La primera vez de los famosos en cuarentena

Lo cierto es que no estoy comenzando nada nuevo; no tengo la energía, ni las ganas, ni creo que sea el momento como para iniciar una etapa novedosa, ni actividades, si siquiera rutinas nuevas. La mía como escritora incluía parte de mi tiempo en casa, con un ritmo de vida muy similar al confinamiento, aunque insertara en ello periodos de viajes, conferencias y encuentros. De hecho, ahora era cuando comenzaba ese tiempo. Por lo tanto, estoy aprovechando para leer, para continuar con mi vida, para contestar a quienes me piden contenidos, sobre todo digitales, y sobre todo, para estar pendiente de los míos, que en mi caso están lejos. Quizás ese haya sido el cambio mayor, centrarme más en el momento y en los afectos, porque no sabemos qué ocurrirá mañana, salvo que no podremos salir de casa ni cumplir con lo que pensábamos que haríamos. Pero un mes es más que suficiente para asumir eso: la mayor parte del tiempo me siento serena y tranquila, muy ocupada, eso sí, y el resto intento combatirlo con la certeza de que no somos dueños de casi nada, que es preciso confiar en la vida y en los demás, y que me quedan esto que he tenido tanto tiempo a mi alrededor, los libros, las historias que leo y las historias que invento.

Está situación ha puesto patas arriba nuestras vidas, poniendo a prueba nuestra fuerza, solidaridad y capacidad de adaptación. Dentro de las cifras y datos con los que nos levantamos cada día, procuro no perder el humor y aprovechar para hacer esas cosas que siempre pospones por falta de tiempo. Estoy haciendo con Uxue, mi hija, más bizcochos y brownies que nunca, aunque ella es la repostera y yo su ayudante. He retomado mis momentos musicales con el Kigonki, que relaja mucho y entretiene más. Comparto entrenamiento virtual con mi marido y estamos bastante 'picados' y motivados el uno con el otro. Uno de mis mejores momentos del día es la charla virtual con mi madre mientras tomamos un café o paseamos cada una por su salón. Y el fin de semana cuando me toca salir a presentar 'Viva la vida', me doy cuenta de cómo ha cambiado nuestra forma de trabajar: reuniones virtuales, maquillaje casero, plató vacío, equipo técnico y de redacción mínimo, mascarillas y esa distancia de seguridad que no impide que estemos más unidos y cercanos que nunca.

Parece mentira pero ahora que es cuando más tiempo supuestamente tenemos es cuando más queremos hacer y menos hacemos. Al menos en mi caso y en el de muchos amigos míos. Tengo que aclarar que yo estoy pasando este confinamiento solo en casa, salvo los días que puedo disfrutar de mi hija de 4 años. En poco más de un mes me ha dado tiempo a dejar sin acabar de hacer un montón de cosas y seguramente cuando todo esto pase seguirán la mayoría inconclusas. Yo en estos días ya he ordenado armarios y clasificado ropa, he seleccionado entre las más de 25.000 fotos que tengo en el ordenador las que considero mejores. ¡He conseguido reducirlas a 19.000! Eso sí, ahora me ha dado por ajustarles la fecha, la hora y la ubicación a cada una de ellas. De todas. He vuelto a hablar con gente que hacía años que no hablaba y me he hecho experto cocinero y experto catador de vinos gracias a los consejos de Dabiz Muñoz. He dado utilidad a mi cuenta de Skype después de recuperar mi contraseña y he intentado hacer deporte cada día. Lo he intentado. Todos estos planes quedan en segundo plano cuando aparece en escena mi hija, ya que me convierto en su compañía cada minuto del día aprovechando que podemos estar tanto tiempo juntos. El próximo 11 de mayo cumple 5 años y no estaría mal como regalo que ese día pudiéramos salir todos a la calle y respirar aire fresco. El mejor regalo. Solo eso… respirar.

Básicamente, he aprovechado para poner orden en casa, leer mucho y pasar tiempo en familia compartiendo juegos y pelis. El orden lo necesitaba mucho: libros, discos, souvenirs y cientos de cosas, la mayoría inútiles que uno no sabe por qué diablos guarda. La lectura, un balsamo monumental. Voy a libro por semana. Ya llevo cinco. Historia general, y ficción. También he empezado mi enésimo curso de inglés. Esta vez igual me da tiempo a culminar. No sé por qué me da pereza el inglés, pero ya no tengo edad para cambiar de idioma. Lo mejor son los momentos de peli y palomitas con mi mujer y mis hijas. Y lo peor, las partidas de parchís, también con ellas, porque me machacan. Se pasan el día comiéndome todas las fichas. Me vengaré. Llamo a mi madre y hermana y repaso agenda para ver cómo van mis amigos. Total...¡¡que estoy super ocupado!! Bueno, los martes voy a Fuencarral a presentar en directo 'Supervivientes' y una vez a la semana salgo a grabar los 'offes' para 'First Dates'. Deseando volver a una vida normal y con salud. Mucho ánimo para todos!

