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ARANTZA FURUNDARENA
Sábado, 16 de mayo 2020, 10:12
Que la vida está llena de baches es algo que ya sabía la actriz. Sin embargo, esto es distinto. Ana se enfrenta a sus 65 añosal peor sufrimiento imaginable, el de una madre que acaba de perder a un hijo en plena juventud. «Se apagó ... mi vida», acertaba a escribir en sus redes a pocas horas de haberse despedido de Álex, a quien solía referirse en las entrevistas precisamente como el hombre de su vida.
Dicen que uno no se conoce de verdad hasta que se enfrenta al desgarro más profundo y Ana Obregón, tantas veces considerada 'Antoñita la fantástica' y reducida al estereotipo de chica frívola y fabuladora, se ha revelado en estos dos últimos años como una mujer de una pieza, como una madre coraje de admirable fortaleza, capaz de mantener el ánimo incluso en los momentos más desesperados. «Me encierro en mi cuarto y lloro muchas horas. Luego salgo y sonrío. Tengo que ser fuerte por mi hijo. La vida me ha hecho fuerte». Parecen declaraciones recientes. Sin embargo, Ana las realizó hace doce años, en mitad de su turbulenta ruptura con el polaco Darek, un momento especialmente amargo en el que denunció amenazas y soportó todo tipo de críticas y presiones. Su hijo, también entonces, era su salvavidas y el faro de su existencia. No se cansaba de repetirlo.
Si como actriz y presentadora no le ha importado explotar su faceta más pizpireta y superficial, como madre Ana Obregón ha sido implacable. Igual que otras muchas famosas, sucumbió a la tentación de vender la exclusiva del nacimiento de su retoño, pero con los años se convirtió en una auténtica leona a la hora de defenderlo del acoso mediático. «Estáis consiguiendo que mi hijo crezca como un niño amargado, triste y lleno de traumas», les gritó a unos paparazzi que colisionaron con su vehículo cuando la actriz trasladaba a su pequeño y a otro amiguito a una fiesta de cumpleaños.
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Álex Lequio tenía entonces unos diez años. Y, por suerte para él, no creció triste ni lleno de traumas sino con un desparpajo notable que de chiquitín le llevó a arrancar de una dentellada la gomaespuma de un micrófono insolente y, ya de mayor, a componer un sorprendente rap en el que ironizaba sobre las ventajas y desventajas de ser 'el niño de la Obregón'. El celo maternal se multiplicó cuando Álex, un excelente estudiante, se matriculó en una universidad privada de Carolina del Norte. Su madre no dudó en cruzar el charco e instalarse en Miami para tenerlo más cerca. Para cuando llegó la terrible noticia del cáncer, madre e hijo llevaban años siendo inseparables. Ana entonces no lo dudó. Lo dejó todo para volcarse en cuerpo y alma en la curación de su retoño.
Esa templanza acompañó a Ana Obregón a lo largo de los dos años de ingresos, tratamientos, terapias y recaídas que soportó su hijo Álex. Siempre a su lado, como una roca, quitándose importancia y concediéndosela a él, que sobrellevó la enfermedad con una serenidad, un humor y una presencia de ánimo encomiables. «Mi hijo me está dando una lección», repetía la actriz. Ella, a su manera, también se la ha dado a la opinión pública.
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