Julio J. Portabales
Villanueva de Trabuco
Lunes, 28 de octubre 2024, 00:24
El sol aún no se alzaba completamente cuando los primeros motores empezaron a rugir en el aeródromo de Villanueva del Trabuco. Eran las 9:00 de la mañana y el ambiente ya vibraba con la expectación de lo que sería una jornada inolvidable. La 7ª ... Jornada Aérea, organizada por el Aeródromo Jupamo, prometía ofrecer un espectáculo que mezclaba adrenalina, precisión y pasión por la aeronáutica, y no defraudó.
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El clima acompañó a la perfección durante la 7ª Jornada Aérea, con un cielo despejado y temperaturas agradables que invitaron a disfrutar del espectáculo al aire libre. Una ligera brisa soplaba desde las montañas, aportando el escenario ideal para el vuelo de los parapentes y las maniobras de las aeronaves. El sol brillante iluminó el aeródromo durante toda la jornada, creando un ambiente festivo y permitiendo que las exhibiciones se desarrollaran sin contratiempos. Sin duda, las condiciones meteorológicas se alinearon para hacer del día una experiencia aún más memorable.
Las exhibiciones comenzaron con la elegante demostración de ultraligeros y avionetas, que surcaban el cielo dibujando piruetas y dejando estelas que capturaban la mirada de niños y adultos por igual. Los asistentes observaban con asombro cómo estas pequeñas aeronaves se elevaban con agilidad, realizando acrobacias que parecían desafiar las leyes de la física. Era imposible no sentirse atraído por la destreza de los pilotos, quienes parecían danzar en el aire con sus aeronaves, en un juego de sincronización y control absoluto.
Más tarde, los helicópteros tomaron el protagonismo. Las maniobras de estas imponentes máquinas voladoras no pasaron desapercibidas. Los pilotos, con años de experiencia y entrenamiento a sus espaldas, descendían con precisión milimétrica, ejecutando giros y ascensos repentinos que hacían contener el aliento a los presentes. A cada descenso cercano, los aplausos estallaban en una ovación que reconocía la valentía y el dominio de los expertos en el manejo de estos gigantes del aire.
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Sin embargo, el momento más esperado llegó con los parapentes. Desde la distancia, pequeñas figuras multicolores aparecían en el horizonte, descendiendo lentamente mientras jugaban con el viento. Los pilotos de parapente mostraron su maestría realizando acrobacias aéreas, deslizándose suavemente por las corrientes y girando en espirales que hipnotizaban a todos los que los veían. Sus aterrizajes suaves y controlados cerca del público arrancaban vítores y miradas de admiración, especialmente de los más jóvenes, que soñaban con un día volar tan libremente.
En medio de la jornada, el ambiente en tierra era de emoción constante y entusiasmo palpable. Los asistentes se congregaban en grupos, mirando al cielo con ojos brillantes y siguiendo cada pirueta y acrobacia con expresiones de asombro. Los niños, fascinados por los aviones y parapentes que surcaban el aire, corrían de un lado a otro, señalando cada maniobra con gritos de emoción, mientras los adultos no dejaban de comentar las proezas de los pilotos, compartiendo anécdotas y conocimientos sobre aviación. La mezcla de sonidos, desde los motores rugientes hasta el murmullo de la gente, creaba una atmósfera vibrante y festiva, como si todo el aeródromo se hubiera transformado en un punto de encuentro para amantes del aire y curiosos por igual. Incluso quienes no tenían un conocimiento profundo del mundo aeronáutico se dejaban llevar por el entusiasmo colectivo, sintiendo esa conexión especial con cada despegue y aterrizaje, con cada destello de las alas en el cielo claro.
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La tecnología también tuvo su espacio en la jornada, con exhibiciones de drones y radio control. Los drones surcaban el cielo en formación, realizando movimientos coordinados que impresionaban por su precisión. Cada vuelo y giro era una demostración del avance tecnológico y del futuro de la aviación. En contraste, las demostraciones de aviones y helicópteros de radio control acercaban el mundo de la aeronáutica a los más pequeños, quienes observaban con ojos brillantes los pequeños aparatos surcar el cielo con movimientos ágiles y sorprendentes.
Con el cielo aún lleno de recuerdos de acrobacias y maniobras espectaculares, la 7ª Jornada Aérea cerró su edición con la promesa de volver el próximo año, reafirmando a Villanueva del Trabuco como un punto de referencia para los apasionados de la aviación. Un día en el que el sueño de volar se hizo realidad para todos los asistentes, dejando en el aire la esperanza de que el espectáculo continúe surcando los cielos.
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