Un nuevo nombre se suma a las importantes mujeres en la Historia de Antequera. Se trata de Licinia Logas, quien fue dueña y empresaria en la hoy Villa de la Estación, que acaba de ser puesta en valor y se abre a las visitas tras ... 1.600 años perdida en el tiempo.
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La única inscripción que se conoce hasta el momento es la de: «A los sagrados dioses Manes, Licinia Logas, de Oscua, muerta a la edad 35 años, fue pía con los suyos. Aquí yace. Que la tierra no te pese», comparte la lápida encontrada en los terrenos entre la antigua y nueva estación de tren de Antequera, destaca el arqueólogo municipal Manuel Romero.
Apenas se conocen más detalles sobre ella. Hay especialistas en epigrafía que la relacionan por su nomen (nuestro primer apellido) y por su procedencia de Oscua con Gaio Licinio Agrino (que pudo ser su marido) y con Gaio Licinio Agripino (podría ser su hijo) que ocuparon varias magistraturas en el municipio de Oscua, en la hoy Villanueva de la Concepción.
Se parte de la importancia que tuvo que tener esta mujer entre finales del siglo III y principios del IV, formando parte de las grandes familias productoras de la fértil vega antequerana, que producía y exportaba aceite a Roma.
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Una villa singular
El arqueólogo municipal destaca la peculiaridad en su carácter suburbano. «Es decir, que no quiere ser una villa que esté en mitad de la vega, agropecuaria con su parte residencial y de producción agrícola y ganadera. Y tampoco es una domus, que tiene un tamaño menor, dentro del municipio» de Antikaria, como se denominaba a la Antequera romana. «Esta villa quiere estar cerca del foro de la ciudad, del centro político y social, pero también quiere disfrutar de estar en el campo». El agua y el sol con la vista de la Peña de los Enamorados de fondo, o la presencia de flamencos en lagunas como la de Fuente de Piedra también están presentes. Hay un mosaico con un ave que recoge la fisonomía del apreciado ejemplar rosado.
También destacan los tamaños de sus mosaicos. «La gran galería norte tiene más de 50 metros de longitud con 6 metros de ancho. En la Bética es uno de los mosaicos geométricos de mayores dimensiones», sigue Romero.
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La villa conserva todas sus estancias, aunque sean sólo sus cimientos. En la visita, se han dispuesto de unas recreaciones en paneles para poder imaginar cómo tuvo que ser en su día. En el peristilo, el espacio central y lo que ordena todo presenta algo único que no hay ni en Europa ni en el Norte de África. Tiene 450 metros cuadrados con un gran estanque de 15 metros de lado, «donde flotaban cuatro islotes que a manera de isla de vegetación, estaban ornamentados por las esculturas que a su vez hacían de surtidores».
Una villa que ha estado 1.600 años perdida, conociéndose su existencia al menos en 1879, cuando la prensa local lamenta el estado ruinoso de un yacimiento junto a la estación de tren abierta en 1865. Se tuvo que esperar a 1998 para realizar su primera excavación y a 2006 para protegerla como Bien de Interés Cultural (BIC).
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Hoy, tras invertir un millón de euros por el 1,5 por ciento cultural, está lista para abrirse. Los concejales del consistorio antequerano, Ana Cebrián y José Medina Galeote, confirman que se ha puesto en valor y trabajan para su apertura, inicialmente con visitas guiadas a su interior.
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