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José Rodríguez Cámara
Alhaurín de la Torre
Jueves, 18 de enero 2024, 00:22
El Rey Faruq I de Egipto, el último soberano de este país, fue coronado en 1937; un reinado en el que, por decirlo suavemente, no supo conectar con sus súbditos, hizo que, en 1952, fuera derrocado. En estos tres lustros, eso sí, le dio tiempo ... a cultivar sus lujosas aficiones, una de ellas, los coches.
«Le gustaban mucho los Packard», explica Joaquín Campos Ortega, de Alhaurín de la Torre, que aclara: «De hecho, este de aquí, del año 1938, fue uno de los que tuvo». Los Packard son considerados uno de los automóviles más fastuosos de los que ha dado la industria norteamericana y están muy cotizados, por haberse lanzado muy pocas unidades, y Campos Ortega, aficionado a estos «juguetes», perseguía uno para su colección que, actualmente, cuenta con 14 «tesoros». El de Faruq, lo localizó Campos Ortega en Estados Unidos, de dónde lo trajo para tierras alhaurinas, con la idea de devolverlo a la carretera.
Este trabajo, en el que invirtió 5 años, fue el que le permitió descubrir que el vehículo era de la realeza. «Tenía que recuperar la pintura con el color original y no encontraba la referencia, así que contacté con Club Packard. Me pidieron el número de bastidor, para darme el tono exacto, y me aportaron al detalle el historial del coche, así me enteré de que era uno de los muchos Packard que perteneció al rey de Egipto», relata. Pero, ¿por qué tiene más de media docena de coches antiguos?. «Mi afición viene de mi abuelo, Joaquín Ortega Ortega, que fue un pionero, al comprar un autobús de línea, para trayectos a Málaga, y que es recordado en Churriana porque, además de gustarle los coches, nunca dejaba a nadie en tierra, aunque no pagaran el billete. Al final, fue su ruina», bromea, para añadir: «En mi caso, más allá del abuelo, creo que me daban gasolina, en lugar de leche, cuando era niño. Los coches son mi vida, se me van las horas aquí». De hecho, toda su trayectoria profesional está vinculada a la automoción, con una larga experiencia como jefe de ventas de ocasión en Volkswagen de Málaga.
De otro familiar, su tío, llegó otro vehículo, un Peugeot 201, de 1934. Este fue adquirido en una subasta al Ministerio de Obras Públicas, en una renovación del parque móvil que usaba el personal de este departamento. No es el único coche que tiene vinculado a un oficio. En su nave hay un Austin A30 que era el típico de los médicos. «En los 50 del siglo pasado, los coches se vendían por cupo y este solía entregarse a los doctores», explica. Entre risas, cuenta otra anécdota del Austin, ya que solía llamarlo el «cerdito», por la forma de su parte trasera, lo que, unido al mecanismo retrovisor, que incluía una palanca que se elevaba, lo hacían único.
En el «museo» de Joaquín hay también un Citroën 11 Presidencial, una rareza, puesto que, además de ser antecesor del mítico Tiburón, que popularizó el presidente francés De Gaulle, y al que montaron el motor de su sucesor, como «prueba». Dos Rolls Royce Silver Spirit, uno de ellos localizado en Alhaurín el Grande y otro «de un amigo» que descartó el coche, nuevo, tras recibir un pequeño golpe, «por supersticioso». Un Ford A, de 1928 y hasta una moto Honda, de cuándo era joven, de la que solo se vendieron dos en Málaga, una para él, regalada por su padre, complementan esta historia de la automoción que hace que, en sus palabras:#«Me salgan compromisos por todas partes». Uno de estos, por cierto, fue llevar a un conocido político local a su boda.
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