Lorena Codes
Martes, 1 de marzo 2016, 00:41
A unos escasos dos o tres metros del lugar que dicen fue posada de Miguel de Cervantes durante su estancia en Vélez-Málaga allá por el 1594 tiene su hogar Jesús López Hidalgo. Este veleño de nacimiento, enamorado confeso de su tierra, andaba buscando una casa con solera para establecer su hogar, algún enclave en el corazón del centro histórico, desde el que poder impregnarse de la belleza de algunos de los edificios emblemáticos del municipio, respirar la esencia de Vélez. En 2010 encontró este rincón con encanto, situado en una de las plazas con más sabor de la ciudad, la de San Francisco. Su fachada blanca sorteada por balcones teñidos de rojo granate coquetea con la vecina casa cervantina pintada del mismo color, ahora espacio para la cultura y la educación, en un entorno protegido como Bien de Interés Cultural por la Junta de Andalucía.
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Ignacio es la tercera generación de una familia de comerciantes veleños, ejemplo de reconversión de un pequeño negocio para adaptarlo a los nuevos tiempos. Sus abuelos regentaron una droguería, su padre se especializó en pinturas y ahora él orienta el negocio que lleva por nombre Matices hacia la decoración en general y el revestimiento de paredes en particular. Afirma Jesús que tardó un poco en definir exactamente su camino profesional. La vocación estaba clara desde niño, cuando por ejemplo disfrutaba ayudando a su madre a mover muebles en casa y a «redecorar» los espacios. O en la casa de su abuela paterna, de la que ha heredado algunas de las piezas más valiosas de mobiliario. Empezó estudiando Arquitectura, pero se dio cuenta de que aquello no era lo suyo. Así que en el año 2000 ingresó en la Escuela de Arte de San Telmo para formarse como interiorista, trabajo con el que se siente como pez en el agua. En sus proyectos tiene la oportunidad de aplicar sus conocimientos, pero también de profundizar en sus pasiones: la búsqueda de la autenticidad y la conservación de lo que tenga un valor histórico, tradicional. «Creo que a menudo hemos despreciado el pasado y hemos importado elementos nuevos que no son de calidad y que tampoco aportan nada en estética», subraya Jesús. Por eso, cuando él tuvo la oportunidad de crear su propio hogar lo tuvo claro, mantendría la identidad de la casa renovándola a través de detalles que se puedan sustituir con facilidad.
Cuando abrió las puertas de la casa se encontró con una amalgama de épocas y estilos. Techos desprendidos en algunas zonas y espacios muy compartimentados. Pero el edificio respiraba encanto, relataba un cuento diferente cada vez que miraba a cualquier rincón. Apostó por las posibilidades de una buena reforma y el resultado ha sido un éxito. Dos plantas más una terraza en las que cada metro cuadrado tiene su propia personalidad.
La estancia principal de la casa, el salón comedor, es el mejor reflejo del sello de autor de Jesús López a la hora de trabajar. Impecablemente diseñada e inspirada en el Petit Trianon de Versailles, el palacio que Luis XVI regaló a la reina María Antonieta. Sus formas clásicas, inspiradas en la antigüedad griega, se convierten en la base equilibrada y elegante sobre la que se construye un discurso más actual y funcional.
El eje de esta habitación lo constituye la chimenea de mármol del siglo XIX, adquirida en un anticuario de París. Las baldosas hidráulicas en blanco y negro refuerzan el dúo cromático y sirven de lienzo para el fantástico juego de colores con el que el joven interiorista da una lección de estilo, maestría y conocimiento. El celeste y el dorado palaciegos destacan entre las molduras impolutas, uno de los trabajos por los que destaca Matices.Un cómodo sofá y las librerías que se esconden tras las paredes que escoltan la chimenea cumplen la función de habitabilidad, mientras que los detalles decorativos coronan el ambiente con gracia y armonía. El reloj adquirido en el Mercado de las Pulgas de París, retratos de familia, la consola heredada de su abuela, una lámpara de araña victoriana que preside el comedor y obras más actuales de autores como Leo Peralta conforman un todo magnético, embriagador.
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Desde el comedor se accede directamente a la cocina, una pieza con encanto protagonizada por el revestimiento con un estampado de Fornasetti en tonos blancos, gris y rojo. López Hidalgo ha sabido conferirle todo el protagonismo con muebles muy básicos.El rincón del office junto al balcón es una delicia, así como la lámpara antigua que contrasta con el conjunto. La primera planta se completa con un precioso juego de barandillas y un coqueto aseo bajo el hueco de la escalera. Aquí nada se deja a la improvisación, algo que refleja el espíritu perfeccionista del interiorista.
En el segundo piso Jesús tiró muros y dejó tan solo un enorme dormitorio en suite con un baño digno de príncipes. De nuevo alusiones a diferentes estilos que el veleño reinterpreta con soltura. El barroco francés del XIX reina sobre la base de un armario de anticuario de este estilo, un espectacular dosel con el que Jesús enmudeció uno de los balcones y textiles y papel de Designers Guild. La sugerente mezcla de colores sorprende y atrapa, en contraste con accesorios sencillos, algunos de ellos de Zara Home. A la derecha aguarda la salle de bain, porque no se le puede llamar únicamente baño a una estancia que posee chimenea de Guadarte, detalles de cerámica de La Cartuja de Sevilla, una bañera de hierro con patas de porcelana y sanitarios inspirados en diseños de principios del siglo XX. Antigüedades y un papel pintado con un toque oriental de Osborne & Little ponen la guinda a una habitación diseñada para el relax más absoluto.
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Por último, la tercera planta del coqueto edificio reserva aún gratas sorpresas. Una pequeña suite de invitados en la que el decorador se ha permitido licencias que le han dado un excelente resultado. Pintar el suelo de madera en un rojo frambuesa y contrastarlo con un papel pintado en verde menta grisáceo y un cabecero anaranjado. Una doble vuelta de tuerca que sólo unos pocos pueden lograr sin caer en la estridencia. El buen gusto del joven acaba por enseñorearse en un aseo de estilo cotage, con paredes vestidas de Waverly y telas de Gancedo, sobre un suelo original en damero. Desde esta habitación se accede a la magnífica terraza, donde Jesús y su pareja contemplan varias iglesias y reciben el peso de la tradición en pequeñas dosis, algo que para Jesús es «na responsabilidad y un placer».
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