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Tras la revolución que suponen las redes sociales y los jóvenes que se han colocado en primera fila del arreglo y promoción de imágenes y montaje de altares, se mantiene en silencio una legión de veteranos personajes en las cofradías que conservan la esencia de ... las mismas, como es el caso de las camareras, mujeres que cuidan a las imágenes titulares durante todo el año.
Unas de ellas en Antequera es Isabel Ríos Clavijo, quien con sus 78 años, lleva 50 cuidando de la Virgen de la Vera Cruz de la Cofradía de los Estudiantes. Empezó con 28 años y su devoción ha sido su guía en una vida donde ha experimentado ser madre, perder a sus padres, a su marido, a amigos de siempre; pero también las alegrías de ver crecer a sus hijos, disfrutar con sus nietos y tener una gran familia dentro de la cofradía de la banda verde.
Ahora, al celebrar sus bodas de oro, la Cofradía que preside Juan Manuel Vegas Sancho no ha querido rendirle homenaje en días señalados como el Lunes Santo o la reciente festividad de la Virgen, han optado por preparar un día exclusivo para ella, para la fiel camarera. Será el sábado 4 de junio con una misa de acción de gracias a las 13 horas y un posterior homenaje.
Ser camarera
Isabel pertenece a una familia arraigada al barrio estudiantil donde cuando se reorganizó la cofradía en 1960, recuerda cuando «salieron y tiraron por Acera Alta y pasaron por la puerta del bar de mi padre, el conocido Bar Ríos, en lo que fue algo extraordinario para el barrio».
Tras los primeros años, en 1972, «Paco Rosales junto a otros directivos me propusieron ser camarera de la Virgen de la Vera Cruz», algo que no esperaba. En sus primeros años, al tener a sus hijos, pidió la ayuda de varias mujeres hasta 1985 que ya lo asumió ella sola. Ahora, en 2022, la Cofradía ha nombrado también camarera a María Victoria Ortiz «quien quiere con pasión a la Virgen y estoy tranquila porque sé que cuando yo no pueda, ella podrá seguir con mi cometido».
Ha contado siempre con ayuda de personas que vestían a la Virgen para la procesión. Desde «Antonio Checa al que recurrían casi todas las cofradías porque nadie sabía vestir entonces a las Vírgenes y luego tuvimos la suerte de contar con Pepe Romero, un enamorado de la Virgen de la Vera Cruz, al igual que lo es su familia». Falleció hace un año y ahora se encarga como vestidor Francisco José Gutiérrez.
Son muchas las fechas que recuerda, pero hay una que todos tienen en mente: 1987, el año que se le dotó de un palio. «Era Ángel Pedro Guerrero hermano mayor y con Juan Antonio Sánchez estaban al frente de un joven grupo de cofrades que revolucionaron la Cofradía al conseguir que los Muñoz Rojas les entregaran el rico patrimonio del Nazareno de la Sangre con varios palios. Empezó a vestirla Pepe Romero, quien innovó la forma de presentar una imagen en Antequera. ¡Le dio todo lo que no tenía y cada año la vestía de una manera diferente!».
Los cambios cofrades
La camarera recuerda los años complicados de las cofradías en los 70: «Eran tiempos de tener el trono montado y apenas hermanacos disponibles y salir con muy pocos, lo que era una frustración horrible». Pero desde los 80, la Cofradía ha tomado un camino destacado, imponiendo orden, respeto, elegancia y reclamando al público en la calle.
Se emociona al recordar «que cuando empezó a procesionarse, no tenía devoción alguna, estaba en un altar y de ahí a lo que ha llegado hoy...». Para ella, la Madre de los Estudiantes es «La Virgen. A mí me gusta llamarla así». Comparte que «ir por la calle y que te pare una mujer embarazada para darte una ecografía, o una vecina, un cofrade y darte una medalla, una cruz, una flor y pedirte que se la pongas a la Virgen, es algo emotivo y difícil de compartir lo que sientes».
De la imagen destaca: «Tiene una belleza... ese dolor sereno, esa serenidad que te transmite». Mínimo la ve una vez a la semana, hasta que llegó la pandemia. «Parece que fue una pesadilla. Fue irme un día y no poder verla hasta que terminó el confinamiento. Fue duro, pero más lo fue para las personas que se nos han ido».
De lo malo a la esperanza. «Esta pandemia me ha hecho reflexionar. ¡50 años! Sólo tengo la suerte de haber tenido salud, ganas de vivir, una familia que siempre me ha apoyado, unos hijos que siempre me han animado, tener tantas vivencias, tantos amigos, sentir el respaldo de todos los hermanos mayores y directivas, asistir y participar en el camino de la Cofradía que ha recorrido durante este tiempo, con tantos cambios, siempre a mejor, y sobre todo ver cómo ha crecido la devoción a la Virgen. Ella forma parte de nuestra vida, de una forma muy natural. Es como alguien de la familia, que está ahí».
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