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Si se mira con detenimiento el mapa del Valle del Guadalhorce, llama la atención el término municipal de Cártama. Al noroeste hay una estrechísima franja que se alarga hasta llegar al territorio de la aldea de Gibralgalia -también llamada Sierra de Gibralgalia-. Salvo ese angosto enlace que lo une con Cártama Pueblo, este diseminado rural está rodeado por Pizarra, Coín e incluso Casarabonela.
La respuesta a esta curiosidad del mapa de Málaga se explica por el reparto de Cártama que hizo el Condado de Casapalma, que cedió parte de su término al de Pizarra, salvo la sierra de Gibralgalia -también denominada Gibralgalía-, que en aquella época era muy rica en almendros y olivos. Así se comienza explicar la singular ubicación de esta aldea, visible desde la carretera A-357, sobre un cerro elevado que antaño le servía de protección y hoy, en parte, le aísla de otras poblaciones vecinas.
Coín y Cártama se lo llegaron a disputar tras la abolición de los señoríos, en el año 1812. Pero, el segundo de estos pueblos consiguió quedárselo en su territorio. Tres décadas y medias más tarde, en 1847 se creó oficialmente Pizarra como municipio. Para ello se nutrió de tierras de Álora y Cártama. Esto propició que Gibralgalia quedará casi como en una isla, unido sólo por un camino al pueblo que pertenece.
No hay mucha documentación sobre el origen de esta aldea, situada a un paso del núcleo pizarreño de Cerralba. Eso sí, su denominación evidencia su pasado andalusí. Hay quien traduce el vocablo Gibralgalia como 'sierra elevada'. También hay constancia documental, reseñada por el historiador cartameño Fernando Bravo. En concreto se trata de un texto de diciembre de 1493 de los repartimientos de los Reyes Católicos, en el que se describen los cerros que hay en esta zona del Valle del Guadalhorce.
A partir de 1847 se fue creando el asentamiento de población con vecinos procedentes del entorno que fueron haciendo sus propias chozas con materiales humildes. Junto a éstas se habilitó terreno para la construcción de parcelas con huertas y espacio para el ganado, lo que popularmente se denominaba rancho. Ese nombre es precisamente el que recibe una de las barriadas de esta aldea.
Pero el impulso como diseminado rural llegó gracias al Padre Tiburcio Arnáiz. Este jesuita se fijó en 1920 en las casas humildes situadas sobre aquel cerro próximo a Pizarra. Al ver que no había ninguna iglesia en ella, hizo una visita y comprobó que la doctrina católica no formaba parte de la vida de aquellos vecinos. Por eso, se creó primero una escuela con fines religiosos y finalmente en 1922 se inauguró la primera capilla de su historia. Esto fue gracias a la Misioneras de las Doctrinas Rurales, obra que María Isabel González del Valle fundó junto al Padre Arnáiz para llevar hasta los lugares más apartados la fe cristiana.
El aislamiento sigue siendo una de las quejas de muchos de los vecinos que viven hoy en Sierra de Gibralgalia. Hay que tener en cuenta que, por ejemplo, hasta julio de 1959 no llegó la primera carretera asfaltada hasta allí ni la electrificación del barrio de Los Ranchos.
Hoy el núcleo está habitado por algo menos de cuatrocientos habitantes. Cuenta con una pequeña tienda y un bar en su principal casco urbano, mientras que a tan sólo unos metros se encuentra un romántico hotel, la Posada de los Cántaros. Por el casco urbano pasa una etapa del Camino Geológico Malacitano, que está señalizada, pero a día de hoy no está inaugurada oficialmente. En concreto, el tramo que pasa por Gibralgalia es el último, que une a Casarabonela con Pizarra.
Desde el centro de Málaga hasta allí hay aproximadamente media hora en coche. El último tramo se hace por una carretera relativamente ancha desde el núcleo pizarreño de Cerralba.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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