Julio J. Portabales
Teba
Domingo, 13 de octubre 2024, 00:06
«Es un poco compleja», así define Isidoro Otero Cabrera, historiador y escritor, la vida de James Douglas, el caballero escocés que pasó de ser uno de los grandes héroes de la guerra de independencia de Escocia a perder la vida en una cruzada en la provincia de Málaga, más precisamente en el municipio de Teba. Su historia es fascinante y a la vez enigmática, marcada por la lealtad hacia su rey y un viaje que tenía como destino Jerusalén, pero que terminó de manera trágica en Andalucía el 25 de agosto de 1330. «Lo que sorprende de Douglas es su convicción y sentido del deber, incluso al enfrentarse a una misión que parecía imposible», comenta Otero Cabrera. Sin embargo, la pregunta que muchos se hacen es: ¿cómo llegó James Douglas a encontrarse con su destino final en una tierra tan lejana de su Escocia natal?
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La respuesta a este interrogante nos lleva a explorar una vida cargada de luchas, compromisos y lealtades que definieron el carácter de este caballero. Desde su participación en la independencia de Escocia junto a Robert the Bruce hasta su última expedición, cada paso de Douglas parece guiado por un sentido de honor inquebrantable. Pero fue precisamente esa lealtad lo que lo llevó a aceptar la misión que su rey moribundo le encomendó: llevar su corazón a Tierra Santa como símbolo de redención y de los sueños de cruzada que el monarca no pudo cumplir.
La historia de James Douglas está profundamente entrelazada con la de Escocia, un pequeño reino que luchaba por mantener su independencia frente a la poderosa Inglaterra de Eduardo I. Nacido alrededor de 1286, Douglas creció en un contexto de guerra y traiciones, donde la lucha por el poder era constante. En 1306, tras la muerte del rey Alejandro III, Escocia quedó sumida en una crisis dinástica que dio pie a las ambiciones expansionistas de Inglaterra. En este escenario, Douglas se unió a Robert the Bruce, quien se había proclamado rey de Escocia y lideraba la resistencia contra los ingleses. «Douglas fue el brazo derecho de Bruce en la lucha por la independencia, un guerrero implacable que se ganó el apodo de 'El Bueno' por su lealtad», explica Otero Cabrera.
Isidoro Otero Cabrera
Historiador
La victoria en la batalla de Bannockburn en 1314 fue un punto de inflexión para Escocia, acercando a la nación a la ansiada independencia. Sin embargo, la paz y la estabilidad no llegaron del todo. Bruce, ya enfermo, sabía que su vida se acercaba al final y que no podría cumplir su sueño de participar en una cruzada para liberar Tierra Santa. En su lecho de muerte, encargó a James Douglas la misión de llevar su corazón embalsamado a Jerusalén. «Fue un encargo que Douglas aceptó con devoción, como una última muestra de su compromiso hacia su rey y su tierra», añade el historiador.
La expedición de Douglas partió en la primavera de 1330 desde Escocia, con una comitiva de nobles y caballeros que compartían su misión. A lo largo de su recorrido, se unieron a ellos más caballeros deseosos de participar en una nueva cruzada. La travesía los llevó por la costa de Europa, y pronto se encontraron en la corte del joven rey de Castilla, Alfonso XI. El monarca castellano les propuso unirse a su campaña contra el Reino de Granada, con la promesa de facilitar su paso hacia Jerusalén después de ayudar a conquistar la fortaleza nazarí de Teba, un enclave estratégico en la frontera.
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Douglas aceptó, quizás pensando que su contribución a la causa castellana podría acelerar su propio viaje a Tierra Santa. Pero la situación en Teba era mucho más complicada de lo que había anticipado. Enfrentados a las tropas musulmanas del general Ozmín, los castellanos y sus aliados se encontraron atrapados en un asedio difícil, con ambos ejércitos vigilándose a ambos lados del río Turón. Las tensiones eran palpables y los enfrentamientos inevitables. «La guerra de frontera en aquella época era una constante, con continuos asedios y escaramuzas», comenta Otero Cabrera, «y Douglas, con su mentalidad de cruzado, no dudó en adentrarse en ese escenario».
El destino de James Douglas se selló el 25 de agosto de 1330, cuando, en medio de una batalla con los nazaríes, se vio separado del grueso de sus tropas junto a un pequeño grupo de escoceses. Al darse cuenta de que sus hombres estaban rodeados, decidió lanzarse a su rescate, blandiendo la urna que contenía el corazón de Bruce, como símbolo y bandera de su misión. «Adelante, bravo corazón, donde tú vayas has de vencer, Douglas te seguirá o morirá», se dice que gritó, arrojando la urna hacia la línea enemiga antes de lanzarse a la carga. Aunque la veracidad de esta escena ha sido discutida, el gesto simboliza la valentía y la lealtad que definieron la vida de Douglas.
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El combate fue breve y feroz. Los relatos cuentan que los hombres de Douglas lo encontraron rodeado de enemigos caídos, pero él yacía sin vida, herido de muerte. «Su cuerpo, con múltiples heridas, fue recogido por sus compañeros con el respeto que se le debe a un héroe caído», detalla Otero Cabrera. Según la tradición, los restos de James Douglas fueron llevados de vuelta a su tienda, donde separaron la carne de los huesos siguiendo las costumbres de la época. Mientras que sus huesos fueron enviados de regreso a Escocia, el corazón de Robert the Bruce fue finalmente enterrado en la abadía de Melrose, cumpliendo parcialmente el último deseo de su rey.
Con el tiempo, la historia de Douglas ha adquirido un aire legendario, una mezcla de heroísmo y tragedia que continúa inspirando a quienes la escuchan. Cada año, en el municipio de Teba, se celebra el 'Douglas's Days', un evento que revive aquel lejano episodio de la Edad Media y que ha hermanado a este rincón de Andalucía con la tierra de los escoceses.
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