La historia la adaptó Walt Disney para un film de animación que ganó un Oscar en 1938.

EL PASMO QUE LEVANTA UN MONUMENTO EXCEPCIONAL

El Puente Nuevo, que aparece en el corto 'El toro Fernando', de 1936, y que se mantendrá en su anunciada readaptación, distintos cuido y protección, no nos cabe duda, tendría en otras partes. Aquí lo despreciamos con tan escaso raciocinio como para que se nos esté cayendo a pedazos, con una estampa penosa

A. GARRIDO ESCRITOR

Lunes, 3 de abril 2017, 01:38

Una nueva versión del corto 'El toro Fernando', con la presencia en este, como en el anterior, de la preciosa imagen de nuestro Puente Nuevo, viene a revolvernos una vez más la papilla, y no por el film desde luego, sino porque ahí está otra vez la agridulce sensación del pasmo que en todo el mundo levanta un monumento tan excepcional (y que distinto cuido y protección, no nos cabe duda, tendría en otras partes), y al que aquí despreciamos con tan escaso raciocinio como para que se nos esté cayendo a pedazos, con una estampa penosa, que a más va; con informes, de los que nadie se fía un pelo, o sin ellos, porque a la vista están los daños y muy presente la historia de la gota de agua que acaba horadando montañas, aun de las más rocosas. ¿Ofrecer soluciones? No, bastante mejor: «Lo que tú dices me importa un bledo, que lo mío es mejor y más nos conviene para nuestros intereses partidistas trifulcas van y vienen, que ir a lo que a lo que realmente importa el bien común, y el prestigio de Ronda».

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Para no acabar de amargarnos, hablemos un poco del cuento que dio lugar al corto, que además de la implícita crítica a las corridas, llevaba otros mensajes:

Publicado nueve meses antes de que estallara la Guerra Civil española, no tardó en ser prohibido por el dictador Franco, prohibición que no se levantaría hasta su muerte. Hitler lo condenaría a la hoguera junto con otras obras de pensamiento, por considerarlo «degenerada propaganda democrática», mientras que en la Rusia comunista fue el único libro infantil americano en venta en el régimen de Stalin. Gandhi lo tuvo como su libro favorito; sin embargo, en Estados Unidos fue denunciado en diversas ocasiones, por considerar la obra tanto profacista como procomunista. Alabado fue por Tomás Mann, H. G. Well y Franklin y Eleanor Rooselvelt. Derrotada Alemania, se imprimieron treinta mil ejemplares que se distribuyeron gratis entre los niños alemanes encaminándolos hacia el pacifismo que pregonaba la obra.

Mauro Leaf, su autor, aseguró que su propósito nunca fue más allá de narrar una historia infantil, lejos de cualquier intención política y sí darle una oportunidad a su amigo Richard Lawson de que luciera su destreza como dibujante, y bien que lo logró con unas ilustraciones que elevaron al libro al rango de mítico. ¿Qué historia era la que se narraba para crear tanta y tan universal polémica?

A grandes rasgos es la que sigue: Ferdinand es un toro joven criado en las dehesas madrileñas. Al contrario que sus hermanos de raza, no tiene el más mínimo interés en enfrentarse o cornear a nadie. Desoye los consejos de su madre, que le insta a juntarse con sus camaradas y participar de sus bravatas y correrías. Lo suyo, lo que le dicta su instinto, es disfrutar de la placidez y aromas que a cientos le ofrece el florido suelo en el que se halla, buscar la umbría de los alcornoques, apartados de todos, dueño de su vida y del esplendor que le rodea.

Ni se inmuta cuando aparece un grupo de individuos, hasta cinco, que se adentran en la finca con la intención de escoger unos ejemplares con destino a una corrida que se va a celebrar en Ronda. Él está seguro de que nunca será uno de los elegidos, ya que nadie va a prestar atención a un animal que ni comparte furores ni agresividad con sus hermanos de sangre, de risueña estampa, que prefiere oler flores a aplastarlas, que no tiene enemigos con quienes disputar, ni odiar.

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Un imprevisto suceso dará un giro fatal al más inmediato destino de Ferdinand, que brama de dolor cuando una avispa le mete su aguijón en sus prietas carnes. Para aplacar los perturbadores efectos de la picadura, no cesa de correr, de brincar, lo que es interpretado por el grupo de hombres que han venido a seleccionar ejemplares para la función de Ronda como inequívocas señales de un carácter belicoso, por lo que sin más, satisfechos, lo apodan como 'Ferdinand el Fiero'.

Trasladado en contra de sus deseos, una vez en el ruedo de la plaza de Ronda, sin atender a las provocaciones de los toreros y sus cuadrillas, se sitúa en el centro, no con ánimo de embestir a nadie, sino porque desde allí llega mejor a su olfato el aroma de las flores que lucen en sus cabellos y pechos las jóvenes rondeñas que ocupan las primeras filas de los palcos. Vista su actitud que nadie puede cambiar, Ferdinand es devuelto a las dehesas castellanas de donde vino.

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El año de su publicación, 1936, se vendieron 14.000 ejemplares, subiendo hasta los 68.000 al año siguiente, hasta alcanzar en 1938 la cifra de 156.000, superando en ese año a las ventas de 'Lo que el viento se llevó'. Traducido a sesenta lenguas, cuenta últimamente con una versión en latín: 'Ferdinandus Taurus'. Un ejemplar de su primera edición se vendió en una subasta en 2014 por la nada despreciable suma de 16.500 dólares. Curiosamente, Ferdinand también tuvo su protagonismo en la II Guerra Mundial, ya que su nombre fue el santo y seña utilizado por Eric Feldt, comandante de las tropas que guardaban la Costa australiana.

La historia la adaptó Walt Disney para un film de animación en 1938 con el título de 'Ferdinad the Bull', que ganaría el Oscar de ese año en su apartado. Si en el cuento solo un dibujo del Puente Nuevo recreaba a Ronda, el corto añadía otras imágenes de nuestra ciudad, por ejemplo la de los otros dos puentes.

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