Cayetano, ayer tarde, durante la actuación ante uno de sus oponentes en el coso rondeño.

La mejor versión de Cayetano destaca en una Goyesca de tono menor donde falló el toro

El madrileño sale a hombros junto a Manzanares, mientras que Morante de la Puebla, con el lote más deslucido, sólo dejó retazos

Antonio M. Romero

Sábado, 5 de septiembre 2015, 23:56

Hubo que esperar al final, cuando las oscuras nubes ya cubrían la más que bicentenaria plaza de Ronda y empezaron a dejar caer unas ligeras gotas con olor a tierra mojada, para contemplar sobre el albero la faena más entonada de una Goyesca de tono menor donde, una vez más, volvió a fallar el toro más allá de que al último del festejo se le diera la vuelta al ruedo. La corrida que se había programado como monstruo con cuatro matadores y ocho reses, quedó finalmente en una terna tras la cogida el pasado agosto en Huesca de Francisco Rivera Ordóñez Paquirri, quien estuvo en el callejón ejerciendo como empresario. Fue su hermano menor, Cayetano quien a la postre firmó la actuación más entonada ofreciendo su mejor versión taurina cuando la tarde languidecía a orillas del Tajo.

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Siempre se ha dicho que la Goyesca es junto con el Domingo de Resurrección en Sevilla y la Corrida de la Beneficencia en Madrid tres de las grandes citas taurinas del año. Unos festejos cuya preparación y detalle hay que cuidar y mimar y en esta ocasión, como en años anteriores, en Ronda volvió a fallar el toro tanto en presentación como en juego. Muy despareja fueron las reses lidiadas de los dos hierros y hubo animales como el tercero de Núñez del Cuvillo impropio de cualquier plaza, pero aún más de una como la Real Maestranza de Caballería de Ronda. Al último de la tarde, Señorito se le premió bonanciblemente con la vuelta al ruedo por su dulce y repetidora embestida en la muleta, ya que en el caballo no hizo buena pelea y apenas se le dio un pequeño picotazo. Como a todos los anteriores ya que, una tarde más, la suerte de varas fue un simulacro.

Espoleado por el triunfo de Manzanares en el segundo de la tarde, Cayetano salió enrabietado en el tercero y se fue a portagayola a recibir al esmirriado e impresentable núñez del cuvillo que salió de los chiqueros, al que enjaretó una larga cambiada y unas verónicas voluntariosas. Por chicuelinas al paso aceleradas llevó al burel al caballo. A su salida, un quite con una larga cambiada de pie, seguida de unas gaoneras y rematadas con una revolera. Se le veía con ganas y predisposición al diestro madrileño, quien brindó la faena al público. Fue el suyo un trasteo iniciado de rodillas donde destacó un cambio de manos; después vinieron series por ambos pitones templadas y de gusto, aunque minusvaloradas tanto por la falta de ajuste -toreó en exceso por las afueras- y el trapío de su oponente. Los desplantes finales precedieron a cobrar una estocada.

El sexto, segundo de su lote, fue el mejor toro para la muleta de todo el encierro. Cayetano intentó el lucimiento a la verónica con la rodilla genuflexa -guiño a la memoria de su abuelo, Antonio Ordóñez- y luego de pie, pero fue más la voluntad que la vistosidad. A la salida del caballo, Señorito se dio un tremendo costalazo, aunque ello no fue óbice para que llegara a la muleta con una embestida dulce y repetidora. Brindó Cayetano la faena a su hermano para después hilvanar una faena de menos a más donde hubo empaque, temple, ligazón y belleza, destacaron los trincherazos y los pases de pecho. Al diestro madrileño se le vio muy a gusto toreando al bonancible juanpedro, que entregó hasta su última embestida. Fue la mejor versión de Cayetano. Aunque hubo algunos amagos de posible indulto, incluso una tibia voz lo pidió desde el tendido, el matador se fue a por la espada de verdad y se llevó al burel a los medios donde cobró una estocada hasta la bola un pelín trasera. Dos orejas con petición de rabo, hizo bien Luis Candelas en no conceder este trofeo, y vuelta al ruedo para el toro.

Estética

Reaparecía José María Manzanares después de su ausencia el pasado viernes en Plasencia por problemas musculares lo que sembró dudas sobre su comparecencia. El diestro alicantino hacía el paseíllo en una plaza muy especial para su familia ya que su padre, fallecido el pasado octubre, fue un asiduo de la Goyesca. A su primero, un toro colorado, lo recibió con cuatro verónicas y una revolera entonadas donde el burel empezó a dar síntomas de su blandura, como lo hizo a la salida del caballo. Bien la cuadrilla en banderillas y emotivo el brindis de la faena a Paquirri, a quien sacó al tercio. El trasteo de Manzanares, fundamentalmente por la mano derecha, tuvo una gran plasticidad y belleza estética, pero le faltó profundidad y ajustarse más ya que la faena se hizo fundamentalmente por las afueras, sin apreturas. Mató de estocada fulminante.

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En el quinto, Manzanares, que no está pasando por su mejor temporada, aunque ayer no se le puede negar la voluntad, no se estiró con el capote. Brindó al público una faena de series cortas -dos o tres muletazos y el remate-, de mucha plasticicad, pero, otra vez, volvieron los alivios y las precauciones mientras en el tendido los aficionados rememoraban las buenas temporadas del alicantino. Con la espada estuvo hecho un cañón y dejó una gran estocada de efecto fulminante.

Lo primero que llamó la atenión de Morante fue el terno, un vestido de dos colores -la chaquetilla grana y taleguilla celeste fuera de toda ortodoxia y que sólo a un genio como el diestro de La Puebla se le puede ocurrir. Después, de su toreo, el matador dejó algunos retazos, pero poco más ya que apechugó con el lote más deslucido de la mala corrida.

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Su primero fue un toro con algunos kilos de más y desclasado que desde la salida dio síntomas de falta de fuerza. En el recibimiento, una verónica y una media con sabor, aunque lo más destacado con el percal lo hizo en el precioso quite por delantantes a pies juntos, rematados con una media con solera. La faena de muleta fue un quiero y no puedo ante un animal sin opciones, que terminó parado. Algún muletazo suelto y muchas probaturas. Mató de estocada.

Las esperanzas estaban puestas en el cuarto de la tarde. Con el público expectante, que vio un rayo de luz en el extraordinario quite por chicuelinas y después de que el diestro sevillano brindara al público la faena. Se fue a los terrenos del sol, junto a la puerta grande Pedro Romero, pero tras los primeros muletazos, se vio que el juanpedro no iba a colaborar ya que empezó a quedarse a medio viaje y con la cara alta. Morante, que en otro momento hubiera abreviado, se puso porfión y lo intentó, robó algún muletazo estimable como el inicio con ayudados por alto y los doblones por bajo, pero poco más. Con la espada no estuvo acertado. Dejó un pinchazo, un pinchazo sin soltar, u n sartenazo, media estocada y dos descabellos. El público agradeció el esfuerzo del sevillano y le tributó una ovación, pero se quedó sin ver al sevillano en su gran dimensión.

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Morante de la Puebla se fue andando, mientras sus compañeros salieron a hombros tras una tarde más triunfalista que triunfal, donde el toro volvió a ser la asignatura pendiente de la Goyesca.

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