeños edificios que llevan el nombre de tierras puras de Buda: Potala, Tushita y Keajra. Esta zona es el epicentro de la vida en comunidad, donde se alojan los residentes y voluntarios. «Actualmente, somos unas 20 personas las que vivimos aquí. Hay un ambiente muy bueno y todos nos ayudamos», cuenta Stephanie, responsable del templo alhaurino y residente desde 2014. El trabajo comunitario comienza a las 09.00 horas, y se divide en los diferentes puntos con los que cuenta este centro de retiro. Una imagen del maestro fundador de la tradición protagoniza el altar del templo, donde también se ubican las enseñanzas de Buda, los libros que se usan a diario en las meditaciones y las ofrendas. Mateo se está encargando de ordenarlas y limpiarlas, una de sus tareas preferidas dentro de la comunidad. Este catalán llegó a Alhaurín hace seis meses sin fecha de salida. «En 2016 comencé a estudiar la tradición en Barcelona. El pasado año mi pareja y yo vinimos a un festival a este templo de Málaga y nos encantó, ahora continuamos nuestro programa de estudios aquí. La convivencia es muy fácil», explica este exempresario dedicado a la exportación, que decidió cambiar de vida tras un ritmo frenético. «Me iba bien, pero necesitaba parar. Esta vida aporta mucha paz y tranquilidad».

Cubierta del templo, distribuida en forma de anillos al estilo budista. SALVADOR SALAS

Mateo es uno de los residentes habituales, que sí realizan aportaciones económicas a la comunidad. Otra de las vías para vivir la experiencia en el templo alhaurino es ser voluntario, como es el caso de Marina, una joven argentina de 26 años que recibe a SUR en el 'café de la paz', la cafetería del centro. «He venido para estar una semana, no soy budista ni conozco bien la tradición, oí hablar de este templo a través del centro de meditación de Málaga y quise venir a probar. Ha sido una vivencia muy buena». La jornada de trabajo de los voluntarios con estancia de una semana es de seis horas al día. Fuera del horario laboral se puede participar en las clases y meditaciones organizadas por el centro, y hay dos días libres semanales para explorar el entorno o descansar.

Marina, que ha ayudado en las tareas de cocina y mantenimiento del centro, se define como «nómada» y ya está buscando su siguiente destino. «Soy tatuadora, llegué a Málaga hace cinco meses después de hacer murales por toda América. Ahora me gustaría ir al centro Kadampa de Inglaterra, allí elaboran las estatuas y los dibujos».

Sobre las 11.30 horas llega el momento del descanso de la mañana, un 'coffee break' que se realiza en el comedor privado. Todos los residentes y voluntarios se reúnen allí como parte de la convivencia. «Son 15 minutos en los que charlamos y nos vamos conociendo mejor». Cuando se acaba el café, Miguel vuelve a la cocina. Este policía local de Granada decidió cambiar de vida con una excedencia que le permite vivir en el centro budista de Alhaurín. «Hace unos años conocí a la organización a través del centro de meditación de Granada. Sentía que tenía que emprender un nuevo camino, tenía un trabajo muy hostil, y con el paso del tiempo comencé a venir a Málaga hasta que me surgió la oportunidad de quedarme aquí. La cocina es una afición que me gusta», cuenta el ex agente, que no pone fecha a una posible salida.

Aunque el nuevo templo se inauguró el pasado año, este rincón alhaurino forma parte de KMC España desde 2005 y ha sido desde entonces un centro de meditación, con espacio para residentes y voluntarios que buscaban un lugar de retiro. Al ampliar sus instalaciones, la organización construyó este 'templo para la paz mundial', con una inversión de tres millones de euros y 1.500 metros cuadrados. «Contamos con un fondo común a nivel internacional, que se usa para llevar a cabo estos proyectos», cuenta Tania Sanz, directora de KMC España.

Mateo, uno de los residentes, se encarga de las ofrendas. SALVADOR SALAS

Actualmente hay 1.300 centros en todo el mundo donde se puede estudiar y practicar el budismo Kadampa moderno en el idioma local. La mayoría son centros de estudio y meditación, como es el caso de Málaga capital, donde cuentan con una sede en calle Cuarteles. A ello se le suman seis 'templos para la paz mundial', basados en el mandala sagrado de Buda Heruka, situados en Ulverston (Reino Unido), Glen Spey (Nueva York, EEUU), Cabreúva (Brasil), Sintra (Portugal) y Williams (Arizona, EEUU), junto al de Alhaurín el Grande. «Se ha decidido construir un nuevo templo aquí porque el sur de España gusta mucho, y el clima de la zona y la cercanía con el aeropuerto lo hacen un destino ideal», señala Sanz.

El centro ofrece clases de los tres programas (Programa General, Programa Fundamental y Programa de Formación de Maestros), tanto en español como en inglés. También hay cursos de un día y de fin de semana, impartidos por maestras como Kelsang Thaye, que llegó a Alhaurín hace dos años. «Soy mexicana, pero he estado por diferentes partes del mundo conociendo la tradición Kadampa y formándome como maestra. Mi madre era española, así que tengo la doble nacionalidad y decidí venir aquí a vivir. Me encanta Málaga, todo el mundo es muy amable y es un sitio especial». Además, recalca la importancia de que el templo está abierto para cualquier persona: «Buda no quiere budistas, quiere gente feliz. Es una oportunidad para eliminar los estados mentales que nos hacen sufrir, como la envidia, el orgullo o el rencor».

Para los que quieren conocer el enclave sin necesidad de hospedarse allí, el templo cuenta con varias jornadas de puertas abiertas. Cualquier persona puede acceder al centro alhaurino los jueves, sábados y domingos para una visita guiada y clase de meditación gratuita. Además, se ofrece la posibilidad de almorzar junto a la comunidad con un precio de 9 euros el menú, y la cafetería también permanece abierta estos tres días de 11.30 a 19.00 horas.

Los jueves por la tarde, la maestra Guen Kelsang Chokga ofrece una clase de meditación abierta a todo el mundo, de 19.00 a 20.30 horas, a un precio de siete euros por persona. Según explica la profesora, se realiza una introducción, seguida de una meditación preliminar «para que la mente se apacigüe». Posteriormente, llega la preparación para la oración liberadora y la clase en sí, basada en las enseñanzas de Buda. «Es muy fácil que las cosas se compliquen fuera, y la meditación nos da un espacio interno. Cuando tienes paz, la mente se abre».

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