Luis Gómez
Lunes, 17 de octubre 2016, 00:09
A diferencia de los colegas que solo captan el lado más favorecedor de las modelos, el polaco Peter Lindbergh (Leszno, 1944) ha elegido otros derroteros.Sin duda, más terrenales y menos glamurosos, si esto es posible cuando uno coloca enfrente de su objetivo a Cindy Crawford, Naomi Campbell, Milla Jovovich o Kate Moss, «la mujer más cool del mundo, pese a no ser muy alta y tampoco guapa en el término más comercial de la palabra», asegura. El creador de las supermodelos de los 90 siguió el mismo camino que sus coetáneos hasta que se hartó de idealizar a las mujeres y convencerlas de que debían parecer eternamente jóvenes. «Nos bombardean con imágenes idiotas de chicas idénticas que han pervertido la belleza.Eso es un crimen, ridículo y estúpido. ¿Por qué hay que ser eternamente joven?», se pregunta.
Publicidad
Amante de las imágenes en blanco y negro, Peter Lindbergh es el artista sin filtros. El retratista que capturó y se atrevió a difundir, sin matices de ningún tipo, la belleza «al natural» de maniquíes únicas, salvajes y perfectas. Las hizo famosas tal y como eran. Como uno se las puede imaginar correteando por el pasillo de sus casas o como se comportan, totalmente libres, lejos de los focos. «Soy un defensor absoluto de la belleza desnuda y, por supuesto, creo que la edad aún hace más interesante el rostro y el cuerpo de las personas. La autenticidad es fundamental», confiesa. El Kunsthal de Róterdam ha organizado la mayor retrospectiva del fotógrafo preferido de las tops que cambiaron la historia de la moda. Los hay a patadas. Mario Testino, Patrick Demarchelier y Terry Richardson encabezan la nómina de estrellas contratadas habitualmente para realizar los estilismos de las mejores revistas y las campañas de las marcas lujosas. Pero Lindbergh es otra cosa.
Es, en concreto, el autor de una de las imágenes más icónicas de finales de los 80. La que reunió en una paradisiaca playa de Malibú, vestidas con camisas blancas y ropa interior, a unas jovencísimas Estelle Lefébure, Karen Alexander, Rachel Williams, Linda Evangelista, Tatjana Patitz y Christy Turlington. «Cuando volví con las fotos hechas, la directora por aquel entonces de Vogue USA las rechazó porque eran muy diferentes al concepto glamuroso y estético que se llevaba», reflexiona.
Pelo pixie de Evangelista
También fue el responsable del corte de pelo pixie de Linda Evangelista y el creador de la rupturista portada que hizo Anna Wintour nada más tomar las riendas de la biblia de la moda. Puso patas arriba el negocio porque era la primera vez que aparecía una modelo sin mirar a la cámara, en medio de la calle y con un gesto natural. «Y, para colmo, combinaba un jersey de alta costura de Lacroix con unos vaqueros de Guess. Tan distinta era que cuando recibieron la portada en la imprenta pararon las máquinas y llamaron a Anna para corroborar que esa imagen no estaba ahí por error», recuerda. Su particular mirada está presente desde hace 35 años en una industria que desmitifica a golpe de imágenes y sentencias.
Peter siempre ha ido por libre. «Todos piensan que los noventa fueron geniales, y está claro que lo fueron, pero el presente es igual de interesante», subraya para desmitificar una época en la que ya se desmarcó de casi todos sus colegas. «Nunca he querido estar ligado al mundo de la moda porque no me gusta estar dentro de ese ámbito. No deseo ser una estrella.Sólo aspiro a ser normal e ir al supermercado», expresa. Criado en la vecina Duisburg, una localidad alemana de Renania del Norte-Westfalia, hacía (y hace) posar a las modelos muy poco maquilladas, sin prendas ostentosas y con semblante reflexivo. Hasta que las campañas antitabaco se generalizaron a nivel global, acostumbraba a sacarlas con un cigarrillo entre los dedos y fijándose en sus miradas sin atender al resto del cuerpo. Son sus señas de identidad. Sus imágenes envejecen mejor que las de los demás. La exposición A Different Vision on Fashion Photography le ha servido al autor para reafirmarse en lo que siempre ha defendido. Que su ideal de belleza femenina «apenas ha variado. Mis fotografías tampoco cambian porque no hay nada que cambiar.No entiendo de diseñadores y cuando fotografío no sé de quién es la ropa. Plasmo una historia y ya está. La primera regla de la belleza es la verdad», esgrime este enamorado del flamenco. «No escucho otra cosa cuando estoy solo», remarca.
Publicidad
En una época marcada por la irrupción de la fotografía digital, Lindbergh lamenta la «desaparición de la intimidad» con las modelos, algo que le ha tocado muy hondo porque «te puedes enamorar de personas intensas y bellas en unos instantes al estar tan cerca» de ellas, y el abuso del Photoshop para borrar las marcas de la edad de los rostros. «Ahora todas las fotos se retocan en exceso y lo que no gusta se borra. Hay una industria obsesionada en retocarlo todo y llenarlo de mentiras», censura este profesional empecinado en «liberar a las mujeres de la dictadura de la perfección». Pese a haber trabajado con las modelos más espectaculares de las últimas décadas y tener la suerte de fotografiar «lo que quiero y a quien quiero», Lindbergh confía en saldar cuentas. «El único retrato pendiente que tengo es el de Vanessa Redgrave. Ella sí que tiene un rostro interesante», remata un artista al que le gustan «todas las mujeres», menos las «demasiado delgadas y de belleza moderna».
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.