La verdad ahora que me pongo a pensar qué cosas he hecho porprimera vez y son tantas... Y la gran mayoría, en realidad, son pequeñas cosas del día a día. A las ocho salimos a aplaudir a todas las personas que nos cuidan y saludo a los vecinos de un edificio que me queda bastante lejos de mi casa. Veo las siluetas bien definidas, pero no distingo bien las caras de los habitantes de cada balcón o ventana. Y a lo lejos, con los brazos en alto, nos saludamos: un matrimonio muy marchoso con hijas que bailan; un hombre que hace pesas pecho al aire con una barra y dos garrafas de agua en cada extremo; una pareja de gente mayor, él deduzco que tiene barba blanca y normalmente lleva un batín largo; un señor sólo en el ático con un perro y le va tirando la pelotita…Si algún día alguno de ellos no está, sobre todo si es el matrimonio mayor, enseguida pienso lo peor y me preocupo. Ni siquiera sé quiénes son, ni cómo se llaman, no los he visto en mi vida, pero cada tarde los espero y les he cogido cariño. Cuando todo esto acabe, en casa tenemos ganas de conocer a todas estas personas que son vecinos del barrio. Por primera vez, y desde que empezó el confinamiento, siento que pertenezco a una comunidad y me emociona.

Intento mantener un horario y unas rutinas para estar ocupado la mayor parte del tiempo sin tener que improvisar demasiado. Estoy pasando la cuarentena con mi hija y, aunque no hacemos cosas muy diferentes a las de todos los días (trabajar, estudiar, jugar, ver series, actividad física...), sí hemos cambiado la forma de hacerlas. Al no poder salir a hacer deporte, he puesto una bici con rodillo en casa. Nunca había tenido una y la he estrenado en la cuarentena. También estoy aprovechando para innovar un poco más en la cocina para hacer platos con los que nunca me había atrevido como una pata de cordero al horno que, por cierto, quedó muy buena. El sábado y el domingo nos levantamos un poco más tarde por eso de tener sensación de fin de semana, pero en general lo estamos llevando bastante bien. De hecho, mi hija dice que no tiene la sensación de estar encerrada.

Además de descubrir mi faceta como repostero haciendo galletas por primera vez en mi vida, estoy aprovechando estos días para hacer cosas que tenía pendientes y que siempre dejaba a un lado por falta de tiempo. Me he metido a saco con el libro de las letras completas de las canciones de Bob Dylan. Estoy siendo casi tan exahustivo como con las de Bruce Springsteen, que ya es decir. De hecho, del 'boss' ya tengo hecho mi set list ideal para el primer concierto después de la cuarentena. Leer en profundidad esta gran edición con la traducción de las letras al castellano está siendo algo muy luminoso en estos días. Y bucear en las letras de Bob Dylan con la guitarra al lado es una gozada. Ha sido como un bautizo.

Me he propuesto empezar cada día con una Invención de Bach, que son piezas que no tocaba desde hacía años. Su simplicidad, quitar lo superfluo y quedarte con solo dos voces me da limpieza espiritual y sonora. También estoy aprovechando para terminar mi próximo disco. Pero si hay una cosa que hago en esta cuarentena es hablar con mi familia por teléfono. He hablado más con mis hermanas en estas semanas que en el último año. En realidad, ahora que lo pienso, estoy haciendo muchas cosas por primera. El 19 de marzo celebré mi primer cumpleaños virtual con quince amigos. Soplé las velas y todo. Como viajo tanto, que es algo que echo mucho de menos, mi marido y yo no habíamos estado tanto tiempo juntos en la vida. Como y ceno todos los días con él y eso es muy bonito. Y también estoy haciendo más ejercicio que nunca. ¡Estoy utilizando la elíptica!

«Hago todo prácticamente todo igual que antes del confinamiento, pero es cierto que algunas cosas han cambiado. He empezado a dar las clases de yoga con mi profesora Carmen Casanova por vídeo y ahora es todo virtual.Hay que acostumbrarse, pero es así y soy muy disciplinada. Además, veo a mi hijos más que nunca, manteniendo siempre la distancias de seguridad. Nunca habíamos estado tanto tiempo juntos durante el curso escolar. Ahora nos vemos para comer, para cenar... Me siento más cerca de ellos».

Para mí estar en casa ya es una novedad, porque solemos estar muy poco. De hecho, comemos y cenamos siempre fuera y hacerlo en casa es hasta raro. Me estoy poniendo al día y ya he aprendido a hacer todo tipo de cócteles para el momento vermú. Esto de estar encerrados también me ha hecho replantearme qué es lo que quiero en una casa y he decidido que en mi próximo piso voy a poner una barra de bar. Otra cosa que siempre me había dado mucha pereza y que ahora me encanta es el 'Facetime'. Hablo mucho más que antes con mis amigas de cole, con mi pandilla de Santander ... Y, sobre todo, he conseguido darle otra utilidad a la máquina elíptica que no sea la de galán de noche.