Dice el arqueoastrólogo británico Michael Hoskin que un dolmen es una construcción de piedra desnuda y que para interpretar las piedras hace falta imaginación. La imaginación de este científico ha puesto en el mapa del mundo los Dólmenes de Antequera y ha cambiado su historia. Él y un equipo de investigadores de primer orden han marcado un nuevo rumbo universal para la necrópolis megalítica malagueña. Su sabiduría y su imaginación, juntas, han recuperado nuestro pasado y han revelado el ingenio, las técnicas y las razones que movieron hace 6.000 años a aquellos primeros arquitectos de la Historia, aquellos «ancestros» que despertaron la admiración de Le Corbusier.
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Grandes hombres y mujeres están detrás de una carrera de fondo que terminó, o empezó, el viernes en Estambul. Muchos esfuerzos de un trabajo en equipo para contarnos con certezas de dónde venimos y acreditar con razones científicas la fascinación de esas silenciosas piedras de los dólmenes de Viera, Menga y El Romeral. Y el poder natural de la sierra de El Torcal y de La Peña de los Enamorados. Sus rocas guardan seis mil años de secretos y de historia y una extraordinaria nómina de esfuerzos por desentrañarlos. Hoskin y otros profesores han sumado imaginación y ciencia para ofrecernos la cartografía de unas construcciones que llegaron a atribuirse a la mítica estancia de Hércules en España. Bartolomé Ruiz, responsable del conjunto dolménico, ha dirigido con maestría esa sinfonía investigadora que ha puesto banda sonora a unos de los más relevantes ejemplos de la arquitectura prehistórica europea. Imaginación.
El trabajo científico ha cumplido, por ahora, y así lo ha reconocido por aclamación el Comité de Patrimonio Mundial de la Unesco. Ha llegado el tiempo de gestionar ese aval internacional y ese patrimonio excepcional que ya es de todos. La imaginación no sólo ha sido un motor de la historia de la arqueología, ha cambiado el mundo. Si la imaginación gobierna el mundo, como defendía Napoleón Bonaparte, con más razón está para gobernar la tutela y la protección del patrimonio. La Consejería de Cultura tendrá que rebuscar en sus cajones para encontrarla. Imaginación para dotar de recursos humanos y económicos suficientes un tesoro prehistórico que ahora está en el escaparate mundial del patrimonio. Imaginación para que todo el personal adscrito a los monumentos sume su trabajo diario al bien cultural del que recibe la nómina. Imaginación para evitar que una exposición de fotografías sobre el conjunto dolménico anunciada por la propia consejera Rosa Aguilar, prevista en el Museo Arqueológico Nacional coincidiendo con el tramo final de la candidatura, se quede embalada por «falta de presupuesto». Mucha imaginación para desarrollar esa mirada trasversal a los presupuestos que defiende Aguilar e implicar a las consejerías de Turismo, Economía y Medio Ambiente en un nuevo tiempo para la reconocida necrópolis antequerana. Imaginación, mucha, para que los investigadores puedan seguir rescatando de las piedras la memoria de todos.
La historia reciente de los monumentos de Antequera ha estado salpicada de altibajos políticos, aunque han abundado más los segundos que los primeros. Toca cumplir con la Unesco. Toca imaginar, de verdad, los Dólmenes.
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