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El otoño hizo acto de presencia de forma breve pero intensa. A mediados de la semana, las precipitaciones fueron generalizadas en la provincia y, más allá de los ya habituales incidentes relacionados con la acumulación de aguas, las lluvias se recibieron como una buena noticia. El campo, las calles, la atmósfera, todo fueron beneficios, aunque los dos días de precipitaciones no fueron suficientes para paliar las carencias de las localidades del norte de Málaga. Allí, donde el verano ha sido especialmente complicado, los primeros litros acumulados de la temporada húmeda no han mejorado la situación de los pozos ni de los manantiales. Los municipios que necesitan de camiones cisterna para que los grifos sigan funcionando no podrán levantar las restricciones hasta que no caiga cantidades más significativas de agua. «Las lluvias de la semana no han servido para nada».
Aunque no hayan sido unas precipitaciones especialmente generosas, el campo siempre reacciona bien al agua, y así lo manifestan dos de las principales agrupaciones agrarias –Unión de Pequeños Agricultores (UPA) y Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja)–. Estas dos organizaciones hacen un balance positivo de las lluvias, ya que han afectado de manera muy positiva al cultivo de olivos, en pleno verdeo. Sin embargo, la temporada de siembra de invierno está al caer y, aunque las aguas permitirán que la tierra expulse las malas hierbas, «los agricultores se tienen que arriesgar a sembrar sin saber si saldrá o no», según explica Francisco Moscoso, secretario de UPA.
Desde Asaja, Baldomero Bellido explica que las lluvias están teniendo unas consecuencias «espectaculares», ya que desde que llovió en agosto «ha habido sequía y, además, las temperaturas han sido muy altas para la época». Más allá de los beneficios para el olivar (en la provincia se recogerán unos 50 millones de kilos de aceituna), estos litros vertidos sobre los campos de la comarca de Antequera ayudarán a que la tierra ‘espume’. Así se refieren los agricultores a la expulsión de las malas hierbas y de las semillas residuales por la que debe pasar la tierra en barbecho para sembrar con garantías. La zona está mayoritariamente poblada de cultivos de cereales, como cebada, trigo duro y blando, criticales y avena.
Según explica Moscoso, estas aguas abren una ventana a que los cereales agarren, «pero si no llueve en 10 o 20 días la siembra se echará a perder». El agricultor puede arriesgarse a cultivar en seco, lo que implica que la semilla ‘buena’ germinará con la ‘mala’, un problema añadido y que dificulta seriamente que los cereales salgan adelante.
En la comarca también hay cultivos de regadío, abastecidos principalmente de pozos. Bellido señala que esos terrenos también se han visto afectados por la falta de agua: «Los cultivos leñosos estaban en unas condiciones extremas».
Aunque estas aguas han sido muy beneficiosas para el olivo –los precios se están ajustando de nuevo ya que hay menos riesgo de que se pierda el fruto, señalan desde Asaja–, la sequía también ha hecho que haya pérdidas. En UPA estiman que el 30% de la cosecha anual «no se podrá explotar», ya que este tipo de plantación necesita de unos 600 litros al año, «y en la zona no han caído más de 300».
Juan Sánchez, concejal de Aguas de Casabermeja, explica que los 60 litros por metro cuadrado que las últimas precipitaciones descargaron sobre el municipio «no son suficientes». Esta localidad lleva desde finales de junio contratando camiones cisterna para garantizar el suministro en la localidad. Además, en las zonas rurales de la localidad sólo disponen de agua corriente una vez a la semana durante unas horas, un problema «que se repite cada verano», según comunicaron a SUR unos vecinos de la zona.
Sánchez explica que en los últimos días están consiguiendo mantener el caudal de agua gracias a la bajada de las temperaturas y a que «los días son más cortos», hechos que hacen que descienda el consumo. «La noche del pasado jueves al viernes pudimos mantener el suministro en todas las urbanizaciones por primera vez desde que comenzó el verano». Sánchez insiste en que no hay relación causa efecto entre las últimas lluvias y la leve mejoría de la situación, a la vez que anuncia que en la próxima semana habrá una reunión por parte de los responsables municipales en la que valorarán la situación y estudiarán si es posible dejar de contratar el agua transportada.
Otra de las localidades más azotadas por la sequía es Fuente de Piedra. El alcalde del municipio, Francisco Hidalgo, anunciaba el pasado 25 de agosto que la falta de agua obligó a declarar los pozos de abastecimiento como no aptos para el consumo, ya que la calidad del líquido estaba por debajo de los límites legales. Ahora, tras las lluvias de la semana –que fueron especialmente escasas en esta zona–, la situación «no ha cambiado en absoluto», explica el regidor. Hidalgo subraya que todavía no han podido retirar los camiones cisterna y que la contratación de este servicio asciende a 1.600 euros semanales. De hecho, asegura que el Consistorio ha pedido dos subvenciones a la Diputación Provincial de Málaga para hacer frente a estos gastos.
Archidona también tuvo que recurrir a los camiones cisterna tras la bajada del nivel de los pozos, aunque la situación se revertió y, tras un mes con el grifo cerrado, el municipio volvió a la normalidad, marcada por la llamada de los responsables municipales a un consumo responsable. Su alcaldesa, Mercedes Montero, asegura que «es pronto» para valorar las lluvias de la semana por las características de los pozos que gestionan en Archidona.
El primer municipio que tuvo que pedir agua transportada para abastecer a la población fue Campillos, que a mediados de mayo se encontró con los depósitos y aljibes vacíos. El regidor, Francisco Guerrero, asegura que «las lluvias siempre son buenas», pero subraya que el problema de la localidad «no es por falta de agua, sino por fallos y averías en las infraestructuras de suministro, que son muy antiguas». Todos estos municipios están liderando una petición a las administraciones públicas para que se realice un trasvase desde el pantano de Iznájar, medida que consideran «única solución» para evitar que cada verano falte agua en el interior.
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