![«Nuestro hermano murió como vivió: salvando vidas»](https://s3.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202002/15/media/cortadas/hermanas--kLII-U100166370837OXG-624x385@Diario%20Sur.jpg)
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DAVID S. OLABARRI
Sábado, 15 de febrero 2020, 14:33
«Lo peor de todo es que se podía haber evitado». Bego y Gema Beltrán son las hermanas de Joaquín. Han pasado ocho días desde que el colapso del vertedero de Zaldibar sepultó a su hermano Joaquín y a Alberto, otro de los trabajadores de ... la escombrera. Desde entonces se sienten invadidas por emociones que van de un extremo a otro. En los primeros momentos intentaban mantener la esperanza pensando que su hermano podría aparecer con vida. Con el transcurso de los días, esos sentimientos se han ido empequeñeciendo -a pesar de que para los familiares de un desaparecido es imposible perder toda esperanza- y la «rabia» y la «indignación» han ido creciendo en su interior por la forma en la que se ha gestionado el rescate. Pero sobre todo porque Joaquín llevaba semanas advirtiendo a los responsables de Verter Recycling de que se debía frenar la entrada de residuos y meter más tierra para estabilizar las bancadas. «Si le hubiesen hecho caso, hoy estarían vivos», repiten una y otra vez, tal y como publica EL CORREO.
La familia de Joaquín, procedente de El Burgo, ha permanecido en silencio desde que el jueves 6 de febrero se derrumbó la instalación. Para ellos, como es lógico, la prioridad es que Joaquín y Alberto aparezcan. Durante más de una semana han estado permanentemente a la espera de acontecimientos, siguiendo minuto a minuto las labores de rescate, sin apenas poder comer ni dormir.
Necesitan que alguien les comunique que Joaquín ha aparecido. Sólo así podrán enfrentarse al duelo que entraña la pérdida de un ser querido. Sólo así podrán descansar de verdad. Pero, en medio de este infierno en el que se han visto envueltos, han decidido romper su silencio en esta entrevista con EL CORREO. Porque creen que ha llegado el momento de hablar alto y claro sobre todo lo ocurrido en la vaguada del barrio de Eitzaga y, de forma paralela, porque quieren rendir un pequeño homenaje a este hombre de 53 años, casado y padre de tres hijos (Laura, de 24 años, Pablo, de 17, y Fran, de 21). «Nuestro hermano vivió como murió: salvando vidas. Podría haber escapado cuando vio que el vertedero se iba a derrumbar. Pero prefirió avisar a todo el mundo para que saliesen de allí. Llamó a su sobrino, a su hijo y a otros trabajadores. Creen que la avalancha le sorprendió cuando iba a alertar a Alberto, que estaba en la báscula. Era humilde y honrado. ¿Quién es capaz de dar su vida por otras personas?», se preguntan sus hermanas.
«Cabeza de familia»
Es la historia de Joaquín, el 'héroe del vertedero de Zaldibar'. Hablamos de un hombre «hecho a sí mismo» que nació hace 53 años en la localidad malagueña de El Burgo. Era el mayor de 8 hermanos. Cuando tenía 9 años emigró con sus padres a Euskadi. Siempre tuvo un carácter emprendedor. Con 6 años ya se ganaba un poco de dinero trabajando en el campo -recuerdan sus allegados- y con 16 empleaba los fines de semana dejándose las manos en el monte. «Para nosotros siempre fue mucho más que un hermano. De hecho, se convirtió en el cabeza de familia desde que murió nuestro padre siendo todavía muy joven», explica Bego.
