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En un momento en el que cada gota de agua tiene un valor incalculable, cuando Alhaurín de la Torre, como otros municipios de Málaga, se ... afana en reducir el consumo hídrico por la sequía, la historia del pozo artesiano de Piamonte, es, cuánto menos, refrescante. La ha recuperado Carlos San Millán y Gallarín, cronista oficial de la villa, en el quinto capítulo de su libro 'Alhaurín de la Torre en época contemporánea'. La investigación ha sido tan reveladora que, de hecho, el autor prepara una ampliación de este trabajo.
La localización de este manantial, en los primeros años del siglo XX, hay que agradecérsela el hidrogeólogo Ignacio Ruiz Íñiguez, de Valencia, que acudió a la finca Piamonte, del rico propietario Antonio Cano, en busca de aguas subterráneas. El experto, las encontró, recuerda San Millán, a 55 metros de profundidad. Y no solo es que hubiera líquido elemento, es que su calidad era excepcional, como se encargó de demostrar el farmacéutico Enrique Laza Herrera, que descubrió sus características bicarbonatadas, cálcicas-sulfatadas, magnésicas-cloruradas, sódicas de escasa mineralización, de fuerte poder oxidante y radioactivas. La publicidad hizo el resto y colocó este agua como la bebida de moda en buena parte del país, en especial, en el protectorado español de Marruecos.
En el diario de El Rif, en 1910, el agua alhaurina se anunciaba como «la mejor y más pura de mesa», al tiempo que se informaba que había un representante para su venta en Melilla, Rafael Cansino Farfán, al que se podía encontrar en el Hotel Restaurant Mundial Pabellón. Estos alojamientos nacieron al calor de una gran demanda en la ciudad, fruto, recuerda el cronista, de la llegada incesante de la nueva población y a la presencia de las tropas incursas en la Guerra del Rif. Estos soldados, por lo tanto, se tonificaron con el agua alhaurina. Suministro no faltaba, las cifras del pozo eran impresionantes: cinco millones de litros diarios.
La consulta a otro diario de la época, una de las pasiones del cronista, apunta otra pista sobre este artículo medicinal. En 'La Unión Mercantil' se publicita que este agua tenía su depósito, laboratorio y farmacia en la calle Molina Lario, 4 y 6, en Málaga, negocio del citado Enrique Laza Herrera. Por cierto, este, por la cantidad de plantas medicinales que tenían, compró los terrenos de Rincón de la Victoria que luego, su sobrino, Manuel Laza, exploró para abrir al público la famosa Cueva del Tesoro.
El agua de Alhaurín de la Torre estaba a la venta en garrafas precintadas de 16 litros, a dos pesetas y media el envase; el litro suelto se comercializaba a treinta céntimos. La importancia de este pozo se sostuvo en el tiempo, como demuestra su aparición en el libro de 1923, 'Aguas subterráneas y pozos artesianos. Reglas para descubrir manantiales'. Se trata de un volumen, de 275 páginas, firmado por Ignacio Ruiz Íñíguez, con gran cantidad de dibujos y fotografías que volvían a recoger la imagen del pozo artesiano en Alhaurín de la Torre, que ya ilustró otra de sus obras en 1912, apostilla Carlos San Millán.
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