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En muchos pueblos de la provincia de Málaga, los habitantes son conocidos por gentilicios que van más allá de lo oficial. A veces, son simples ... motes nacidos del habla popular; otras, palabras que encierran siglos de historia, tradiciones y conflictos. Es el caso de Alozaina y Casarabonela, dos municipios malagueños de la Sierra de las Nieves cuyos vecinos se conocen respectivamente como 'pecheros' y 'moriscos'. Estos apelativos no son fruto del azar, sino que se remontan a los tiempos de la Reconquista y reflejan las distintas circunstancias históricas que vivió cada localidad tras la llegada de los Reyes Católicos, además de haber creado una conexión especial entre ambos municipios.
Según relatan los escritos históricos, los orígenes de Alozaina se remontan a épocas remotas. En su término se han encontrado restos fósiles de nummulites y trilobites, propios de la Era Secundaria, lo que indica que en el lugar existió un lago o mar conocido como de los Gavilanes. También se han hallado vestigios de asentamientos humanos en el partido de Jorox, como en la Cueva del Algarrobo —también llamada 'de las vacas'— con útiles del Paleolítico Superior (Solutrense), o en la 'Cueva de la Mesa', donde se descubrieron un enterramiento y dos trompetillas de oro de la Edad de Bronce, que hoy se conservan en el Museo Arqueológico de Málaga.
Durante la época ibérica, y se piensa que durante la fenicia, se han documentado tumbas con vasijas decoradas y otros objetos. Posteriormente, los romanos dejaron su huella en la zona del Monte, en Albar, donde apareció una columna y una especie de ara, así como en el partido de Ardite, donde también se han localizado restos.
Varios historiadores de la Sierra de las nieves concuerdan que con la llegada de los musulmanes, se levantaron «diversas estructuras defensivas», como las atalayas de Ardite y de 'Alhosaina', esta última origen de la actual Alozaina. Se trataba de una pequeña fortaleza que acabaría dando nombre a la villa. En 1484, tras la rendición de Álora, las tropas cristianas tomaron Alozaina. Desde ese momento, el lugar fue repoblado con gentes venidas de fuera y por aquellos que no habían participado en las revueltas. Esta nueva composición social dio lugar a su peculiar apelativo: los 'pecheros'.
En la época, el término 'pechero' designaba a los súbditos de la Corona que no pertenecían a la nobleza y, por tanto, «estaban obligados a pagar el tributo o pecho». En otras palabras, se trataba de personas que tenían bienes, aunque no privilegios, y sostenían con sus impuestos buena parte del sistema fiscal. El apelativo, por tanto, se convirtió en un distintivo de la población repobladora y fiel a la Corona.
Por el contrario, los vecinos de Casarabonela pasaron a ser conocidos como 'moriscos'. Tras la toma cristiana, muchos de sus habitantes conservaron su identidad islámica hasta que fueron obligados a convertirse al cristianismo. Esta situación se mantuvo durante décadas, y el término 'morisco' quedó asociado a esa comunidad y a sus descendientes. La diferencia entre ambos pueblos se acentuó tras la sublevación de los moriscos en 1568, cuando muchos pueblos de la zona, incluida Alozaina, sufrieron saqueos y ataques.
En este contexto, destaca la figura de María Sagredo, heroína local nacida en Alozaina, que se enfrentó a los sublevados y ayudó a defender su villa. Su gesto fue recordado por generaciones como símbolo del espíritu combativo de los 'pecheros'. Hoy, esa historia sigue presente en la memoria colectiva. Una palabra que recuerda, en definitiva, de dónde vienen y cómo su historia se entrelaza con la de todo un país.
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