Javier Calleja es una joya: el artista lanza una colección de pendientes y anillos junto a Rod Almayate

Como explican desde el estudio de Javier Calleja, el objetivo de esta colaboración es acercar la obra del malagueño al público en un nuevo formato. Y para ello han elegido dos de sus imágenes más icónicas: el gato Mr Günter y las cabezas de niños (otro de sus emblemas más reconocibles), que dan forma a anillos y pendientes bañados en oro o en rutenio que han sido elaborados a mano en Italia. La producción está limitada a unas 25-50 unidades por pieza -según el modelo- cuyos precios van de los 990 euros a los 1.190. Podrán adquirirse en la web de Rod Almayate.

Desde la firma de joyería explican que el proyecto empezó a fraguarse el pasado verano, cuando Diego Díaz -natural de Torre del Mar- fotografió a Calleja para la edición de Harper's Bazaar Arte en Asia. «Entre nosotros siempre ha existido una admiración mutua y una química profesional que ha dado paso a una amistad, así que esta colaboración ha acabado fluyendo de forma orgánica», sostiene el creativo al tiempo que desvela que el principal reto que le ha supuesto esta serie ha sido recrear la profundidad de los ojos de las figuras del artista. «Llegar a hacerlos como Javi y que traspasasen la propia joya ha sido lo que más nos ha costado en estos más de seis meses de trabajo. Tuvimos que hacer muchas pruebas hasta dar con lo que queríamos», subrayan desde Rod Almayate.

Con este nuevo proyecto Calleja redondea un arranque de 2023 que está siendo clave para el malagueño. Así, tras inaugura en marzo una ambiciosa exposición en el Centro Cultural Fundación Unicaja, con más de 200 obras que recorren su particular universo (y que podrá visitarse hasta el 6 de septiembre), la pasada semana instaló -también en casa, en pleno Centro de Málaga- su primera escultura pública en España: una instalación de cinco metros de altura que preside la entrada de la calle Molina Lario. 'Heads V2' versiona a gran escala una torre de cabezas de distintos tamaños y expresiones, con un denominador común: unos enormes ojos brillantes, como los del niño que sonríe después de un ataque de llanto. Los mismos que desde este viernes podrán llevarse en la oreja o en el dedo de paseo.