Julio J. Portabales
Álora
Jueves, 7 de noviembre 2024, 13:01
El campo vuelve a ser protagonista, pero esta vez por un motivo opuesto al de hace unos meses. Si anteriormente se hablaba de la amenaza de pérdida de cultivos en la zona del Valle del Guadalhorce debido a la sequía prolongada, ahora la preocupación radica en la gran cantidad de barro y sedimentos que la DANA ha dejado a su paso en el interior de la provincia. Este fenómeno, lejos de ser una bendición, podría afectar gravemente a cientos de cultivos, especialmente en la localidad de Álora, donde los agricultores se enfrentan a una situación que complica su labor diaria y amenaza con destruir cosechas enteras.
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El principal problema se centra en la cantidad de barro que se ha adherido a las fincas, impidiendo el acceso a ciertas áreas y complicando las tareas de recolección y mantenimiento. La profundidad del fango, junto con el efecto de costra que puede formarse en las plantas, hace que la tierra quede sellada y no permita la correcta respiración de las raíces. «El problema del barro en la raíz es que no respira bien y necesita oxígeno. Hay que quitarlo lo antes posible, ya que si se asienta, podría provocar serios daños en la planta», explicó Cristóbal González, un trabajador de una empresa privada que ha sido contratado para retirar el barro con su excavadora de las zonas de cultivo. Esta intervención es vital para evitar que las plantas sufran daños irreversibles.
Cristóbal González
Trabajador de una empresa privada
González también advirtió que este trabajo debe realizarse con gran meticulosidad y cuidado para evitar daños a largo plazo en los cultivos. «La humedad excesiva crea una capa que impide el paso de los nutrientes y asfixia las raíces, pero tampoco es bueno pisotearla en exceso porque eso puede dañar la planta. Es un trabajo que debe hacerse con precisión, paciencia y mucha atención al detalle», detalló, destacando la complejidad de la situación. Esta labor, que requiere experiencia y técnica, es esencial para preservar los cultivos y garantizar que puedan recuperarse en el menor tiempo posible.
Mientras González realizaba su labor en los cultivos de Agustín Navarro, el propietario observaba el estado de su finca con una mezcla de preocupación y resignación. La finca, normalmente productiva y llena de vida, mostraba ahora los estragos de la inundación y el lodo. «Soy bastante inexperto en estas situaciones, pero los más mayores dicen que hay que retirar el barro, sobre todo alrededor del tronco, porque si no, la arboleda se perderá», comentaba Navarro, consciente de que cualquier error podría ser fatal para sus plantas. La incertidumbre se reflejaba en su mirada, mientras observaba cómo la maquinaria de González trataba de despejar el terreno.
Agustín Navarro
Agricultor
Peor suerte ha corrido Jesús Tabuada, otro agricultor de la zona baja de La Isla, donde la riada del pasado martes dejó tal cantidad de barro y escombros que le resulta imposible acceder a su cosecha. La situación es desesperante, y las consecuencias económicas empiezan a asomarse. «No he podido entrar, el barro llega hasta la cintura y es imposible moverse. La situación de la finca es catastrófica; muchos alimentos están perdidos, es un desastre», explicó Tabuada, cuyo tono reflejaba la angustia que se vive en la zona. La imposibilidad de recoger sus cultivos amenaza con perder todo un año de trabajo y esfuerzo.
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Tabuada, visiblemente afectado y abatido por las circunstancias, añadió: «Tengo una cosecha de limones chinos que están listos para recoger, pero no se puede acceder porque el barro te atrapa. Al final, todo se va a perder si esto sigue así». La magnitud de la situación va más allá de los daños visibles y toca un aspecto emocional profundo entre los agricultores, que ven cómo sus esfuerzos y sacrificios podrían desvanecerse en cuestión de días. Esta situación no solo afecta a las raíces de los árboles y sus cosechas inmediatas, sino también a la estabilidad a largo plazo de los terrenos y la capacidad de los agricultores para recuperar la normalidad. «Algo como esto no lo había visto nunca en mi vida», concluyó Tabuada, todavía sorprendido y preocupado por el futuro de su finca.
Jesús Tabuada
Agricultor
La situación en la región es crítica y cada día que pasa sin una solución aumenta la ansiedad de los agricultores. Las tareas de recuperación, aunque lentas, son esenciales para intentar mitigar los daños y evitar la pérdida total de los cultivos. La combinación de barro, agua estancada y la imposibilidad de acceso pone en jaque a un sector que ya venía golpeado por la sequía y otras adversidades climáticas.
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