El patio de María Canto tras las inundaciones del pasado martes. Julio J. Portabales

La barriada de Doña Ana, en Cártama, despierta de la pesadilla: «Mientras subía el agua tuve ataques de ansiedad, lloré mucho... fue un mal día»

Los vecinos intentan volver a la normalidad tras las fuertes lluvias y el desbordamiento del Guadalhorce, que inundaron la zona por segunda vez en menos de cinco meses

Miércoles, 19 de marzo 2025, 13:39

Un viaje en el tiempo, un regreso al pasado o una sensación de haber vivido esto antes. Se puede interpretar de muchas formas, aunque la única certeza que existe es que los vecinos de la barriada de Cártama de Doña Ana han vuelto a tener que sacar los cepillos para expulsar el barro de sus casas, como hicieran hace unos cinco meses. Una imagen, que tristemente, se está haciendo más habitual de las que ellos quisieran: miembros del Infoca con las mangueras retirando agua, además de vecinos retirando muebles y electrodomésticos inservibles por las inundaciones. Para Micaela Rodríguez, la mañana del pasado martes fue bastante dura. Aunque su casa no sufrió muchos daños con respecto a otras, debido a su altura, los instantes donde el agua empezó a subir le generó graves problemas personales: «Pensábamos que iban a superar el límite y estaba atacada. Mientras subía el agua tuve ataques de ansiedad, lloré mucho...fue un mal día», recordaba.

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María Canto, no vive aquí pero su madre sí. Estuvieron alerta para llevar a la mujer a otra vivienda que tienen en Málaga con otros familiares y la decisión pudo evitar un mal mayor. Este miércoles Canto regresa a la vivienda, en su día de descanso, para intentar limpiar la casa y el patio que tiene en frente. «Hace unos cinco meses pasó, y ahora vuelve a pasar. No pensábamos que pudiera volver a ocurrir». Además la malagueña reconoce que esto es «una pesadilla» constante, aunque no tiene que lamentar daños personales todo el mobiliario, que era nuevo, ha ido directamente al cubo de la basura: «Vemos las caras, las casas, el no poder ayudarle porque estas embarcado en lo tuyo...es una situación desagradable».

Junto a ella, aprovechando las horas antes de irse a trabajar, se encuentra Sara Ruíz, hija de María Canto. Como ella, sigue intentando asimilar todo lo sucedido y busca la forma de ayudar a su madre en las labores de limpieza. «No es entendible que en cinco meses se haya desbordado dos veces, esto hay que buscarle una solución», manifiesta. «Imagínate que mi abuela hubiera estado aquí. Una mujer de 85 años viendo como su casa se inunda otra vez», detalla con indignación e impotencia, mientras recalca que «la gente solo viene cuando pasa algo, si no somos la última 'mierdecilla'».

«No es entendible que en cinco meses se haya desbordado dos veces, esto hay que buscarle una solución», explicaba Sara Ruíz

Problema recurrente

La familia de Antonio Cuesta lleva viviendo en la zona de Doña Ana, «toda la vida». Él sabe de primera mano todos los problemas que se produce con el río desde hace bastante tiempo, siendo este un problema recurrente: «Lo aceptamos con resinación, aunque no debería ser así», apunta sin dejar el rastrillo, porque van con prisa y tiene que dejar todo listo antes de que el sol seque el barro. «Esto lleva aquí desde 1715, es una barriada muy antigua, lo sé porque al vivir en esta zona hemos tenido que investigar sobre ella». Además, su larga trayectoria aquí le hace conocedor de otros episodios similares: «Durante muchos años se han vivido episodios similares. Recuerdo una vez que un helicóptero tuvo que rescatar de la casa a mi tía», explicaba mientras proseguí sacando el agua de la casa.

Situación en Doña Ana en la mañana de este miércoles. Julio J. Portabales

Una situación similar vive Antonio Luque, que se encuentra cansado de alzar la voz y no ser escuchado. Necesitan soluciones porque la estampa de ver Doña Ana bañada en agua del Guadalhorce cada vez es más común. «Tengo mi casa desde que nací, y de eso hace 60 años, hablo con conocimiento de causa», verbaliza de manera casi desesperante en alguno momentos de su intervención. «El río antes se limpiaba, se quitaban las cañas y el río fluía cuando llovía. Ahora os invito a los periodistas y a los lectores, en este caso, a que vengan. Hay una isla que impide que pueda fluir el agua bien».

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Andrea Serene corrió una mejor suerte que sus otros vecinos. Al estar en alto, el agua solo alcanzó hasta el segundo escalón de su casa, aunque reconoce haber vivido la situación con «mucha angustia». Este sentimiento viene acompañado con una clara resignación, que es una losa que siempre llevan a la espalda estos vecinos cartameños cuando el Guadalhorce decide salirse de su cauce: «Estamos acostumbrados porque sabemos qué puede pasar». Esto no quita que esta vecina que lleva unos diez años en la zona no mantenga el miedo en su cuerpo cuando vuelve una vez más el agua a los alrededores. «Hay gente que pierde lo pierde todo», explica. Una sensación que todos los vecinos de Doña Ana mantienen mientras el agua empieza a caer en la localidad de Cártama porque esta situación cada vez es más recurrente y las personas de la zona no pueden más.

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