Aquella pérdida le marcó. En gran medida porque le obligó a asumir una gran responsabilidad con todos sus hermanos. Un papel de «sobreresponsabilidad» que ya no iba a dejar nunca. Ni con sus hijos, ni con sus sobrinos, ni con los doce trabajadores de la empresa que edificó -Excavaciones Beltrán- tras años trabajando para otra firma de Bermeo. «Se trajo a su sobrino desde Andalucía cuando estaba pasando un mal momento y compró un camión para que pudiese trabajar con él», relatan sus allegados. «Se dejaba la vida por su familia para que no les faltase de nada. Lo único que ha hecho mal en esta vida es trabajar demasiado. Pero siempre sacaba tiempo para visitar a nuestra madre, Carmen, todos los domingos», añade Gema.
El gesto amable de sus hermanas al recordar cómo era este vecino de Zalla se oscurece cuando hablan del colapso del vertedero y del «desastre» de las tareas de rescate. «Llevaba tiempo diciendo que había que parar, sobre todo cuando aparecieron las grietas. Pero la codicia de los responsables del vertedero les impedía parar. Para nosotros es un asesinato. Tienen las manos manchadas de sangre», lanzan.
Necesitan que alguien les comunique que Joaquín ha aparecido. Sólo así podrán enfrentarse al duelo que entraña la pérdida de un ser querido. Sólo así podrán descansar de verdad. Pero, en medio de este infierno en el que se han visto envueltos, han decidido romper su silencio en esta entrevista con EL CORREO. Porque creen que ha llegado el momento de hablar alto y claro sobre todo lo ocurrido en la vaguada del barrio de Eitzaga y, de forma paralela, porque quieren rendir un pequeño homenaje a este hombre de 53 años, casado y padre de tres hijos (Laura, de 24 años, Pablo, de 17, y Fran, de 21). «Nuestro hermano vivió como murió: salvando vidas. Podría haber escapado cuando vio que el vertedero se iba a derrumbar. Pero prefirió avisar a todo el mundo para que saliesen de allí. Llamó a su sobrino, a su hijo y a otros trabajadores. Creen que la avalancha le sorprendió cuando iba a alertar a Alberto, que estaba en la báscula. Era humilde y honrado. ¿Quién es capaz de dar su vida por otras personas?», se preguntan sus hermanas.
Es la historia de Joaquín, el 'héroe del vertedero de Zaldibar'. Hablamos de un hombre «hecho a sí mismo» que nació hace 53 años en la localidad malagueña de El Burgo. Era el mayor de 8 hermanos. Cuando tenía 9 años emigró con sus padres a Euskadi. Siempre tuvo un carácter emprendedor. Con 6 años ya se ganaba un poco de dinero trabajando en el campo -recuerdan sus allegados- y con 16 empleaba los fines de semana dejándose las manos en el monte. «Para nosotros siempre fue mucho más que un hermano. De hecho, se convirtió en el cabeza de familia desde que murió nuestro padre siendo todavía muy joven», explica Bego.
Aquella pérdida le marcó. En gran medida porque le obligó a asumir una gran responsabilidad con todos sus hermanos. Un papel de «sobreresponsabilidad» que ya no iba a dejar nunca. Ni con sus hijos, ni con sus sobrinos, ni con los doce trabajadores de la empresa que edificó -Excavaciones Beltrán- tras años trabajando para otra firma de Bermeo. «Se trajo a su sobrino desde Andalucía cuando estaba pasando un mal momento y compró un camión para que pudiese trabajar con él», relatan sus allegados. «Se dejaba la vida por su familia para que no les faltase de nada. Lo único que ha hecho mal en esta vida es trabajar demasiado. Pero siempre sacaba tiempo para visitar a nuestra madre, Carmen, todos los domingos», añade Gema.
El gesto amable de sus hermanas al recordar cómo era este vecino de Zalla se oscurece cuando hablan del colapso del vertedero y del «desastre» de las tareas de rescate. «Llevaba tiempo diciendo que había que parar, sobre todo cuando aparecieron las grietas. Pero la codicia de los responsables del vertedero les impedía parar. Para nosotros es un asesinato. Tienen las manos manchadas de sangre», lanzan.
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