«¡Ampárame por Dios!... ¡No me abandones en este momento! Si algo vale mi fe y mis afanes por tu gloria sálvame mi hija: ¡no consientas tanta desdicha para este padre!... ¡Ruégale a Dios que la vea fuera del peligro de muerte!, ¡San Francisco de ... Paula, en tus manos encomiendo mi vida…! ¡Mi hija!». Esta desesperada jaculatoria está atribuida al arquitecto militar de Melilla, Julián Argos Salinas, propietario de la finca El Alamillo, de Alhaurín de la Torre. Así lo explica el historiador y concejal de este municipio, José Manuel de Molina Bautista, que recogió la plegaria en su libro titulado 'Episodios y Alcaldes de Alhaurín de la Torre'.
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¿Surtió efecto el ruego? La respuesta es sí. La mujer que estaba con un pie en la tumba, Pilar, logró salir adelante; es decir, el santo y eremita, fundador de la Orden de los Mínimos, cumplió y, en agradecimiento, Argos hizo lo propio. De esta forma, hace un siglo, el oratorio, en sus dominios, fue reedificado por su impulso, con gran esplendor, a partir de un maltrecho lugar de oración que estaba junto a la entrada principal de la parcela. Por allí era venerado San Francisco de Paula.
Los terrenos de Argos, apunta Molina Bautista, que eran los de la antigua huerta del convento de la Fuensanta, eran para este un lugar de recreo, un vergel para disfrutar de su tiempo libre, con gran cantidad de agua. Las obras para dar mayor dignidad a esta capilla terminaron en noviembre de 1924. Para su bendición, fue oficiada una misa romera por el deán de la catedral de Málaga, José María Jiménez Camacho.
La noticia la publicó el periódico La Unión Ilustrada, el 9 de noviembre de hace un siglo. Había dos imágenes, una de Argos y otra de la procesión con la que se hizo el traslado del santo a su nueva casa; toda una fiesta.
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No quedan ahí los hechos vinculados al poder divino. Esta capilla fue incendiada al comenzar la Guerra Civil, en julio de 1936. Después, relata el investigador, una niña, que buscaba entre los rescoldos, observó un brillo que pudo comprobar que procedía de los ojos de una pequeña imagen de la que solo quedaba el rostrillo. La chiquilla la asoció a la Virgen de la Fuensanta. Toda su vida conservó la reliquia, con la que viajó hasta Cádiz, donde se instaló junto a su marido. Allí está todavía, sostiene Molina.
Y hay más: de la ermita, que volvió a ser reconstruida, y que, actualmente, sigue en pie, parte la procesión de San Francisco de Paula por la creencia de que trae las lluvias al municipio. La organizan vecinos y agricultores y, entre las costumbres unidas a esta expresión de fervor, está que acompañe al santo un bacalao, un gesto con el que se ruega que los campos no queden secos.
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Sin ir más lejos, la asociación de Vecinos de Viñagrande, organizó un desfile procesional extraordinario, en el que participó buena parte de la Corporación Municipal, hace algo más de un año, para pedir agua del cielo. La capilla, propiedad de la familia de Félix Saenz, es de estilo neogótico, con una fisonomía que se asemeja mucho a la que le dio Argos.
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